América
Romário, la figura indiscutida del regreso a la gloria brasileña
De cara al Mundial 1994, Brasil se encontraba en una situación compleja. Había perdido su primer partido por eliminatorias contra Bolivia por dos tantos contra cero y llegaba a la última jornada igualado en puntos con su rival, Uruguay, aunque con mejor diferencia de gol. El partido se disputaba en el mítico Maracaná, que 44 años antes había visto la que fue posiblemente la mayor sorpresa de la historia del fútbol global. Un triunfo uruguayo sentenciaría a la canarinha a no ir a un Mundial por primera vez en su historia.
Fue entonces cuando Carlos Alberto Parreira, entrenador de la selección, decidió convocar a Romário de Souza Faria, reciente fichaje del Fútbol Club Barcelona, de 27 años de edad, por primera vez en toda la eliminatoria. El baixinho rindió con creces anotando los dos goles del triunfo que llevarían a Brasil a Estados Unidos 1994. No era la primera vez que derrotaba a los charrúas, cuatro años antes había anotado el 1-0 ante Uruguay con el cual Brasil se impuso como local en la Copa América 1989, poniendo fin a una sequía de 40 años en el torneo.
Romário encaró el certamen a desarrollarse en tierras norteamericanas con un estado de forma óptimo, luego de una temporada donde fue campeón y Pichichi de la liga española con 30 goles, y cuya única decepción mayúscula fue la derrota en la final de la Champions League por 4-0 contra el AC Milan. En ese Mundial también se destacaría otro compañero suyo, el siempre talentoso y díscolo Hristo Stoitchkov.
El carioca había disputado el Mundial anterior, pero sólo había jugado un partido contra Escocia, pues una serie de lesiones lo habían hecho perder el puesto con Müller. Su compañero en la delantera sería, al igual que en el partido contra Uruguay, Bebeto, delantero que se lucía en Deportivo La Coruña.
Brasil comenzaba en el Grupo B contra Rusia. Taffarel; Jorginho, Ricardo Rocha, Marcio Santos, Leonardo; Dunga, Mauro Silva, Zinho; Raí, Bebeto y Romário fue el equipo que dispuso Parreira y que se impuso sin inconvenientes en el debut. Romário anotó el primer gol a los 26 minutos, punteando de derecha tras un córner ejecutado por Bebeto, y el capitán Raí amplió la cifra con un tiro penal en el segundo tiempo, tras una falta cometida sobre nuestro homenajeado.
El segundo cotejo fue contra Camerún, la selección que había sacudido al mundo cuatro años atrás. Con el ingreso de Aldair por el lesionado Rocha, que no volvería a disputar partido alguno en la Copa, se completó el equipo que derrotó cómodamente a un débil combinado. Nuevamente el baixinho abrió el marcador, tras eludir a tres jugadores y definir ante la salida del veterano arquero Joseph-Antoine Bell. Le siguieron los goles de Marcio Santos y Bebeto, este último tras una gran jugada de Romário, parcialmente evitada por el golero.
El último partido de la zona sería contra Suecia, que llegaba con cuatro puntos, en Detroit, en el primer estadio indoor en los mundiales. Parreira repitió la alineación. Esta vez el score lo abrió Kenneth Andersson. Pero Romário igualó el cotejo al minuto del segundo tiempo, definiendo de derecha punteándola al igual que en sus dos goles anteriores. Una marca registrada del baixinho. Clasificación cómoda con tres goles. Los tres, claves en el resultado.
En octavos de final, Brasil se encontró con el combinado local, que perdió su último partido con Rumania y terminó pasando como uno de los mejores terceros. Parreira hizo una modificación, con la salida del capitán y número 10, Raí, para dar ingreso a Mazinho, un jugador más combativo. De esa forma, mediante Mazinho, Mauro Silva y Dunga, era un mediocampo de cuidado, con Zinho poniendo dosis de habilidad, no exentas de sacrificio. El encuentro fue bastante cerrado y Brasil quedó con un jugador menos tras la expulsión de Leonardo, por un artero codazo sobre Tab Ramos sobre el final del primer tiempo. Con dificultades para abrir el marcador, Romário retrocedió a la zona del enganche que no estaba, dada la ausencia de Raí, y apiló tres rivales para asistir a Bebeto, quien definió bajo y cruzado a la derecha de Tony Meola, estableciendo la diferencia faltando 18 minutos para el final. El resultado no se movería. Romário, una vez más, fue clave, pese a no anotar.
Llegaría ni más ni menos que Holanda en cuartos de final, en Dallas. El único antecedente entre ambos equipos era de 1974, cuando el equipo liderado por Johann Cruyff se había impuesto por 2-0 contra el de Rivelino. Parreira dispuso el mismo equipo del partido anterior, con el ingreso del veterano Branco por el suspendido (ya por todo el torneo) Leonardo. Luego de un primer tiempo cerrado con un empate sin goles, la furia se desató en el segundo período. Fue, cuándo no, Romário el que abrió el marcador a los ocho minutos. Tras un muy buen pelotazo de Aldair, desbordó Bebeto por la izquierda y envió un certero centro; Romário de derecha envió el balón a la red ante la mirada de Ed De Goey. Apenas diez minutos después, una volea del golero neerlandés derivó en un rechace de cabeza de Branco que fue directo a la posición del Chapulín, en claro fuera de juego. Sin embargo, Romário no intervino en la jugada y apareció Bebeto, habilitado, para llevarse el balón, eludir al arquero y poner el dos a cero, con el histórico festejo de los dos delanteros con Mazinho acunando a un bebé, en homenaje al hijo recién nacido del anotador del tanto.
Partido liquidado, dirían muchos. Pero contra Holanda, nunca confiarse. Y menos cuando tienen a Dennis Bergkamp. Un lateral rápido de Rob Witschge fue directo al área para encontrar a Bergkamp, quien pasó cómodo entre Marcio Santos, con Aldair y Jorginho cerrando un eventual centro, para cruzarla abajo a la izquierda de Taffarel. Holanda de nuevo en partido. Doce minutos luego, tras un buen tiro de esquina ejecutado por Marc Overmars, apareció Aaron Winter en el área chica para cabecear ante la salida de Taffarel e igualar el encuentro. Incredulidad total del lado brasileño. Parreira hizo ingresar a Raí por Mazinho con el objetivo de ir a buscar el partido. Sin embargo, sería una corajeada de Branco, derribado por Wim Jonk, lo que desequilibraría el encuentro. El propio Branco se ocupó del tiro libre a unos 35 metros del arco en línea recta. Un feroz disparo bajo venció la resistencia de De Goey y Brasil volvió a meterse entre los mejores cuatro del mundo después de 16 años.
Su rival en semifinales sería Suecia, al que ya se había enfrentado hacía 15 días. Nuevamente repetiría Parreira el esquema y formación. Brasil dispuso de numerosas chances para abrir el marcador en el primer tiempo, pero ciertos defectos en la definición, así como buenas paradas del veterano arquero Thomas Ravelli, evitaron el gol. Incluso, hubo una jugada donde Romário eludió al guardameta y un defensor salvó la pelota en la línea. El entrenador brasileño dispuso nuevamente en el entre tiempo el ingreso de Raí por Mazinho. El dominio brasileño continuó, con Suecia resistiendo. Una llegada a destiempo de Jonas Thern contra Dunga determinó su expulsión a los 18 minutos del segundo tiempo, inclinando aún más la balanza para Brasil, que con bastante juego asociativo llegaba pero sin poder abrir el marcador. Hasta que faltando diez minutos, desbordó Jorginho por la derecha para enviar un centro y apareció Romário, de 1,67 metros, entre Roland Nilsson y Patrik Andersson, considerablemente más altos que él, y con la cabeza mandó el balón a la red de pique el suelo. Partido liquidado. Las opciones hasta que terminó el juego fueron todas de Brasil. Justo finalista.
En la final se enfrentaría ni más ni menos que a Italia. Una selección que había comenzado mal el Mundial, con una derrota ante Irlanda, la expulsión de su arquero Gianluca Pagliuca en su segundo partido frente a Noruega y el reemplazo de su estrella Roberto Baggio, Balón de Oro y mejor jugador FIFA 1993, para el ingreso del arquero suplente, sumado a la lesión del capitán Franco Baresi apenas comenzado el segundo tiempo, hacían presagiar un torneo aciago para los tres veces campeones del mundo. Sin embargo, triunfaron en ese partido con un gol de Dino Baggio y, luego de un empate a uno con México, pasaron como mejores terceros gracias a tener un gol más que Noruega. En la primera ronda eliminatoria se encontraron en desventaja frente a Nigeria desde los 25 minutos. Cuando los africanos se veían en cuartos de final, apareció Roberto Baggio a escasos segundos del cierre para igualar el marcador. Un penal convertido también por el ’10’ italiano en el tiempo suplementario cerró la serie. Luego contra España, cuando el encuentro estaba igualado en un tanto, apareció nuevamente Il Codino a falta de tres minutos para llevar al equipo a semifinales contra Bulgaria. Aquí el talentoso mediapunta volvió a aparecer en todo su esplendor y anotó por duplicado. Cinco goles de los seis de Italia en la instancia de “mata mata” pusieron a Baggio como gran estrella de un Mundial en el que había arrancado para fracaso rotundo. Llegaba al partido cumbre con la misma cifra que Romário, que había anotado uno en todos los partidos menos contra Estados Unidos. Se esperaba una gran final. Y Franco Baresi volvía a formar parte del equipo en lugar de su eterno compañero en Milan, Alessandro Costacurta.
Brasil presentó su alineación habitual. Italia se alineó con Pagliuca; Roberto Mussi, Baresi, Paolo Maldini y Antonio Benarrivo; Dino Baggio, Demetrio Albertini, Nicola Berti y Roberto Donadoni; Roberto Baggio y Daniele Massaro. Este último ingresaba por Pierluigi Casiraghi. El partido fue muy pero muy cerrado, con pocas situaciones claras para ambos equipos, con Italia conteniendo muy bien los esfuerzos de Brasil. Se arribó a tiempo extra, donde no cambió el resultado.
Llegó la definición por disparos desde el punto del penal. Comenzó Italia. Franco Baresi, que había llegado a su límite físico pero manteniendo unas prestaciones acordes a su nivel histórico, ejecutó el primer penal. Por arriba del travesaño. Marcio Santos comenzó para Brasil. Pagliuca lo contuvo. Luego convirtió Albertini. Era el momento de Romário. Momento clave. Brillante remate cruzado al ángulo que recorrió toda la red. Era la última pelota que iba a tocar el crack brasileño en el Mundial. Y lo hacía con lujo. Como siempre. Luego convirtieron Evani y Bebeto. Hasta que fue el turno del cuarto penal, de Daniele Massaro, que con 33 años viajó a EEUU luego de una gran temporada obteniendo la liga italiana y anotando dos goles en la histórica final de la Champions League contra el Barcelona del propio Romário. Sin embargo, su remate fue detenido por Taffarel. El capitán Dunga desniveló el marcador a favor de los brasileños. Roberto Baggio se acercó para ejecutar el quinto y, al igual que Baresi, lo envió por encima del travesaño. Brasil campeón. Primera selección en ganar un Mundial por cuarta vez.
Romário fue elegido el mejor del campeonato con justicia y sería consagrado también como mejor jugador FIFA del año 1994. Su influencia fue notable y posiblemente, desde Diego Maradona en 1986, no hubo balón de oro que sea tan indiscutido como el nacido en Río de Janeiro.
Sería el último Mundial de Romário. Una lesión a último momento lo privó de disputar el de Francia 1998, donde su compañero Bebeto lo reemplazaría en el ataque junto al mejor jugador del mundo de ese momento, Ronaldo. Para el de 2002, aún con 36 años, tenía mucha vigencia en Vasco da Gama. Hubo una campaña nacional para llevarlo, pero Luiz Felipe Scolari se mostró impertérrito y Brasil ganaría el penta sin Romário.
- AUTOR
- Pablo Dragun
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