América
Sao Paulo y la revancha del ‘Mestre’
En el fútbol el resultado suele atentar contra la continuidad de las ideas. Una derrota en un momento inoportuno puede hacer rodar escaleras abajo al más preciado de los preceptos. La estética termina siendo denostada. Los riesgosos excesos de la belleza sucumben ante el pragmatismo del que propone aprovecharse del error adversario. El disfrute pasa a un segundo plano por la efímera tristeza de un gol rival.
Sin embargo la historia guarda un baúl que prioriza al mérito por sobre la contundencia del resultado consumado. El ganador sigue siendo el mismo. No se discute. Pero la luz de los focos de la inmortalidad ilumina con énfasis los triunfos de las ideologías. Los campeones que el éxito dejó de lado no figuran en el palmarés pero ocupan un espacio mucho más importante en el recuerdo de los terrenales espectadores, que han sabido valorar el cómo por encima del cuánto.
Telé Santana había sido una descomunal víctima de la injusticia que permite la incertidumbre del fútbol. Aquella derrota ante una Italia efectiva –y mal etiquetada porque era un gran equipo- había dejado sin corona al campeón mundial de la estética en España ’82. Cuatro años más tarde, los penales decidieron dejar de lado a uno de los protagonistas de un partido inolvidable, y Francia dejó en el camino a la renovada versión ‘Verdeamarelha’ en México ’86. El ‘jogo bonito’ pasó a ser sinónimo de fracaso y quedó de rodillas ante la guillotina de los oportunistas.
Pero esto es fútbol y la máxima bien lo dice: siempre da revancha. En 1990 Sao Paulo encontró en el experimentado entrenador nacido en Itabirito, Minas Gerais, el reemplazante ideal para Carlos Alberto Silva. El ‘Tricolor’ paulista venía de perder la final del Brasileirao 1989 ante Vasco da Gama y naufragaba en mitad de la tabla en la temporada en curso.
El escenario inicial
El público paulista no veía en Santana la solución al problema. Aún era reciente la desilusión enorme con el ‘Scratch’ y lejano su único título nacional, obtenido con Atlético Mineiro en 1971. Y el hincha aún lidiaba con un Santos con la marca inigualable de la época de Pelé, con Palmeiras multicampeón nacional y con el popular Corinthians que era el máximo referente del fútbol paulista. A Sao Paulo le faltaba esa impronta que lo colocara por encima de aquellos. Y Telé se emparentaba más con el buen fútbol que con la victoria.
Sin embargo, el equipo logró reponerse de un inicio de gestión complicado y arribó a la final del Brasileirao 90. Pero perdió el partido cumbre nada más y nada menos que ante el ‘Timao’. Ni siquiera cierto pragmatismo en la propuesta inicial, de un Santana que parecía haber aprendido de sus errores, fue suficiente para alzarse con el máximo desafío nacional. El margen de error del ex entrenador de Fluminense, Botafogo, Gremio, Palmeiras y Flamengo, se reducía considerablemente.
El primer paso hacia la inmortalidad
Para 1991 la base futbolística funcionaba y se vislumbraban mejoras estéticas importantes. Telé no dejaba de lado su preocupación por reforzar convenientemente el aspecto defensivo. Había que atacar más defendiendo bien. El 4-4-2 original se volvió muy versátil. Ricardo Rocha ocupó el sector izquierdo de la defensa a espaldas de Leonardo, y Cafú era un lateral derecho –y a veces extremo o mediocampista por esa banda- marcadamente ofensivo. Con Antonio Carlos, un central muy técnico y Ronaldao, fuerte en el juego físico y aéreo, la presencia de un central en la izquierda y de dos jugadores con mucho recorrido en las bandas permitía jugar con varios sistemas. En el medio Mario Tilico era más extremo que centrocampista, Leonardo se asociaba a la creación, Bernardo era el eje de contención y Raí un completísimo volante, capaz de generar juego, de desequilibrar en el mano a mano, de llegar al gol y de dar una gran mano en el aspecto defensivo. Arriba Muller arrancaba en posición de wing para llegar velozmente al área y Macedo era un 9 que podía retroceder con eficiencia para generar espacios a la multitud que llegaba desde atrás.
El comienzo irregular en el Brasileirao complicó el recorrido, pero Sao Paulo se sobrepuso y no volvió a perder hasta la última jornada, cuando ya había cerrado su participación en el cuadrangular final con el primer puesto en la clasificación. Dos empates con Atlético Mineiro le dieron el pasaje a la definición del torneo por su mejor ubicación en la primera fase. Y el durísimo Bragantino, que dirigido por Carlos Alberto Parreira y con Mauro Silva como estandarte había igualado en puntos con Sao Paulo en la fase inicial, sería el rival en la final.
La diferencia mínima obtenida por Sao Paulo en el partido de ida disputado en el Morumbí, mediante un soberbio derechazo de Mario Tilico en el inicio del complemento, marcó el destino de una serie jugada con dientes apretados. El empate sin goles en el Marcelo Stéfani de Braganca Paulista significó el puntapié inicial de una era que llenaría de gloria al conjunto ‘tricolor’. Un equipo que obtuvo el título recibiendo solo 15 goles y marcando 28 en los 23 partidos que disputó a lo largo del torneo.
La segunda mitad del año sirvió para confirmar en el estadual paulista la supremacía de este equipo que comenzaba a demostrar su poderío. Luego de ganar el Grupo 2 sin conocer la derrota, Sao Paulo derrotó a Corinthians 3-0 en la primera final para refrendar el título con una igualdad en cero en la revancha. De esta manera, el conjunto ‘Tricolor’ cerró un año perfecto que sería el preámbulo de una etapa memorable.
De Brasil a la conquista de América
Sao Paulo arrancó 1992 con el Brasileirao y la Copa Libertadores como compromisos iniciales. La competencia fue decantando hacia la priorización del torneo continental. La derrota inicial 3-0 ante Criciuma y una inminente visita a la altura boliviana para enfrentar a San José de Oruro y Bolivar, presagiaban problemas para el renovado conjunto de Santana.
La partida de Leonardo y Ricardo Rocha hacia el fútbol español, la de Bernardo a Bayern Munich y la de Mario Tilico a Cruzeiro, habían generado la necesidad de cambios radicales. En el lateral izquierdo apareció Iván Rocha. Rocha era un hombre de violenta pegada que alternaba con Ricardo Rocha y también podía cumplir con prestancia en la zona central de la defensa. Palhinha, un técnico jugador con gran llegada al gol y mucha movilidad, llegó desde Atlético Mineiro y fue el socio creativo que Raí necesitaba en tres cuartos de cancha. A la mitad del campo arribó un viejo conocido del club: Pintado. Volante central de enorme personalidad, fue el alma del equipo a la hora de combatir y tenía la virtud de disimular su falta de técnica entregándole rápidamente el balón a los gestores del juego.
Las modificaciones tácticas fueron cuajando y Sao Paulo superó con un triunfo y un empate la travesía boliviana, encaminándose a la clasificación reservada para tres equipos por zona. Una goleada 4-0 a Criciuma y un empate ante San José de local mostraron las dos caras de la moneda de un equipo al que le faltaba horno. Pero el pasaje a octavos de final estaba sellado aún antes del 2-0 a Bolivar que aseguró el segundo lugar del Grupo 3. Luego, Nacional de Montevideo, Criciuma y Barcelona de Guayaquil fueron las victimas del férreo equipo de Telé, antes de la final ante el Newell´s de Marcelo Bielsa que había superado en una larga definición por penales a América de Cali en el Pascual Guerrero.
La final fue de alto voltaje emotivo y de gran paridad. En Rosario, Newell´s venció por la mínima gracias a un penal convertido por Eduardo Berizzo. En el Morumbí, los paulistas hicieron lo propio mediante una pena máxima ejecutada por Raí, luego de que Newell´s dilapidara un par de chances clarísimas de gol en sendos contraataques. La definición desde los doce pasos coronó a Sao Paulo. Zetti contuvo el penal de Fernando Gamboa para terminar de desnivelar una serie en la que ya habían fallado Berizzo y Alfredo Mendoza, coronando a Sao Paulo campeón de América por primera vez en su historia. Y lo mejor aún estaba por venir.
Campeón en todas las latitudes
La segunda mitad de 1992 vio al equipo nuevamente dominando el estadual. Una vez más la estructura sufrió alteraciones. Partieron Antonio Carlos e Iván Rocha y Santana conformó una defensa que solo mantuvo a Ronaldao. Vitor ocupó el lateral derecho y Cafú escaló metros hacia arriba en la alineación. Palhinha se adelantó a la posición de mediapunta, y Raí disfrutó de mayor libertad en la creación por la llegada de un veterano de enorme nivel: Toninho Cerezo. Jugadores como Adilson, Valber, Dinho, Ronaldo Luiz o André Luiz comenzaron a ser variantes en un equipo que remontó vuelo futbolístico.
El reconocimiento para este gran equipo a nivel global llegaba en forma de invitaciones a prestigiosos torneos internacionales. Así fue que en la segunda mitad de agosto de 1992 se adjudicó el cuadrangular Teresa Herrera en La Coruña, dándole una tremenda paliza al Barcelona de Johan Cruyff en la final con un saldo de 4-1 –pese a estar en desventaja a los 3 minutos de juego-, y se coronó campeón del Trofeo Ramón de Carranza en Cádiz derrotando al Real Madrid por 4-0 en la definición. Digno de envidiar.
El tramo final de aquel año fue inolvidable para el simpatizante de Sao Paulo. El 5 de diciembre derrotó a Palmeiras 4-2 en la ida de la definición del Paulistao con una actuación soberbia de Raí. Ocho días después el equipo estaba en Tokio derrotando al excelso Barcelona de Cruyff para alzarse con la Copa Intercontinental. Y como frutilla del postre, el 20 de diciembre consumó el título estadual superando nuevamente a los de Parque Antarctica, esta vez por 2-1 con goles de Muller y Cerezo.
En el mismo pedestal
El semestre inicial de 1993 marcaría la continuidad ganadora en el concierto continental, aún sin la presencia de Cerezo. Partiendo de octavos de final como campeón de la edición anterior, Sao Paulo eliminó a Newell´s –ya con Eduardo Luján Manera como entrenador en reemplazo de Bielsa- una vez más. Pese a caer 2-0 en Rosario sintiendo la ausencia de Raí, una soberbia actuación en la revancha le permitió a los paulistas ganar 4-0 y convertir en figura al arquero ‘leproso’, Norberto Scoponi. En cuartos el ‘Tricolor’ superó al exigente Flamengo, en semifinales se deshizo con lo justo de un durísimo Cerro Porteño dirigido por Paulo César Carpeggiani, con protagonistas como Faryd Mondragón, Francisco Arce, Carlos Gamarra, Estanislao Struway, Alex Rossi, Virgilio Ferreira o Luis Capurro, y en la final lo esperaba la Universidad Católica de Chile que había dejado en el camino a América de Cali.
El partido de ida tuvo un comienzo vibrante y Zetti intervino oportunamente para evitar en dos ocasiones la ventaja visitante en un Morumbí repleto. Un gol en contra de Daniel López dio la ventaja inicial a Sao Paulo, Vitor aumentó diferencias en los minutos finales de la primera mitad y el segundo tiempo fue un festival futbolístico de los hombres de Telé, que sentenciaron la serie con un 5-1 que fue decorado por un 2-0 de los chilenos en Santiago. El equipo brasilero era bicampeón de América.
Tras la consagración, Paris Saint-Germain se llevaría a Raí, la principal figura del equipo, aunque regresaría Leonardo y Doriva, un inteligentísimo mediocampista central, tomaría protagonismo al lado de Cerezo. Pero el sendero triunfal no quedaría ahí. El elenco paulista obtendría la Recopa Sudamericana derrotando al Cruzeiro ganador de la Supercopa 92, se coronaría campeón de la Supercopa 93 derrotando por penales a Flamengo en una memorable serie final, y refrendaría su dominio a nivel intercontinental derrotando al Milan de Fabio Capello –que había reemplazado al sancionado Olympique de Marsella- 3-2 con un gol de Muller sobre la hora. Sin ninguna duda un año perfecto a nivel internacional.
Rumbo al final de una era
Mientras el súper equipo conformado por Palmeiras se llevaba el título nacional y el estadual en 1994, Sao Paulo dejaba claro que el terreno continental era donde mejor se manejaba. Aquella tremenda nómina conformada por jugadores de la talla de Freddy Rincón, Rivaldo, Antonio Carlos, César Sampaio, Evair, Roberto Carlos, Edmundo, Flavio Conceicao y Mazinho, todos conducidos por el pragmático Wanderlei Luxemburgo, fue eliminada por el equipo de Santana en octavos de final de la Libertadores mediante un doblete de Euller en la revancha, decretando un 2-1 que reflejaría el score global de la serie.
Aún sin Raí y ya sin Cerezo, Sao Paulo era capaz de competir a alto nivel en el concierto continental y podía apelar a figuras de la cantera como Denilson, Caio o Juninho Paulista. Así derrotó a Botafogo y se consagró en la Recopa Sudamericana una vez más. Así también superó a Unión Española en cuartos de final en un vibrante 4-3 que desequilibró el 1-1 de Santa Laura, y obtuvo el pasaje a su tercera final consecutiva tras dejar en el camino a Olimpia de Paraguay en los penales. La final era ante el sorprendente Vélez Sarsfield de Carlos Bianchi y José Luis Chilavert que, contra todo pronóstico, había ganado su zona enfrentando a Palmeiras, Cruzeiro y Boca Juniors, y llegaba a la definición tras eliminar al Junior de Carlos Valderrama e Iván Valenciano.
En Liniers, Vélez obtuvo un 1-0 con aroma a poco en un partido muy peleado con leve dominio local. Cuando propios y extraños veían un sencillo desenlace en favor de Sao Paulo en el Morumbí, el equipo argentino logró soportar, aún con diez jugadores por expulsión de Raúl Cardozo en la primera mitad, los embates de un equipo impetuoso pero sin la brillantez de otros tiempos. El gol de Muller de penal pasada la media hora de la parte inicial llevó el duelo a los penales. Y allí la inconmensurable figura de Chilavert apareció en todo su esplendor para contener el penal inicial de Palhinha, marcar el propio y enseñarle el camino de la hazaña a sus compañeros.
La batalla final terminó en derrota, pero no mancha la enorme influencia del último equipo de lujo del fútbol sudamericano. Un conjunto que, con un mix entre sus jóvenes promesas -Rogerio Ceni incluido- y algunas de sus figuras principales, consiguió la última estrella de un período sensacional ganando la Copa Conmebol de la mano de Muricy Ramalho, el alumno más preciado de Telé.
El éxodo generalizado, la escasa posibilidad de contar con jugadores del nivel de los anteriores que pudieran equilibrar fuerzas con rivales de creciente poderío y el deterioro en la salud de Santana tras sufrir una isquemia cerebral, marcaron el final de una etapa gloriosa. El ‘Mestre’ Telé había conseguido dejar su sello en el medallero del fútbol internacional. El sufrimiento de una derrota que marcó su carrera en 1982 quedaba en el olvido. El recuerdo de un hombre que creía en las virtudes técnicas del jugador como base fundamental para cualquier esquema colectivo pasaba al imborrable oro del palmarés. La justicia llegó a tiempo. El fútbol siempre da revancha. Y todos aquellos que tuvimos la suerte de ver a aquel formidable equipo, atesoramos el recuerdo de haber observado a uno de los más grandes exponentes de la historia de este juego.
- AUTOR
- Nicolás Di Pasqua
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