América
¿Qué yo me fui? ¡Pero si siempre estoy llegando!
Amén del ateísmo de quien les escribe, es un tópico algo propicio en hablar de Resurrección a días tan cercanos de haberse celebrado Pascua. La historia que estas líneas hilvanarán hubo que construirla con pequeñas piezas esparcidas en la infinidad del internet, un recurrido culposo por el simplismo del wikipedismo y, el plato casero que nuestro menú de post ofrece de forma exclusiva, la palabra de un hincha del equipo involucrado. ¿Qué mejor que una persona que lleva en la sangre a nuestro tópico convocado para explicarnos lo sucedido?
Debemos posicionarnos en Campinas, ciudad del Brasil ubicada en una esquina de San Pablo. Bellísimo sitio donde una porción de la elite brasileña se entremezcla con los eternamente progresistas polos industriales que transitan por el lugar. Antagonismo de los lujos burgueses y los distritos de fábricas humeantes fue la nube amarga y siniestra que empañó a aquel lar, así como a nuestro continente, entre las décadas del 70’ y del 90’: La siniestra mano militar persiguió y ejecutó a inocentes en nombre de un proceso genocida, nefasta actitud rematada por el entreguismo y la desarticulación de la empresa neoliberal que puso el cartel de For Sale a Latinoamérica.
En aquel desalentador contexto, el Guaraní Futebol Clube era una contracorriente de agua dulce, ajena al pantano lúgubre de los tiempos que lo rodeaban. Equipo de fútbol que conmovía ante cada avance a Campinas, ciudad que acobijaba a su estadio, su gente y su día a día, entre 1970 y 1990 vivió sus tiempos más felices. Buceó en la gloria absoluta a nivel nacional y acarició cierto respeto continental durante aquel tramo cronológico. Nutrió, incluso, al mítico Seleccionado del Brasil con futbolistas que participaron en su escuadra. Lo curioso es que, aún en estos tiempos donde hasta nuestra abuela nos envía audios de WhatsApp alarmada porque nos ve flacuchos en nuestra foto de perfil e invitándonos a almorzar estofado, encontrar información sobre estos tiempos del Guaraní es una tarea complicada. Los datos son tremendamente básicos y encontrarlos en español es algo nulo. En su idioma original, los postéos recaen en lugares comunes, insuficientes para satisfacer la sed de historias nuevas que devoran los lectores de este colectivo. Era inminente convocar a un hincha del equipo para que contará, desde sus propias palabras, la historia de su equipo.
Lucas Pézão es un periodista partidario del equipo que GFC que inicia su oratoria con una frase que dispara fuegos artificiales en su virtual presentación: “Guaraní es el equipo más grande de entre todos los del interior de Brasil. Y lo digo con tranquilidad. Pero hay mayores, como los de las de las capitales de las provincias, sea San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte y Porto Alegre”. Pero rápidamente justifica su afirmación evocando su hora más gloriosa: «Somos el único equipo de una ciudad fuera de las capitales a ganar un torneo nacional«. Pézão trae a la conversación con sus palabras al título obtenido en el año 1978, cuando el Guaraní salió campeón en un torneo que incluyó ¡78 equipos! La edición del Campeonato Brasileiro de Futebol citada vio al equipo protagonista de este post consagrarse campeón en una finalísima ante el Palmeiras, al cual venció en un global de 2-0: 1-0 en la ida, mismo resultado en la vuelta. El gol del campeonato lo marcó un tal Careca, hijo prodigo del team, que luego exhibió su fútbol en el Napoli italiano.
Bien lo cita nuestro entrevistado, el Guaraní se transformaba en el primer equipo fuera de las zonas capitalinas en obtener un trofeo local. Adhiere él: “Vivimos nuestros mejores años entre 1970 y 1990. En este periodo, dejamos de ser un equipo de una ciudad del interior para expandir nuestras fronteras. En los torneos provinciales salíamos entre los cinco primeros puestos con frecuencia. En 1978 ganamos el Nacional, y en 1979 fuimos a Copa Libertadores. Caímos con Olimpia en las Semifinales. En 1982 perdemos el Nacional en las semifinales para Flamengo, pero hasta hoy tenemos el mejor promedio de goles marcados de todos los tiempos, con 2.65 por partido. Fuimos subcampeones en 1986 y 1987. También fuimos subcampeones del Torneo Provincial en 1988. En este periodo revelamos jugadores como Careca, Neto, Ricardo Rocha, Evair, Joao Paulo, Renato, Zenon, Julio Cesar, Amaral… todos presentes en el seleccionado brasileño. ¡Y claro que también nuestro mejor entrenador, Carlos Alberto Silva!”
Hablar de Carlos Alberto Silva en Campinas es palabras mayores. A sus tempranos 39 años arribó al banco de suplentes del equipo. Corría 1978. Meses más tarde estaba gritando campeón. Aquel asombroso génesis fue precedente de una trayectoria que se extendió por tres décadas, incluyendo otras dos etapas en Guaraní. A fines de los 80’ él también comandó a la Selección del Brasil, atravesando dicho suceso con más pena que gloria en aquella malaria que nubló a la Verdeamarelha entre 1970 y 1994. Silva, leyenda en donde supo dejar su huella, falleció a comienzos del actual año, a los 77 años.
El presente, la muerte y la lejanía, personajes que aparecen en nuestro sendero. Así como en la vida de cada uno de nosotros, ellos se encuentran presentes en el itinerario histórico del equipo homenajeado en este escrito. Presente de reconstrucción, tras una muerte futbolística real y punzante, que marcó una lejanía abrupta de las horas felices.
“Estamos en una fase difícil”. La alegría del relato de Pézão se disipa, y el clima de euforia se entrecorta, hasta estallar de forma muda en algún rincón de nuestro diálogo. Es hora de hablar de los tiempos que corren. Nuestro reporteado identifica el momento en donde todo comenzó a irse al demonio: “La crisis empezó a partir de 1988, por terribles administraciones financieras”. Curiosa simultaneidad encontramos aquí. Esbozábamos los primeros tramos de este post hablando de como el Guaraní disfrutaba sus tiempos de oro y triunfo mientras el Brasil, y Latinoamérica en sí misma, esquivaba las balas de la dictadura para caer en el empresariado corporativo que manipuló (aún más) su sistema para deleite de las clases altas, la doctrina de Norteamérica y los grupos de selecto poder.
Embajada de un factor de este último nefasto proceso fue lo que ocurrió en Guaraní. El desabastecimiento de un equipo campeón a pulmón que entre gallos y medianoche se ve desahuciado de sus principales futbolistas, condimentado con maniobras de representantes y poco claros dirigentes que empañan cualquier recaudo limpio que la escuadra puede sacar de las transacciones. Si nosotros fuimos testigos de eso al ver el desarme instantáneo del Huracán del primer semestre del 2009, los brasileños observaron una maniobra idéntica en el Guaraní a fines de los 80’. «Todos los grandes jugadores subcampeones en 1986, 1987 y 1988 fueran negociados, y hay muchas sospechas de a donde fue esa plata. Las administraciones desde 1988 fueran largas y sin renovación. Si antes de 1988 fuimos campeones y jugamos a Copa Libertadores tres veces, a partir de 1988 todo lo que conseguimos fue una tercera posición en el nacional de 1994.»
Si el desabastecimiento fue el primer paso, lo que siguió fue un absoluto canibalismo. Los 90’ se desarrollaban cual infierno para el GFC: Deudas, embargos y recortes en el ámbito futbolístico e institucional minaron cualquier expectativa puesta en el club. En 1999, tras once años en el poder, renuncia el presidente Luiz Roberto Zini. Más atento al empoderamiento de su figura, política y financieramente, que en la realidad caótica que vivía el conjunto de Campinas, su renuncia dio paso a la acefalía. Y si no había nadie para dar órdenes, no habría nadie para recibirlas: “Faltaba un mes para arrancar el torneo y el Guaraní tenía cuatro jugadores en su plantel”, explicó Pézão. «Una comitiva sin experiencia asumió la dirección y ahí el Guaraní empezó a caer. En 2001, después de 50 años en la Primera División Provincial, bajamos a la B. En 2004, descendimos a la B Nacional. Y en 2006, a la Tercera Nacional, gracias a un escándalo que incluyo tres puntos perdidos por decisión de la FIFA, debido a que la administración anterior no le había pagado lo correspondiente a un club turco por el traspaso de un jugador«.
Personalismo, negociados, inexperiencia y descenso. Manual del desarme futbolístico que compuso accidentalmente el equipo que citamos en este escrito. A poco menos de treinta años de haber conocido el Edén con su triunfo absoluto, el Guaraní en aquel entonces no era más que un vagabundo de camiseta desteñida, pantalones deshechos y botines agujereados. Lo único que quedaba del glorioso pasado eran fotografías y videos de baja calidad. La voz de un hombre que había estado a cargo del factor administrativo del equipo en aquellos tiempos sería un atisbo de esperanza entre el ostracismo. En 2007 Leonel Almeida Martins de Oliveira, dirigente entre 1970 y 1977, regresó al equipo que supo ver como un feroz competidor de la máxima categoría brasileña. Hoy estaba al nivel de un humilde equipo de pueblo. Martins de Olivera, ladrillo a ladrillo, comenzó a cranear la resurrección. El camino fue dificultoso.
La estabilidad tardaría casi una década en alcanzarse, y los vaivenes fueron golpes a soportar en el arduo camino a volver a ser: «En 2008 ascendimos a la B Nacional, pero las deudas acarreadas de las administraciones anteriores comenzaron a estorbarnos. Volvieron los embargos, cada vez más grandes. Volvimos a la Tercera Nacional en 2012, al mismo tiempo que fuimos subcampeones de San Pablo, perdiendo la final con el Santos de Neymar. Finalmente, el año pasado abandonamos a la Tercera. Nuestro sueño es volver a Primera«. Pézão recuerda en sus palabras, de manera religiosa, el motivo que hace latir el lastimado y traumado corazón del Guaraní. El objetivo madre. El ser, de vuelta, un equipo a temer, un aguerrido bastión de la primera categoría. “Tenemos una hinchada muy fiel. Ese es el punto fuerte del equipo. Somos apasionados por el Guaraní”.
2017 lo encuentra en el Campeonato Brasileiro Série B, compartiendo elenco con viejos conocidos para nosotros, como el Internacional, el Paysandú y el Goiás. Nunca, en estos últimos difíciles años, estuvieron tan cerca de regresar a los primeros planos. Quienes circulan en el Brinco de Ouro, casa del Guaraní, repiten como premisa obligada para comprender la lucha del equipo: “Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”.
«La situación financiera aún es muy difícil. El año pasado nuestro estadio fue rematado por deudas laborales, pero eso aún se está definiendo. El remate implica que solo será efectivo cuando encontremos el área para construir un nuevo estadio, con centro de entrenamiento y sede. Otra obligación también implica pagar algo así como 100 mil dólares mensuales. De momento, todas las deudas con empleados fueron pagadas, y podemos centrarnos en la restructuración. Estamos mejor que años atrás, pero hay mucho que trabajar«. Salud entonces, amigo Lucas Pézão, para vos y todos los seguidores de este gigante adormecido. Nunca es tarde para vivir la vida que anhelamos.
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
Comentarios