Copas selecciones
Ronaldo en 1998, entre goles y un ataque cardíaco
Cuatro goles anotados en los duelos de eliminación directa habían alimentado la ilusión de Brasil por repetir el título. Ronaldo, quien llegó a la cita de Francia 1998 como gran figura, estaba respondiendo a las expectativas. Sus conquistas desde octavos de final en adelante fueron claves para que el seleccionado avance, y se sumaban al tanto convertido en fase de grupos. Aún lejos de un nivel superlativo, el cual podía esperarse dadas sus dos magníficas temporadas anteriores, el delantero anotaba su nombre en los registros históricos. Sin embargo, un día antes del partido decisivo, un episodio hizo peligrar su vida y afectó considerablemente el juego brasileño en la final.
El ‘9’ eligió la comodidad de su habitación en el hotel parisino para descansar, en las horas previas al encuentro ante el local Francia. Se recostó a observar por televisión una carrera de Fórmula 1 para distraerse y olvidar, aunque sea por un rato, la tamaña presión generada alrededor suyo. Minutos después, tuvo un ataque cardíaco que hizo entrar en pánico a la delegación del equipo sudamericano. Sufría convulsiones mientras su compañero de pieza, Roberto Carlos, salía al pasillo a solicitar auxilio. “Ronaldo se muere”, gritó con desesperación y a su llamado atendieron el médico Doriva, César Sampaio y Edmundo. Precisamente, el atacante que era suplente del Fenómeno expresó tiempo después: “Lo vi en un estado tremendo, se golpeaba los brazos contra las piernas y de su boca salía espuma”.
Atendido inmediatamente por los médicos tras un minuto que se hizo eterno, Ronaldo fue trasladado a un hospital en el que se le hicieron diversos estudios que no constataron un caso de gravedad. Despertó con profundos dolores que, según confesó, fueron desapareciendo progresivamente, haciéndolo entrar en un estado de relajación. Al día siguiente, mientras su estado de salud era una incógnita para el mundo y el parte oficial manifestaba que sólo existía una dolencia en su tobillo derecho, torció la decisión del entrenador Mario Zagallo y disputó la final como titular.
«Los problemas de Ronaldo abatieron psicológicamente a la selección y la mantuvierona atada. No tendría que haber jugado, pero cuando llegó del hospital me dijo que estaba para jugar y por eso entró. Después dudé mucho sobre si lo tenía que sacar o no pero no me decidí». Mario Zagallo, tras la final.
“Me encuentro bien, no tengo nada”, le dijo al DT horas antes del partido. Zagallo aceptó el pedido de su estrella y modificó una planilla que ya tenía inscripto el nombre de Edmundo. Sin embargo, el nivel de Ronaldo fue muy bajo y el conjunto francés apabulló a un equipo conmocionado. Lejos de focalizarse en el partido definitorio, todo Brasil estaba preocupado por la salud de su hombre insignia. “Cada vez que le tocábamos la pelota o lo veíamos por el campo, temíamos por su vida. No podíamos dejar de tenerlo en mente todo el tiempo, era una sensación generalizada de pánico”, admitió César Sampaio.
Distintas versiones circularon tras el suceso, conocido tiempo luego de la final en que Francia derrotó 3-0 a la Canarinha. Una de ellas fue que, siguiendo un diagnóstico erróneo de epilepsia, a Ronnie le brindaron un medicamento que le hizo perder sus energías por varios días; eso, sin lugar a dudas, podría explicar su andar taciturno por el césped del estadio Saint Denis. Otra apuntaba a que el futbolista tenía un contrato personal con la marca Nike por el que debía jugar todos los minutos de la competencia. Incluso, Bruno Carú, un médico italiano que recogió toda la información que recopiló del caso Piero Volpi, médico del Inter (por aquel entonces, el club en el que militaba el ariete), aseguró que un movimiento no intencional de cabeza, mientras miraba la carrera por TV en el hotel, hizo que Ronaldo comprimiese un órgano que se encarga de regular la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
El cierre de la Copa del Mundo en lares franceses estuvo lejos de lo deseado. Cuatro años luego, en Corea y Japón 2002, se redimió y conquistó el pentacampeonato para Brasil, en lo que fue la tercera final consecutiva para su seleccionado. De todos modos, su aporte para arribar al último día del torneo galo fue vital, anotando cinco tantos mientras su nivel iba in crescendo en medio de la competencia. Tras viajar a Estados Unidos en 1994 y no disputar un minuto en el equipo que se consagró por la vía del penal ante la Italia de Roberto Baggio, éste era su momento, a los 21 años.
«Mi gran ilusión es levantar la Copa del Mundo. En Brasil tuvimos que esperar mucho tiempo para festejar el tetra y sería fantástico pasar enseguida al pentacampeonato». Ronaldo, en los días previos a la Copa, en entrevista con revista Mística.
Llegó al Mundial siendo absoluta figura, con las perspectivas globales de que se suba al podio de los grandes de la historia y ocupara un puesto que había quedado vacante tras la coronación de Diego Maradona en 1986. Desde todos los ámbitos futbolísticos, se le reclamaba que diera un paso al frente. Pese a su juventud, llevaba cuatro años jugando al máximo nivel europeo, a posteriori de ser contratado por el PSV Eindhoven tras una gran temporada en Cruzeiro, y de números estratosféricos en Barcelona e Inter. En cada uno de los últimos dos clubes mencionados, tuvo registros de un goleador inigualable. Mientras con la casaca culé hizo 47 tantos en 49 encuentros, con el neroazzurro convirtió 34 en 47 y ganó la Copa UEFA. Seis meses antes de la gran cita de selecciones en Francia, la revista France Football le dio el Balón de Oro al mejor jugador de 1997.
Una posible dupla con Romário ilusionaba al pueblo brasileño, puesto que entre ambos habían conquistado la Copa América y la Copa Confederaciones un años antes. No obstante, el talento del Chapulín no lo acompañó en el Mundial por una lesión que lo marginó a último momento. Bebeto, discutido antes del certamen, tomó su lugar en la delantera. Una vez superada la espera de 24 años para volver a gobernar el globo, alcanzado el cuarto título en Estados Unidos, los dirigidos por Lobo Zagallo buscaban que el penta llegase sin tardanza.
Una carambola que derivó en un gol en contra permitió la victoria ante Escocia en el primer partido. Marruecos no pudo plantar cara y comenzó a aparecer la mejor versión de O Fenómeno, inclusive ante una patada muy brusca que pudo lesionarlo. Fue 3-0 con un gol suyo, tras una gran asistencia de Rivaldo y una definición en la que dejó correr la pelota para perfilarse y sacar el derechazo desde la frontal. Dos victorias y clasificación a la siguiente ronda. Algunas dudas aparecieron con la derrota ante Noruega, conducida por la jerarquía de Tore André Flo, pero la marcha triunfal de la Verdeamarelha no se detendría una vez llegados los mata-mata.
Brasil era un equipo seguro de sus virtudes y con un plan establecido. Lejos del gran talento en mediocampo con el que supo contar en décadas anteriores, se definía en un 4-4-2 que disponía de dos laterales muy profundos, un equilibrio entre contención y creatividad en la medular, y la categoría de Ronaldo junto a la experiencia de Bebeto en fase ofensiva. Cafú y Roberto Carlos perforaban cualquier defensa con sus desbordes y siempre hacían ancho el campo para que, por dentro, pudieran combinar Leonardo, Rivaldo, Ronaldo y, cuando ingresaba desde el banco de suplentes, Denilson. El liderazgo de Dunga era una de las piedras basales del colectivo, que se sostenía en campo rival siempre que el mediocampista que usaba la ‘8’ cubría las espaldas.
La fina clase de Rivaldo lo acercaba a su punto máximo de rendimiento, y el centro delantero acarreaba un nivel prodigioso. Ronaldo se alejaba del área para combinar con sus compañeros y crear espacios que otros atacaran, aunque igualmente era capaz de asociarse y desmarcarse a un espacio vacío en cuestión de segundos. Cuando se ponía de frente a su marcador, era impredecible y podía desnivelar para cualquier costado, con un cambio de ritmo asombroso o su característica bicicleta que hacía que sus rivales queden en el camino. Así como aparecía en todo el frente de ataque, no desperdiciaba chance alguna para rematar y se mostraba siempre peligroso. Se convertía en una amenaza constante en el área y también mostró su faceta de asistidor en la Copa.
Chile fue el rival en octavos de final y la larga secuencia de triunfos en esa instancia de brasileños contra trasandinos comenzó a tomar forma. También lo hizo la capacidad goleadora del ‘9’, que alternaba de todas formas momentos de absoluta brillantez con otros en los que pasaba desapercibido. No necesitaba estar siempre en el centro de la escena para inventar una acción de riesgo, dentro de un equipo que muchas veces no controlaba totalmente los partidos pero tenía mucho talento para hacer la diferencia. El solitario gol de Marcelo Salas no consiguió poner color al 4-1 carioca, y el centro delantero de Brasil marcó por duplicado. Primero hizo su gol de penal (el arquero Nelson Tapia arañó el remate, sobre su izquierda a media altura), y más tarde cerró la contienda a través de una definición con su pie derecho. La dupla conformada por Iván Zamorano y Salas quedaba en el camino en el Parque de los Príncipes.
Días luego, fue el turno de Dinamarca, una selección que aún disfrutaba de la magia de los hermanos Laudrup. Michael, quien anunció su retiro una vez concluida la Copa, anotó el gol que empató el cotejo en dos. Los daneses pusieron en aprietos a los sudamericanos, cuyos goles habían sido anotados tras sendas habilitaciones de Ronnie. Brian Laudrup, Peter Schmeichel y Alan Nielsen fueron otros futbolistas cuyos nombres quedaron archivados tras el último certamen del Siglo XX. Rivaldo, con un doblete, se encargó de depositar a Brasil entre los cuatro mejores.
El equipo que conducía Zagallo, campeón mundial como jugador en 1958 y 1962, no atravesaba un momento futbolístico de alto vuelo, pero conseguía desplegarse en ataque con precisión y velocidad. Ocupaba el campo contrario con muchos efectivos. Holanda, en semifinales, pudo merecer algo más y logró estampar la igualdad en uno cuando agonizaba el que fue sin dudas el mejor partido del Mundial, por su ritmo frenético. Una gran acción de Ronaldo había sido la antesala de la apertura del marcador: consiguió desmarcarse y atacar un balón que Rivaldo le cedió al espacio, y frente a Edwin Van der Sar remató sin piedad. El cabezazo de Patrick Kluivert empató las cifras y llevó todo a un tiempo suplementario de ida y vuelta, en el que los europeos extrañaron al mejor Dennis Bergkamp y el ‘9’ nacido en Río de Janeiro fue imposible de detectar para Frank de Boer, Jaap Stam y compañía, aunque falló tres ocasiones claras. En los penales, Taffarel fue amo y señor, conteniendo los remates de Philip Cocu y Ronald de Boer para acceder por segundo año consecutivo al juego más importante.
Fue el Mundial de la sorpresa de Croacia -con Davor Suker, Robert Prosinecki y Zvonimir Boban– el desparpajo de Nigeria comandado por Jay-Jay Okocha, la aparición fulgurante de Michael Owen, el fútbol holandés que pudo haber tenido otro cierre, las desilusiones italianas, argentinas y alemanas. Luís Nazário de Lima supo que aún no era su tiempo, y asistió en la noche francesa al desequilibrio que causaron Zinedine Zidane y Emmanuel Petit. “Tuve un miedo terrible. Perdimos el Mundial, pero yo gané otra copa, la de la vida”, declaró el jugador que fue destacado como el mejor en 1998, pero que recién se coronaría para siempre años después en las canchas asiáticas.
- AUTOR
- Nicolás Galliari
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