Historias
Recalculando: ahora y antes
Es realmente muy complicado descontextualizar y abstraerse de todo lo que es esta cuarentena y aislamiento obligados por la llegada del virus de moda (?). No se habla de otra cosa en los medios. Muy difícilmente uno pueda esquivar el tema en las redes sociales. Ni hablar de que nos llegan supuestos audios o artículos, conteos de muertos, suposiciones de cara al futuro por otros medios, con WhatsApp a la cabeza. Además de soportar todo esto, hay que bancarse la ausencia de fútbol. Fútbol en vivo, ese que nos genera emociones espontáneas, de todos los colores. Y si bien tenemos la posibilidad de revivir partidos que uno puede encontrar en la web, no es lo mismo vivir un encuentro sin saber qué es lo que va a pasar en los próximos segundos, que revivir uno en el que ya sabemos qué es lo que pasó.
Bien sabemos que en Argentina se trató de estirar la continuidad, llegando a jugarse algunos encuentros a puertas cerradas, pero la realidad es que era imposible continuar con el normal desarrollo de la actividad. Italia, uno de los países más afectados por el virus, fue de los primeros en suspender encuentros, freezando el fixture de forma casi inmediata. En el Reino Unido quisieron seguir con normalidad, pero el hecho de que algunos entrenadores y jugadores hayan contraído el virus obligó a los tercos directivos a suspender la actividad. En Rusia se jugaron partidos con público hasta no hace mucho. Y en Bielorrusia, por ejemplo, se sigue jugando con total normalidad (!).
No es nuestra idea seguir hablando de actualidad. Para eso están Alberto Fernández y los trolls (?). Buscamos aprovechar este contexto para remontarnos atrás en el tiempo y contar una situación similar. Se dio en Inglaterra, hace más de setenta años y no fue por un virus, precisamente. El tema era algo más delicado.
La Segunda Guerra Mundial había terminado y el continente europeo aún exhibía heridas que lejos estaban de cicatrizar. Luego de un tiempo prudencial, se decidió retomar la actividad deportiva. En lo que al balompié se refiere, la mítica Football League (predecesora de la pochoclera Premier League) se reactivó para la temporada 1946/47, pese a que Inglaterra se encontraba en pleno proceso de recuperación post-fratricidio. El certamen se fue desarrollando con cierta tranquilidad, aunque con algunas anomalías que multiplicaron los asteriscos en las tablas de posiciones.
Corría el mes de marzo de 1947. Ya había discurrido más de la mitad de la temporada y las dificultades empezaban a hacerse notorias. La economía de guerra (o post guerra, si se quiere) estaba exigiendo al máximo a la grisácea sociedad británica. Para colmo, el invierno había sido muy duro. Las canchas estaban atestadas de barro, las instalaciones en varios estadios estaban deterioradas. De hecho, venían de suspenderse 17 de 44 partidos a disputarse en todas las categorías.
Los jerarcas de la Football League, a instancias del gobierno, tuvieron que sentarse a discutir seriamente si parar el fútbol. Se llegó a evaluar la posibilidad de jugar a puertas cerradas solo los partidos definitorios que quedaban de los torneos de primera división y categorías menores. Los mandamases del país querían suspender la actividad deportiva a fines de poder aumentar la productividad en las fábricas y establecimientos industriales británicos, con el objetivo de salir lo más rápidamente posible de la crisis que atestaba a la nación. Consideraban necesario despojar a los habitantes -sobre todo a la clase trabajadora- de cualquier tipo de distracción. En resumen: una estupidez de dimensiones bolsonaristas.
Lo cierto es que el gobierno presionó a la Football Association, pero sin demasiado sustento. En primer lugar, la clase política no presentó un fixture alternativo o algún plan de contingencia. Se suspendía todo y listo. ¿Qué ocurría con los que estaban definiendo títulos, ascensos y descensos? Vaya uno a saber. En segundo lugar, los dirigentes de los clubes no consideraron ni por un instante la posibilidad de jugar sin espectadores en las tribunas. Y la verdad es que la proporción de gente que iba a la cancha a ver fútbol era bastante pequeña en comparación a la totalidad de la población económicamente activa. Ni hablar de que suspender el fútbol era un golpe más a la moral y al espíritu de una sociedad que ya venía bastante golpeada por la guerra.
Luego de varias reuniones, los dirigentes del fútbol les torcieron el brazo a los dirigentes políticos. Se iba a seguir jugando. Se extendería la temporada hasta mediados de junio, reprogramando todos los partidos que habían sido suspendidos antes.
¿Cómo estaba la Football League al momento de salir del innecesario interrogante planteado por los ministros? El Wolverhampton Wanderers era el líder absoluto, con cuatro puntos de ventaja sobre el Liverpool y el Blackpool, que estaban igualados, aunque los Reds se posicionaban un escaloncito más arriba gracias a una mejor diferencia de gol. Vale aclarar que cada triunfo valía dos puntos y que los Wolves tenían un partido menos que el Liverpool y cuatro menos que los Tangerines. Estaban en una posición inmejorable.
Para que nos demos una idea de cómo venía la mano con el calendario, el Blackpool llevaba jugados 34 encuentros ligueros, mientras que el Sheffield United, por ejemplo, había jugado tan solo 26. Justamente, los Blades vencieron al puntero al momento de la reanudación. Los Wolves, que contaban con verdaderos referentes como Stan Cullis, Billy Wright, Bert Williams, Johnny Hancocks, Dennis Westcott (que terminaría consagrándose como el goleador del certamen, con 38 goles) y Jimmy Mullen, perdieron dos de tres partidos en semana de Pascuas, llegando a caer al segundo puesto, siendo desplazados por el Blackpool, que era un líder de cabotaje, dado que tenía cinco partidos más que su más inmediato perseguidor. Los Lobos empezaban a ver cómo la luna pasaba de llena a cuarto menguante.
El equipo más retrasado, el Stoke City, que en Pascuas llegó a jugar tres partidos en cuatro días, ganándolos todos, fue arrimándose también a la punta. El Liverpool, que había perdido ante el Blackpool, también supo desarrollar una racha favorable, ganando seis encuentros sobre siete.
Para mediados de mayo, el Wolverhampton volvía a ubicarse en la cima, lugar que compartía con el Manchester United, otro de los equipos que apretó el acelerador en la recta final, aunque los Wolves tenían mejor diferencia de gol. Un punto por detrás se hallaban el Liverpool y el Stoke City, equipo que venía invicto desde la reanudación de las actividades.
Sin embargo, los “invictos” Potters sufrirían una caída vital fuera de las canchas: Stanley Matthews, símbolo del club, había sido traspasado al Blackpool. El gran Stan había roto relaciones con la directiva del Stoke y, como si esto fuera poco, no se sentía valorado por el entrenador del equipo, Bob McGory, quien estaba tratando de bajarle el promedio de edad al equipo. Matthews, de 32 años, abandonaba el club que lo había visto nacer tras casi 15 años defendiendo la camiseta. Esto tendría consecuencias para el club, tanto en el corto como en el largo plazo…
Llegando a junio, el Wolverhampton y el Manchester United seguían compartiendo la punta. Pero los de Matt Busby -quien se estrenaba como entrenador de los Red Devils en aquella temporada- ya habían completado el fixture, además de tener peor diferencia de gol que los Wolves, con lo cual quedaban automáticamente descartados en la competencia por el cetro.
En el segundo lugar, con un punto menos, estaban el Stoke City y el Liverpool. Stoke tenía uno de sus partidos reprogramados para el final de la prorrogada temporada, la visita al Sheffield United, que estaba en la tarea de ponerse al día. Y atención con esto: en la última fecha, el Wolverhampton iba a recibir al Liverpool. Con un empate era suficiente para los locales. Finalmente, los Reds, que eran dirigidos por George Kay, se impusieron por 2-1 al local, sublimando la transformación de los lobos en gallinas.
El Stoke, entonces, estaba ante una chance histórica: nunca había sido campeón de primera división. Tenía que derrotar al Sheffield United para alcanzar al Liverpool, al que desplazaría por mejor diferencia de gol. Salvo la mencionada ausencia de Matthews, los Potters llegaban con el equipo completo, liderados por Neil Franklin y por Freddie Steele, mientras que los Blades, auténticos jueces del certamen, llegaban diezmados, con tres titulares no disponibles para el match definitorio. De hecho, tuvieron que poner de titular a Jack Pieckering, de 38 años, capitán del equipo: un auténtico one-club-man que no había tenido minutos en toda la temporada, su última como jugador profesional.
Cuestión que el bueno de Jack fue el encargado de anotar el 2-1 en favor de los locales, dejando sin título al Stoke City, que pasó de ser campeón a terminar en la cuarta colocación, que sigue siendo la mejor posición liguera en su historia. La salida de Stan no traería esta desgracia solamente: cinco años más tarde, mientras Matthews ganaba la FA Cup con el Blackpool, el Stoke City descendería a la First Division. Cosas.
Fue así como el Liverpool se coronaba por quinta vez campeón de primera división, justo en la temporada más larga del fútbol inglés. Los Reds contaban con referentes como Bob Paisley (quien desarrollaría una enorme carrera como entrenador del equipo años más tarde), Laurie Hughes, Phil Taylor y Billy Liddell. Setenta días después de los festejos, vería la luz la siguiente temporada de la Football League, esta vez, con un calendario inmaculado.
Justamente el Liverpool, equipo que se encontraba a punto de coronarse campeón, tendrá que seguir esperando (algo que vienen haciendo hace 30 años). Aunque no sabemos bien cómo, imaginamos que se completará el calendario. Creemos que no van a cometer la pecheada (?) perpetrada por los Wolves en aquel entonces.
- AUTOR
- Fernando Marino
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