América
Rosario, tierra de talentos y una pasión inigualable (I)
Recorrer los barrios y estadios de los cinco clubes más populares de Rosario es conocer la mixtura atrapante de la ciudad entre su cultura histórica y un ecosistema verde y natural que da forma a diferentes paisajes. El ecoturismo, suelen decir por aquí, atrapa tanto como el turismo en sí, es decir caminar por el centro y visitar museos históricos, construcciones del Siglo XIX que aún mantienen su fachada o el cruce de peatonales Córdoba y San Martín. Una metrópolis con alma de pueblo, que nunca cambiará esa consideración en una sociedad que se muestra orgullosa de vivir donde lo hace, y en un ámbito donde el fútbol se respira como en ninguna otra parte. Visitar las distintas canchas lleva a un mini tour, con pasos por los antiguos Silos Davis, el Parque España y su túnel o el Monumento a la Bandera.
El Parque de la Independencia deja asomar el Coloso Marcelo Bielsa. Las copas frondosas de miles de árboles cubren un espacio único, y junto al lago artificial dividen el estadio de la Avenida Pellegrini, una de las más transitadas. Pasear por el parque es perderse en un laberinto del que se conoce la salida, pero en el que uno se cautiva por la inmensidad. El hipódromo se hace presente al girar y, en el costado opuesto de la cancha, cuatro banderas gigantes dan la bienvenida. En ellas aparecen Lionel Messi, Diego Maradona, Gerardo Martino, Bielsa, Maximiliano Rodríguez, aquellos que tienen una identificación con la camiseta rojinegra.
El Gigante de Arroyito se ubica a metros del río Paraná, lo que brinda una vista excelente desde Cordiviola, la calle trasera. Caribe Canalla, el sector de playa al que exclusivamente pueden acceder los socios, tiene comunicación directa con el club, al que accedemos por calle Avellaneda tras dejar atrás el Viaducto y el bar denominado Heisenberg, como el personaje de la magnánima serie Breaking Bad. Una pared hace referencia a dos íconos: “Legítimos herederos de todo el valor del Che (Guevara) y la alegría de Olmedo”. Para irnos, bordeamos el río por la Costanera, y la brisa del viento que secunda el lugar se va haciendo cada vez más fuerte.
El Trinche, por su parte, se hace presente desde un mural del Gabino Sosa. Tomás Felipe Carlovich ha dejado una huella indeleble en Central Córdoba. Su maravilloso fútbol, desapegado a los grandes esfuerzos y a abandonar su tierra, lo convirtió en un mito. La estación de trenes y las vías dicen presente, y comienzan a dar una guía de la fundación de los clubes. Tiro Federal recibe a sus visitantes con una hermosa maqueta de todo su predio, y el estadio de Argentino se cobija entre casas y edificios. Los alrededores de cada recinto deportivo tienen a jóvenes jugando al fútbol, ensayando arcos con buzos o remeras. Numerosos conjuntos se encuentran además a las sombras, actuando en certámenes zonales dentro de una Asociación Rosarina de Fútbol que la AFA reconoce como la más grande del interior del país, habiéndose profesionalizado en 1931.
«En Rosario, bellas mujeres y grandes jugadores de fútbol hay por doquier. Hay tiempo suficiente, artistas plásticos, músicos, cineastas, novelistas. Uno contiguo al otro. Por eso se conocen, aunque se celebran entre sí menos de lo que su arte merece. Allí, la rivalidad es castrense, el derrotado no tiene paz, son capaces de irte a buscar hasta abajo de la cama». Rafael Bielsa, en la revista Panenka de diciembre de 2011.
Los comienzos de los clubes datan de fines del Siglo XIX y principios del XX, cuando los barcos llegaban hasta el puerto con técnicos británicos encargados de colocar los rieles ferroviarios en la ciudad. Así, lo que comenzó siendo un juego aristocrático, poco después mutó para practicarse en los barrios y en cualquier tiempo libre. Empleados del Ferrocarril Central Argentino conformaron el Central Argentine Railway Club en 1889, con la condición de que sus socios fueran también empleados del ferrocarril. Nacía Rosario Central, y tiempo más tarde se modificó esa regla para dar lugar a cualquier interesado, como también se cambiaron los colores rojo y blanco.
Una asociación entre los ferrocarriles de Córdoba y Rosario dio origen a Central Córdoba, en 1906, llamándose primeramente Córdoba and Rosario Railway Club. Tres años antes, los alumnos de Isaac Newell decidieron rendir homenaje a su profesor de inglés, y llamaron al club Newell’s Old Boys. Isaac tenía relación también con administradores del ferrocarril. Por aquel tiempo, también se presenta Tiro, que nace con el sentido de encontrar un lugar para el fútbol en las inmediaciones del Stand de Tiro Federal, donde se ponía en consideración la capacidad en el manejo de armas. En 1912, en tanto, comienza con sus funciones Argentino, llamándose primeramente Embarcadero Córdoba-Rosario. Ya en aquellos años, diferentes cracks rosarinos viajaban a Buenos Aires para jugar en los seleccionados que recibían a diferentes potencias europeas.
Las rivalidades existen también desde aquellos días. Central Córdoba y Argentino protagonizan el clásico del Ascenso; actualmente, uno se encuentra en las ubicaciones bajas de la C, mientras el otro deambula por la D. En el verano, jugaron nuevamente en un duelo amistoso en Mar Chiquita, reeditando un partido que se había jugado por última vez en 2005, y el Salaíto venció. Por su lado, según cita la página oficial del Museo Ciudad del Fútbol de Rosario, el primer clásico entre NOB y Central se disputó en 1905, y en poco más de once décadas el antagonismo entre uno y otro ha crecido hasta límites insospechados.
Caminar por Rosario significa adentrarse en un mundo que gobiernan los dos clubes más poderosos. No existe una calle de la ciudad que no tenga pintadas o graffitis alusivos a Central y Newell’s. Lógicamente, en la cercanía de cada estadio, los diferentes colores se profundizan, aunque las paredes de cualquier sitio sirven para la demostración de arte urbano. También, barandas de puentes, palos de luz, columnas y diferentes elementos están pintados de azul y amarillo o de rojo y negro, con diferentes frases o letras de canciones. Por caso, no son pocas las pinturas de parlantes tachados, y se mezclan con aquellas obras que recuerdan a Claudio Pocho Lepratti, quien fuera asesinado por la policía durante la crisis de 2001, al salir de un comedor y pedir que bajaran las armas. Su historia motivó una canción de León Gieco. Incluso, estas exhibiciones de arte se repiten por la zona como la inscripción “Dejé mi bicicleta aquí, ¿alguien la vio?”, junto a una flecha que indica un lugar vacío. Puede resultar invasivo, ya que los colores están a lo largo y ancho de la ciudad donde se izó por primera vez la bandera argentina, pero es al mismo tiempo un motivo que hace singular al pueblo futbolero. Una casa velatoria, por si fuera poco, permite solicitar cajones temáticos de cada club.
Al ser consultado por la exaltación desmedida con que se vive cada fin de semana, Pablo Montenegro, periodista de Canal 3 y Radio 2 de Rosario, expresa que “el fútbol moviliza a los rosarinos de todas las edades y estratos sociales y está presente en cada charla de café y ascensor, entre compañeros de oficina o vecinos. La pasión ha sido grande desde épocas fundacionales. Hay un gusto genuino por este deporte y se lo sigue por TV, radio o diarios”. Ariel Gómez, quien trabaja para la misma señal radiofónica, dice: “La relación es una mezcla de amor, pasión y desenfreno. Central y Newell’s se devoraron a Rosario como ciudad. Ha dejado de ser el lugar de la cultura, de la Trova y Fontanarrosa para convertirse en uno de los puntos clave del fútbol argentino. Hoy, al clásico rosarino lo quieren ver todos”. Sergio Faletto, del diario La Capital, opina con una perspectiva similar; «el fútbol forma parte de la identidad de Rosario, por ende constituye un componente cultural muy importante que la ciudad debe preservar, porque la distingue. La forma más conveniente es aplicando individual y colectivamente el sentido común», apunta.
«Es diferente a otras ciudades por su pasión única por el fútbol y la cultura. La zona aledaña a la ciudad es una usina generadora de talentos que tiene en Rosario el objetivo central de sus sueños de fútbol. En esa zona privilegiada de la Argentina, rodeada de los mejores campos para el desarrollo de la agricultura, crecen niños formados físicamente y con una enorme pasión». Gerardo Martino, en la revista Panenka de diciembre de 2011.
No obstante, los límites se han ido corriendo hasta lo insostenible. Lo primero que se observa cuando se da a conocer el fixture es qué día tocará el clásico, y en la semana del partido las precauciones son extremas. Rosario se paraliza y en la calle pareciese no haber un alma durante las dos horas del juego. El magnífico cuento de Roberto Fontanarrosa, “La observación de los pájaros”, lo ejemplifica a la perfección. El mítico escritor, que siempre visitaba el bar El Cairo junto a La Mesa de los Galanes y nunca quiso irse de la ciudad, escribe que observa el movimiento de las aves para averiguar qué está sucediendo en el partido. Y expresa con su pluma única que sí, es la fiesta de la ciudad, pero genera tanta incertidumbre y nerviosismo un solo partido que “se van a la concha de su madre con la fiesta de la ciudad”.
«La pasión es un elemento distintivo del rosarino. Y los hinchas la expresan de las más diversas maneras en pos de diferenciarse. Esta sociedad es un conjunto de idénticas características pasionales, pero canalizadas en dos clubes distintos. Para la existencia de uno es indispensable la del otro», subraya Faletto. Montenegro asevera que “los hinchas de uno y otro son tan fanas de sus clubes como de su propia hinchada. Se vanaglorian de ser los más seguidores, aludiendo siempre a la fidelidad que los hace llenar las tribunas. Eso lleva a una comparación que pone siempre al fútbol en el centro de la escena, independientemente del presente de cada uno”. Gómez, en sintonía, espeta que la ciudad “tiene dos representantes en la élite del país. Fueron creciendo y se produjo una polarización que ha sido alimentada peligrosamente, estando en el límite entre pasión y violencia”.
Los hinchas centralistas aún rememoran el 4-0 frente a su adversario acérrimo hace 20 años, cuando la cantidad de expulsados de NOB hizo que el encuentro se diese por finalizado. Así, en cada foto marcan el cuatro con sus dedos. De la misma forma, el simpatizante de los del Parque recuerda siempre el derbi de 1991, cuando el juego acarreaba el mismo resultado y se suspendió faltando poco para el cierre, por disturbios en una tribuna de Central que acabó despoblada. Las costumbres de cada uno se muestran todos los años: los canallas reproducen hasta en el fin del mundo la palomita de Aldo Pedro Poy, con el propio protagonista, y los leprosos realizan un banderazo previo a los clásicos en los que el estadio es una fiesta, pero donde el mensaje se degenera y aparece el “matar o morir”.
Asimismo, ha tenido que ver el negocio de las drogas para que se deforme la pasión por el fútbol. Hace tiempo que el narcotráfico tiene su epicentro en la ciudad y, por cuestión de negocios, ocurrió que el jefe de la barra brava de Central gerenciaba la de NOB. La familia Cantero lideraba desde 1990 la escena, aunque la inserción de Luis Bassi primero y Luis Paz después ha dado lugar a una guerra imparable que se ha cobrado decenas de vidas y donde las venganzas están a la orden del día, incluso en el centro de la ciudad. La zona sur ha sido el lugar de mayor concentración, así como también el radio de doce cuadras donde se acumulan las muertes conocido como “Pimpilandia”, por el asesinado barra de NOB.
Un mural de barrio La Granada recuerda a Claudio Ariel Pájaro Cantero, el jefe narco exlíder de Los Monos muerto a tiros en 2013, con la inscripción “Ciudad de Dios”. La imagen se encuentra al costado de una canchita de fútbol que habría mandado a construir para los chicos de la zona. Según citó el diario La Capital, no hay unanimidad en torno a su figura. “Para muchos, Cantero es un señor que hizo cosas por el barrio cuando el Estado miró para otro lado. No se puede negar que su actividad es reprochable, pero para castigarla están la policía y los jueces. ¿O no?», señaló un vecino tiempo atrás.
En paralelo, el trato que se da a la cuestión y al fútbol en los medios de comunicación ha de ser cada día más cuidadoso, con la búsqueda de que los aficionados no tomen un mensaje con total literalidad y sin poder arribar al antiguo folklore entre ambos bandos. Dentro de ese ámbito, Gómez manifiesta que “los medios han sido una influencia negativa en el crecimiento de la violencia. Y cuando hablamos de violencia, no solo nos referimos a barrabravas, sino a los denominados genuinos -¿por qué genuinos?-. Se han excedido en el lugar que le dieron al hincha, tanto que hoy son casi igual de importante que los jugadores”. Montenegro analiza: “deben ser responsables a la hora de comunicar. En tiempos donde solo parece importar el resultado, hay que dejar en claro que el fútbol es solo un deporte. Un buen o mal resultado no cambia la vida de nadie”. «Un comunicador es responsable de lo que expresa y no de la interpretación que hacen aquellos que viven predispuestos a ejercer violencia de cualquier tipo. El periodista tiene un compromiso social, pero existen receptores formateados por una mala concepción de la pasión. El fútbol es una parte minúscula de la vida», coincide Faletto.
Rosario, cuna inacabable de talentos, históricos y por venir, es el escenario de una pasión inigualable. Desde César Luis Menotti a Carlovich, de Ángel Di María a Messi. Los límites continúan deformándose, aunque no ese júbilo por el juego que parece no tener semejanza en otros rincones del globo.
- AUTOR
- Nicolás Galliari
Comentarios