Copas selecciones
Primaveras: China en 2002, el último milagro de Bora
Contra todos los pronósticos. Ese bien podría ser el título de una película basada en la obra de Velibor Bora Milutinovic. ¿Qué ya hay un film llamado así? No importa, valdrá la pena adquirir derechos. Porque este serbio-yugoslavo es uno de los personajes más entrañables que ha parido la escena del fútbol mundial. Un símbolo retro de las mágicas jornadas de Copas del Mundo, con el intachable atuendo de haber dicho presente en cinco mundiales consecutivos. Y mejor aún, con cinco seleccionados diferentes y quedando inmortalizado en la historia de estos combinados por haber trepado a resultados inéditos hasta entonces.
Milutinovic comandó al México que alcanzó cuartos de final en 1986, trazó la épica de la Costa Rica que llegó a octavos en Italia ’90, reformuló el concepto de soccer estadounidense cuando repitió mismo resultado con los yankees en 1994 y sostuvo que al fútbol africano hay que tomárselo en serio cuando superó fase de grupos en Francia 1998 con la Selección de Nigeria, dejando en el camino a España.
BM estaba fuera de toda categoría. Quizá no predomina hoy a la hora de recordarlo el pensar en tácticas revolucionarias, ni amasó una fortuna dando charlas motivacionales a círculos de economistas. Bora era un personaje de culto del fútbol pre-globalización, y sus grandes anteojos copando su rostro, sumados a su pelo sin calma alguna repiqueteando en su cabeza, forman parte del inconsciente colectivo del más importante de los torneos. Bora llegaba –en el caso de Costa Rica y Nigeria bordeando ya el inicio de la competición-, rearmaba al grupo, pulía detalles, derrochaba una apasionante oratoria, lograba su cometido y se iba a buscar otra aventura. Puso pie en diferentes continentes y en todos dejó marca.
Pero de cara al siglo XXI, aún había una cuenta pendiente en su tan excéntrico currículum. Este exitoso DT siempre asumió el mando en selecciones clasificadas, sea por tratarse de los anfitriones (México y Estados Unidos) como porque ya otro predecesor suyo había hecho el trabajo en las clasificatorias (Costa Rica y Nigeria). Para el 2000, a sus 56 años, buscaba un reto diferente. Como el artista que se recluye en los laterales de la marginalidad, Bora optó por ir a un sitio donde el fútbol era algo casi inexplorado. Por aquellos tiempos, se encontraba desenvolviendo su leve performance como DT de equipos domésticos en el MetroStars del país del norte. En aquel contexto, recibió una oferta de la Selección de fútbol de China. No solo no estaba clasificada aún a la Copa del Mundo del 2002 (las eliminatorias, claro, aún no habían comenzado), sino que tampoco había jugado jamás un Mundial.
¿Qué clase de equipo tomó Milutinovic? A pesar de su inexperiencia en torneos de élite, China había quedado a tan solo un punto (con la diferencia de goles siéndole desfavorable) de arribar a la Copa del Mundo de 1998. En la fase inicial de clasificación, fue puntera invicta de su grupo, dejando atrás a Tayikistán, Turkmenistán y Vietnam. En la fase final debió conformarse con ser superada por Irán y Arabia Saudita. Además, en su continente había hilvanado actuaciones dignas en la Copa de Asia, logrando un tercer lugar en 1992 y trepando a cuartos en 1996.
La mayoría de sus integrantes formaban parte de escuadras del fútbol chino, en aquel entonces sucumbido en un ostracismo aún mayor que el que posee ahora. Las excepciones deambulaban en equipos europeos de cabotaje menor: Fan Zhiyi, símbolo de la defensa, jugaba en el Dundee escocés, misma posición que Sun Jihai, clave en el Manchester City pre-petrodólares, y en la ofensiva se destacaba Yang Chen, habitué del Frankfurt de la Bundesliga. El promedio de edad del plantel chino era joven, escasos miembros superaban los 30 años y el hecho de que la mayoría integrara planteles locales favorecía la logística de las convocatorias. En un puñado de meses, Milutinovic analizó, repasó y planteó lo que sería la China que afrontaría la primera competición en su horizonte, la Copa Asiática del 2000.Se puede decir que el buen Velibor mantuvo su marca. No solo superó fase de grupos, sino que alcanzó un dignísimo cuarto puesto. China finalizó puntera en la primera fase, empatando 2-2 con Corea del Sur, goleando 4-0 a Indonesia y marcando tablas sin goles contra Kuwait. En cuartos despachó con un 3-1 a Qatar y en semifinales le dio pelea al futuro campeón Japón, siendo derrotada por 2-3. A escasos minutos del final, los coreanos del sur mojaron en el match por el tercer puesto, dejando al combinado de Bora en el cuarto sitio. Gran trabajo para tan escaso tiempo de preparación.
La clasificación asiática para Corea-Japón 2002 tenía la particularidad de que los dos combinados más importantes de la zona estaban exceptuados de participar debido a ser los locales a dúo. ¿Entonces? Dos selecciones irían directo, una debería jugar un repechaje con quien corresponda de la UEFA. Los medios ponían foco en la proyección de Arabia Saudita e Irán, pero el entrenador yugoslavo tendría otros planes. En la fase inicial, China arrasó. Debutó el 22 de abril de 2001 con un 10-1 ante Maldivas. Entonces no detuvo su marcha: seis partidos jugados, seis ganados, 25 goles a favor, solo tres en contra. ¿A costa de? Indonesia, las mencionadas islas y Camboya.
Avanzó en la fase final, donde lo aguardaban los Emiratos Árabes Unidos, Uzbekistán, Qatar y Omán. Para dicha ronda, los popes de la federación china en cooperación con Milutinovic optaron por hacer de locales en Shenyang, una ciudad con tendencias lluviosas y clima templado, al noreste del país, curiosamente muy cerca geográficamente de Corea y de Japón. ¿Cábala? Velibor se justificó: «Jugar en Shenyang supone una ventaja en términos de clima y apoyo a los jugadores». En fin, el trabajo chino fue impecable. Debutó con un 3-0 ante los EAU y, cinco jornadas más tarde (cuatro victorias y un empate), la historia tocaba su puerta. Si vencían de locales a Omán, colista del grupo, estarían clasificados al Mundial.
A esta altura de la historia, Milutinovic era una celebridad en China. En todo sentido de la palabra. No solo lo veneraban por realmente revolucionar las expectativas futbolísticas de la nación, sino también lo hacían participe de infomerciales, entrevistas, pasacalles y remeras. Había un enloquecimiento en torno a la figura de Bora. Un grupo de estudiantes de Beijing había propuesto que el yugoslavo ocupara un cargo en el gobierno. Seguidores del seleccionado clamaban por un contrato de por vida. Milu, como le decían en Asia a BM, se convirtió en sinónimo de buena suerte. Y no era para menos. El 7 de octubre de 2001, China venció por 1-0 a Omán y se clasificó al Mundial con dos fechas de anticipación.
En Corea-Japón, el DT transitó la fugaz participación de su seleccionado con la tranquilidad de haber cumplido un objetivo que parecía imposible, poner a China en el más importante de los torneos. A priori, no le tocó un grupo de carácter imposible. Un Brasil que había sorteado una crisis futbolística por medio de Luiz Felipe Scolari, una Turquía que jamás había puesto pie en octavos de final y la vieja conocida Costa Rica, de muy buena performance en sus Eliminatorias, pero sin la mística del trotamundos coach en su banquillo desde hacía década y pico.
El debut fue ante los centroamericanos, caída por 0-2. Los futuros campeones sellarían la fortuna de los asiáticos en el segundo cotejo, con un contundente 0-4. La despedida, 0-3 ante los otomanos, marcó la conclusión de la última aventura de Milutinovic en una Copa del Mundo. Visto a distancia, China encajó en el grupo que contenía a quien alzaría la copa, así como también al combinado que se haría con el tercer puesto, amén de que dicho equipo no volvería a arribar a una competición de esta índole hasta, al menos, los tiempos que corren.
Es necesario concluir la historia volviendo al momento más bello de esta epopeya. La de Bora, emocionado, observando a China enfilar sin obstáculo hacia el Mundial. “Es uno de los días más felices de mi vida”, dijo con una sonrisa enorme mientras los flashes le inundaban el rostro, con la expresión de quien cumple con una misión a la que fue encomendado. Contra todos los pronósticos.
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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