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¿Qué te hicieron Depor?
Las olas golpean con fuerza el malecón del paseo marítimo de la ciudad de A Coruña. En estas latitudes, cuando el Atlántico se agita tumba barcos sin preguntar el porte. En este invierno interminable de este tiempo interminable de pandemia, la ciudad está diezmada. Acorralada por la crisis que produjo la enfermedad, y el hastío del encierro. Sobreviviendo la cresta de la segunda ola del Covid y esperando no ahogarse en el intento de esperar la vacuna salvadora. No solo éste contexto abruma a su gente, y es que el Deportivo La Coruña, el que alguna vez fue el «Súper Depor», altivo y orgulloso, el salvavidas que desde hacía más de tres décadas los sacaba a flote en los peores momentos, esta vez los está hundiendo. Con dos descensos prácticamente consecutivos y cuatro en diez años, está en la segunda B (tercera categoría del futbol español) y en la peor crisis institucional de su historia. Hoy es un lastre que los va arrastrando a un fondo que ni siquiera pueden ver. Juntos, porque el Deportivo y A Coruña son la misma cosa.
¿Qué pasó para que un club que era de Primera, con el apoyo masivo de una de las hinchadas más fieles de la liga española, con sponsors importantes y una economía supuestamente acomodada, terminara penando sin saber en qué división jugará el año que viene, o si jugará?. Quizás el comienzo de la tragedia del Deportivo empiece a explicarse con la respuesta a otra pregunta. ¿Cómo un club de provincia que hasta el año 92 había vivido más tiempo en Segunda División que en Primera, para ser más precisos 21 temporadas contra 39, y hasta un paso por Segunda B, logró casi de la noche a la mañana meterse en la memoria colectiva de millones de hinchas ya no sólo de España sino también de todo el mundo?
En el año 90 entra en vigor en España la llamada ley del deporte, que exigía a los clubes que hasta ese momento eran sociedades civiles, convertirse paulatinamente en sociedades anónimas. En Coruña, ese momento llegó el 30 de junio de 1992 cuando al club se lo divide en acciones que fueron adquiriendo distintos socios y que convirtió al Depor en el club más democrático dentro de los privatizados, ya que dichas acciones estaban lo suficientemente repartidas como para que ningún actor tenga control total de las decisiones del mismo.
Con la nueva capitalización comenzaron a llegar los nombres como Bebeto y Mauro Silva, entre otros, pero hubo un personaje que fue fundamental en la construcción del éxito deportivista: Augusto César Lendoiro, quién era presidente desde 1988. Quizás él sea el motivo por el cual el Depor y no otro club, haya podido escupirle varios asados a los poderosos de La Liga. Lendoiro es, y en esa época de bonanza económica y lucidez mental mucho más, un tipo pillo, inteligente. Un dirigente de la vieja escuela. Factótum y conocedor de como se entretejen los negocios e intereses en el fútbol. Cuenta la leyenda, que para traer a Bebeto, máximo goleador del brasileirao de ese año con el Flamengo y con un pie y medio en el Borussia Dortmund, Lendoiro viajó personalmente a Rio de Janeiro, pero en lugar de hablar con el jugador fue directamente con la esposa para contarle lo parecido que eran las playas de Riazor y Orzán a Copacabana e Ipanema, y en una conversación el presidente torció el rumbo del avión que llevaba a la más prometedora figura del fútbol brasileño a Alemania, hasta las playas gallegas.
Durante los próximos diez años fueron llegando otros nombres impensados para un club de una ciudad de 250 mil habitantes y poco rodaje en Primera. Rivaldo, Donato, Djalminha, Jacques Songo’o, Noureddine Naybet, Roy Makaay, Juan Carlos Velerón, el Turu Flores y muchísimos etcéteras más. Las estrellas bajaban de los aviones en el aeropuerto de Alvedro como los inmigrantes gallegos bajaban de los barcos en el puerto de Buenos Aires. En esos años dorados, el Depor consiguió lo que ningún otro club con la misma voracidad para contratar jugadores de primer nivel internacional pudo. Fue campeón de La Liga. Otra liga se la sacaron del buche por un punto y un penal en el último minuto fallado por Miroslav Djukic del que hoy todavía se escriben mil historias y seguirá dando que hablar.
Ganó tres Supercopas de España y dos Copas del Rey. Una, al mismísimo Real Madrid en el Bernabéu el día del centenario de los merengues. Un hecho irrepetible. Una gesta que no tendrá revancha nunca más en la historia. También se alimentó de otras grandes proezas. La eliminación en cuartos de final al todo poderoso Milán habiendo perdido 4-1 en Italia y ganado 4-0 en Riazor en un partido memorable. Se paseó por toda Europa en cuanta copa se haya jugado. Se plantó en todas las canchas del continente. Entre 1999 y 2004 no bajó del tercer puesto en La Liga. Puso a la ciudad en el mapa mundial del fútbol y de repente se fue desvaneciendo. Se fue desinflando como un globo mal atado hasta encontrarse empequeñecido como una hormiga en un laberinto de espejos. Ya en la mitad de la primera década del nuevo milenio pasó de pelear todo arriba a no luchar por nada ni siquiera abajo.
En un análisis simplista, aquellos planteles súper poderosos le dieron lugar a otros más terrenales. Las megas estrellas de antaño fueron reemplazadas por nombres como Rodolfo Bodipo, Aldo Duscher, Fabricio Coloccini, Álvaro Arbeloa, Jorge Andrade o un joven Filipe Luis. Todavía quedaban viejas figuras con títulos en su espalda, pero al equipo le costaba competir de igual a igual con las potencias. Y más adelante, esos nombres les dieron lugar a otros jugadores que profundizaron pendiente. El Depor salía al césped del estadio Riazor con apellidos como Bruno Gama, Nelson Oliveira, Luis Fariña o Diogo Salomao.
La fiesta de antaño empezaba a salir cara entre las cuentas que quedaban por pagar de los años de tirar la casa por la ventana y otras que se generaban a partir de una gestión de Lendorio que ya no era ni tan lúcida, ni tan transparente, como antes. Malas contrataciones, decisiones erróneas, timonazos abruptos, un barco sin rumbo fijo hicieron que el déficit operativo vaya aumentando y la deuda vaya creciendo a números gigantes. En 2014, cuando por fin Augusto César Lendoiro pierde la elección en la junta de accionistas y deja su cargo después de 25 años, el club debía cerca 160 millones de euros, estaba en concurso de acreedores y tenía un déficit que multiplicaba por 16, el presupuesto. Un club al borde de la extinción, una empresa a punto de cerrar las persianas.
En este caso, desgraciadamente para el Depor, la parte deportiva reflejaba fielmente lo que pasaba en las oficinas. El equipo descendió casi sin pelear en 2011, volvió a ascender un año después más por rebote que por proyecto. Caminó el precipicio las siguientes cuatro temporadas y después la debacle total. Descenso en 2018, perdió el ascenso por un punto en 2019, y descenso a Segunda B (tercera categoría) en 2020. Todos los agujeros del barco que se fueron tapando con chicle a cuatro manos durante los últimos años, colapsaron llevándose a toda la tripulación.
Solo lo sostuvieron los hinchas. Que para esta temporada en la tercera división, sumó 21 mil abonados, casi a la altura de las épocas del Súper Depor y un récord absoluto. Nunca ningún equipo en la historia de la categoría estuvo ni cerca de estos números. Nacho Carretero no solo es un prestigioso periodista y escritor coruñés, sino también una voz autorizada para hablar del Depor y una referencia constante en la ciudad. Escribió, entre otros, el libro “Nos parece mejor” íntegramente dedicado al club y a su amor por sus colores. Su diagnóstico en este sentido es personal pero contundente: “Uno de los grandes males del club es no haber tenido una planificación, una filosofía, elegir un camino y seguirlo a pesar que las cosas no salgan a la primera. El club dio muchos bandazos. Tomó decisiones precipitadas y sometido siempre a la presión de la hinchada. Un club demasiado pendiente de lo que dice la gente y tomando siempre decisiones a corto plazo para remediar crisis momentáneas. Hay una explicación casi psicológica en este sentido y es que el Depor se quedó en sus años de gloria. Todavía el inconsciente de su hinchada permanece allí. No es poca gente la que todavía cree que vamos a volver ahí algún día. El futbol moderno nos demuestra que eso no va a ocurrir. Hoy en día los objetivos y la supervivencia del Depor pasan por otras realidades, no la de jugar Champions o ganar ligas. Con ese lastre, esclavos de nuestra propia nostalgia, tomamos las decisiones sin tener la humildad ni la perspectiva de decir no, los objetivos son otros y actuemos en consecuencia”.
“Uno de los grandes males del club es no haber tenido una planificación, una filosofía, elegir un camino y seguirlo»
Después de la salida de Lendoiro nada fue para mejor, más bien todo lo contrario. La junta de accionistas eligió por un amplio margen al nuevo consejo de administración presidido por Tino Fernández, un empresario coruñés que surfeó la economía precaria del club y se hizo cargo de la deuda con hacienda. Tomó un préstamo de Abanca, un momento crucial en el futuro cercano ya que poco tiempo más tarde, la entidad bancaria sería protagonista fundamental de los destinos del club, y desbloqueó pagos que tenía pendientes por derechos de televisación.
No son pocos en Coruña que por lo bajo dicen que con él se perdió una oportunidad grandísima de retomar el cauce, pero que sucumbió entre internas con la gestión anterior y la presión de los Riazor Blues, los ultras del club, luego de la muerte de uno de ellos a manos de los del Atlético Madrid. El mal manejo de esa situación, hicieron socavar la confianza de la hinchada que a partir de ese hecho no paró de hostigarlo cada vez que el equipo jugaba de local pidiendo su renuncia. Su gestión deportiva tampoco fue la mejor y dio varios pasos en falsos con una fila de entrenadores que pasaron en esos años de variopinta filosofía futbolística sin un norte donde apuntar. Nueve técnicos pasaron en su gestión sin pena ni gloria.
Para Javi Torres, periodista Ourensano que hace años sigue la campaña del Real Deportivo de La Coruña, primero como cronista y ya desde hace varios años como relator para la Radio Galega, la clave es una: “La palabra que yo utilizaría para describir estos años del Depor es inestabilidad. Distintos consejos de administración, este es el cuarto en dos años, muchos cambios de entrenador, poca confianza en jugadores de la cantera, llegaron muchos jugadores de afuera que no dieron la talla y muchos despropósitos además de la deuda histórica que quedó de la época buena que debilitó mucho al equipo en este tiempo”.
«La palabra que yo utilizaría para describir estos años del Depor es inestabilidad»
Claro, porque Tino Fernández tuvo que renunciar en 2019 luego de una inesperada derrota con el Extremadura con el equipo en Segunda y la gente viéndose fuera de los playoff para el segundo ascenso. Ese día tuvo que aguantar el reproche de todo el estadio y así se fue. De volantazo en volantazo fue el Depor los últimos años. Una nueva reunión de urgencia de los accionistas puso a Paco Zas al frente. Pero todos los errores de los últimos años lo fueron horadando como el atlántico a las rocas de las playas de Coruña.
La impericia siguió comandando a la razón y al sentido común. Los entrenadores se sucedieron sin solución de continuidad. Y los jugadores mucho más. Desde 2014 a este 2021 en el primer equipo se dieron nada menos que 128 altas de jugadores y se gastó alrededor de 36 millones euros. Estos números explican un poco la decadencia de un plantel donde cuesta buscar un nombre para salvar en semejante listado. Pero los números son más contundentes si se pasa al siguiente nivel del análisis. De ésos 128 jugadores que llegaron, 43 lo hicieron en condición de libres y 45 por préstamos sin cargo. Eso habla no sólo de la endeblez económica sino de una erogación en contratos de jugadores que no dan la talla ni tienen poder de reventa salvo casos excepcionales. El problema se agudiza en las últimas dos temporadas donde el club trajo a 18 jugadores libres y 13 a préstamo. La puerta giratoria de entrenadores y futbolistas fue uno de los principales problemas de la institución herculina. No solo en los números sino principalmente en lo futbolístico. Sin poder afianzar un equipo ni una idea de juego y la suerte, si alguno cree en ella, tampoco ayudó.
Los días de Paco Zas tampoco fueron fáciles ni mucho menos y quizás en ese momento se haya dilapidado la última chance de salir a flote. El equipo tuvo la posibilidad de ascender a Primera en un partido con Mallorca donde solo necesitaba un gol, y solo unos pocos meses después, estaba último con un pie en Segunda B. El equipo tuvo el peor arranque histórico y después de ganar la primera fecha estuvo nueve partidos sin conocer la victoria. Ahí voló el director técnico con el que había empezado el campeonato, Juan Antonio Anquela para darle lugar a Luis César Sampedro, pero la inercia derrotista siguió sin pausa. Con él, el Depor continuó batiendo récords negativos y firmó la friolera de 19 partidos sin vencer. Absolutamente nadie en Coruña daba crédito de la pesadilla que se estaba viviendo y otra vez llegaron los escraches de la afición a su presidente y otra vez la dimisión.
Ni el tiro del final le salió al Depor. Llegó a la última fecha del campeonato de Segunda División de 2020 con posibilidades de salvarse tras la vuelta de un entrenador muy querido como Fernando Vázquez, quien tuvo un arranque prometedor pero luego un bache que lo dejó al filo. Debía ganarle al Fuenlabrada y que se den otros resultados. Nunca se pudo jugar ese partido. O por lo menos no a tiempo. Varios miembros del plantel del Fuenlabrada, que se jugaban también el pase al playoff de ascenso, que podría haber sido histórico para el club, se bajaron del avión infectados de COVID. Nadie lo informó hasta minutos antes de que tengan que salir del hotel rumbo al estadio.
La fecha no se debería haber jugado pero no fue así. Se jugó igual a pesar que el reglamento decía que había que parar la jornada entera. ¿Qué pasó? Se dieron todos los resultados que no se tenían que dar. Sí, todos juntos y el Depor descendió a Segunda B sin poder competir. Al descenso a la tercera categoría se sucedieron semanas de locura con acusaciones de todo tipo. Hasta se descubrió que Javier Tebas, presidente de la Liga española, tenía intereses creados en el club de las afueras de Madrid. En Coruña patalearon, se movieron, denunciaron pero el descenso estaba consumado. El nuevo descenso dejó al Depor al borde de la desaparición. Con una deuda aproximada de 90 millones de euros y con ingresos en drástico retraimiento.
La inestabilidad financiera y deportiva también lo era institucional. Solo desde 2019 se sentaron en el sillón principal de las oficinas de la plaza Pontevedra, nada menos que cinco presidentes distintos que se fueron o por la presión popular, o por la incapacidad de enderezar los destinos de un barco a la deriva. Con el río revuelto o con el mar picado más precisamente, un viejo actor volvió a tomar protagonismo. Abanca esta vez apareció para tomar decisiones de las importantes. Si bien el banco coruñés estaba asociado al club desde 2017, primero patrocinando al equipo femenino y luego con el crédito otorgado durante el mandato de Tino Fernández, ahora la intención de la entidad era hacerse cargo del Deportivo a través de una jugada que le haría tener el control total.
Con los accionistas entre la espada y la pared. Los hinchas desesperadamente paralizados ante el futuro incierto. El banco apareció como la única opción de sobrevivir y acercó una propuesta que no podía tener como respuesta un no. La jugada no era fácil. El Depor no es una empresa en quiebra más, quizás sea la joya más preciada de la ciudad y es transversal a todos sus habitantes. Debía gestionar los sentimientos, lidiar con los malhumores y las reticencias típicas del caso. Porque mediante una triple ampliación de capital, en las que convertiría en acciones dos créditos que el club había recibido por valor de 35 millones de euros y una tercera abierta para que los accionistas puedan inyectar dinero fresco, se hacía con cerca del 80% de las acciones y el club pasaría por primera vez en la historia a tener lo más parecido a un único dueño.
Ahora, el nuevo propietario mayoritario dispuso cambios de fondo. Su intención es remover todo el consejo y profesionalizar el área. Ya nombró como director general a un hombre de su confianza y por el contrario a lo que mucha gente creía en un primer momento, que el banco adquiriría al club para luego rematarlo, las reformas se profundizan para tratar de reacomodarlo en lo económico y deportivo. Si bien la idea primigenia de volver a Primera en dos años y luego de revalorizarlo venderlo quedó trunca por el descenso y el paupérrimo paso del equipo esta temporada, al menos ahora aparenta haber un proyecto. En principio se le dio lugar a las viejas glorias para que gestionen el enorme talento futbolístico que hay en Galicia.
Fran González, aquel legendario volante creativo que ascendió de esta misma categoría donde hoy se encuentra el club y terminó levantando los seis títulos que consiguió el Depor en su historia, está como coordinador de la cantera. Valerón, otra gloria del club, es el entrenador del Fabril, el filial del Deportivo La Coruña. También está Aldo Pedro Duscher, aquel volante de Newell’s y la selección juvenil de José Pekerman campeona del mundo, está como técnico del Juvenil B. La idea es apuntalar las divisiones inferiores para que sean el motor de la recuperación futbolística.
Para Arturo Lezcano, periodista gallego que siguió la campaña en sus años más gloriosos, pero además es también un reconocido hincha, hay una esperanza: «El Depor, a pesar de lo contradictorio, puede servirse de la pésima coyuntura deportiva y del condicionante de estar bajo la propiedad de un banco, que le dará tiempo para intentar deshacer la terrible deuda que tiene. Y esa forma de servirse será utilizar este tiempo que tiene o que le da el banco, para hacer por fin un modelo que mire a la cantera. Un modelo de club que empiece por los cimientos y que trate de subir escalones a partir del talento de la ciudad y de Galicia, dadas las infraestructuras, el nombre del club y por supuesto la calidad que históricamente ha probado el futbol gallego y coruñés. No olvidemos que el único balón de oro de un español en la historia es de Luis Suarez. Aquel jugador del Barcelona y el Inter de Milán, entre otros, que nació en la ciudad. El futuro pasa por utilizar la tormenta no solo para salir del naufragio sino para construir un barco más fuerte que nunca, y poder decir dentro de 20 años a nuestros hijos que sigan poniéndose la camiseta con orgullo y que no busquen otros equipos fuera”.
«El futuro pasa por utilizar la tormenta no solo para salir del naufragio sino para construir un barco más fuerte que nunca»
El futuro del equipo que nos maravilló a todos en aquellos primeros años de televisación de la liga española en los 90, hoy es incierto pero por lo menos es algo. No es claro aún el plan de la entidad bancaria pero de principio intenta rescatarlo de una casi segura desaparición, aunque los rumores de venta una vez que esté saneado el club son fuertes. ¿Un magnate árabe, chino o Ruso?, ¿Un millonario gallego como hasta ahora fueron todos sus presidentes? Todo eso aún es una incógnita. Nadie sabe que pasará mientras el Depor no consiga los objetivos por lo menos en mediano plazo. Mientras tanto los únicos que nunca abandonaron el barco, la generación que disfrutó los años dorados, son los que aún lo mantienen a flote y seguirán haciéndolo hasta encontrar un capitán que los lleve a puerto antes de hundirse en el océano.
Un mercado, ¿un mercado?
2014/2015
- Altas 19
- Bajas 13
2015/16
- Altas 14
- Bajas 19
2016/17
- Altas 19
- Bajas 18
2017/18
- Altas 16
- Bajas 14
2018/19
- Altas 19
- Bajas 18
2019/20
- Altas 24
- Bajas 26
2020/21
- Altas 17
- Bajas 21
- AUTOR
- Horacio Ojeda
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