Copas europeas
Puerto de Campeones
Cuando nos remitimos a Hamburgo, lo primero que se nos cruza por la cabeza es su monumental puerto, uno de los más importantes del mundo, ubicado sobre el Río Elba y con un caudal de entrada y salida de barcos sencillamente asombroso. Quizás también conozcamos su ubicación geográfica, al norte de Alemania, y por supuesto los fanáticos del fútbol relacionemos Hamburgo con ese equipo que alguna vez, allá por mayo de 1983, conquistó Europa y hasta el día de hoy, es uno de los pocos que con orgullo puede decir: “nunca descendimos”. Todo esto, y muchísimo más, es Hamburgo.
Si bien el presente futbolístico no es el mejor (acarrea varias temporadas luchando por la permanencia), es tan rica su historia tanto en su tierra como en todo el continente que da gusto ponerse a buscar archivos de esa gran hazaña ante una Juventus repleta de estrellas acostumbradas al éxito. Sin embargo, Hamburgo venía cosechando su siembra desde mucho tiempo antes. Branko Zebec, acusado de alcohólico y de exigir desmesuradamente a sus jugadores, fue destituido del cargo de entrenador antes de tocar el cielo con las manos, aunque la obra maestra que había dejado impregnada a finales de los años ’70 difícilmente podía quitarse. Como tampoco se podrá borrar de la memoria la final de la Recopa de Europa ante Anderlecht, aún sin el croata en el banco, pero con un Felix Magath intratable, convirtiendo el segundo gol ante los belgas y logrando el primer título internacional, en 1977.
De todos modos, lo mejor no había llegado. Aparentemente los jugadores lo tenían bien claro, como también Zebec, que construyó un equipo con todas las letras, capaz de hacerle frente a cualquiera que se le cruzara por delante. A Magath se le sumó Kevin Keegan, que venía de triunfar con el Liverpool. “Mighty Mouse”, como se lo conocía al inglés, logró obtener por duplicado el galardón del Balón de Oro, en 1978 y 1979, este último, con el agregado de un título local. Un año más tarde, los dinosaurios tuvieron la primera oportunidad de alzarse con la orejona, pero en la final apareció el inmejorable Nottingham Forest de Brian Clough, para acabar con las ilusiones de los alemanes y continuar con una racha aplanadora de cinco Champions League consecutivas ganadas por equipos ingleses (luego, Aston Villa sería el sexto). Aquella final significó varias cosas: por un lado, el sabor amargo de haber desperdiciado una enorme chance de campeonar, y por otro, la claridad de saber que la gloria estaba al caer.
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Sin duda alguna, el hecho de haber perdido aquella finalísima provocó un cimbronazo que retumbó hasta las oficinas de la Comisión Directiva hamburguesa. Zebec se encontraba sin banca y los malos resultados hicieron que su destitución estuviera cerca. A su vez, Keegan sintió que la oportunidad se había escapado y decidió ir a probar suerte al Southampton. La reestructuración era impostergable, y la dirigencia lo entendió de esa manera. Sin apresurarse en la contratación de un entrenador, mantuvieron en el interinato a Aleksandar Ristic hasta que finalizara la temporada de 1981. Una vez calmadas las aguas, se presentó a quien sería el encargado de resucitar al Hamburgo. El elegido fue el austríaco Ernst Happel; algunos lo conocerán, por ejemplo, por haber dirigido a la selección holandesa en el Mundial de 1978. Pero aquí nos ocuparemos de su mejor pasaje: Hamburgo 1983.
El trabajo de Happel fue tan rápido como efectivo. Utilizó como arma más potente a su figura, Magath, quien continuaba en las filas del conjunto alemán dispuesto a retomar el camino ganador. “Orden, seriedad y compromiso”, ese fue el eslogan con el que el austríaco encaminó a sus dirigidos. Claramente, no iba a perder el tiempo, una primera temporada de prueba -la 1981/1982- le bastó para rearmar su batallón. Thomas Von Hessen, Wolfgang Rolff, Uli Stein, Lars Bastrup, son solo algunos de los nombres que acompañaron al inoxidable Felix en aquella Champions de la temporada 1982-1983.
En octavos de final, sin sobresaltos, vencieron a Olympiacos de Grecia, con un resultado global de 5-0. Arrollaron en cuartos a Dinamo de Kiev con 3-0 en el partido de ida en Hamburgo, y luego en la vuelta cayeron por 2-1, aunque igualmente consiguieron el pasaje a las semifinales. El rival allí fue la Real Sociedad, que con la garra característica del País Vasco arañó un empate a uno en el partido de ida en San Sebastián. Sin embargo, en el encuentro de vuelta ante 55 mil hinchas alemanes en el Volkparkstadium, Hamburgo destrabó la igualdad parcial con un gol que estuvo manchado por una gran polémica. Ante la lesión de uno de los jueces de línea (el suizo Bruno Galler), en el descanso se decidió reemplazarlo por otro totalmente desconocido, que al día de hoy es considerado por todos los fanáticos de la Real como el culpable de haberlos dejado eliminados, luego de convalidar un gol de Von Hessen en clara posición adelantada. «El línea es de Hamburgo”, espetaban los vascos, que veían cómo a falta de seis minutos sus ilusiones se desvanecían.
El 25 de mayo de 1983, en el estadio Olímpico de Atenas ante 75 mil espectadores, Hamburgo coronó lo que le venía siendo esquivo. Un zapatazo de zurda de Felix Magath a los ocho minutos de haber comenzado el partido les dio la ventaja a los dinosaurios, que luego se dedicaron a conservar la ventaja ante una Vecchia Signora que contaba con Michel Platini, Zbigniew Boniek, Paolo Rossi y otros cinco integrantes de la Italia campeona del mundo en 1982. El arquero Stein fue figura ante la arremetida de los italianos que buscaron el empate, finalmente sin éxito.
En el norte de Alemania, en la ciudad con el segundo puerto más importante, Hamburgo escribió la primera y, hasta ahora, única página como campeón de Europa. Tal vez en un futuro, logre dejar atrás la pelea por mantenerse en la élite de hoy en día y pueda revalidar todo lo conseguido en aquellos años que permitieron catalogar a Hamburgo como un verdadero equipo grande del país teutón.
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- AUTOR
- Juan Podestá
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