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Seducidos y abandonados
Hay dos escenarios transcurriendo simultáneamente. En el primero, hay un adolescente apilando rivales en un reñido partido de fútbol que toma lugar en un rincón de bajos recursos del continente africano. Compañeros, rivales y la docena de espectadores ocasionales vitorean su talento. Juega en un equipo con nombre fantasma con el barro traccionando sus gambetas y los arcos compuestos de maderas improvisadas, pero nadie queda sin augurarle un futuro próspero con la redonda, ámbito en dónde marca diferencias abismales.
En el segundo escenario, hay una persona con sed de dinero fácil y ausencia de escrúpulos. Conoce un negocio marginal que se ejecuta en las entrañas de las redes sociales, principalmente Facebook, y que orienta a la ingenuidad juvenil y a la búsqueda de una mejor vida, a depositar su futuro (y su dinero) en un desconocido que dice tener la llave hacia sus sueños. Patrañas. Pero tristemente es algo que sucedió, sucede y, de hecho, muy probablemente esté sucediendo ahora mismo, en algún lugar de internet.
Los agentes falsos (popularmente conocido fake agents) son una práctica ilícita común en las redes sociales. Si bien pueden presentarse en un considerable número de profesiones, es en el fútbol en dónde muestran uno de sus costados más crueles. El puntapié del quehacer de un falso agente es tan esencial como sencillo: armar un perfil falso con información ficticia, títulos deportivos inventados y fotografías robadas de la red. Escribir, luego, sobre sus vínculos con clubes de fútbol a lo largo del globo: los primerizos en la materia suelen exhibir supuestos trabajos en conjunto con titanes del fútbol europeo, pero los más habilidosos saben configurar su carnada de una forma algo más astuta, mostrándose como allegados a instituciones de Asia o de países de África con mejor pasar que el del aspirante que buscan embaucar. La diferencia en idiomas y lo inverificable de los datos suele jugar, muchas veces, a favor del estafador.
La circulación de contactos en Facebook suele ser mutua. Los jugadores merodean en la plataforma mostrando sus dotes futbolísticos y con perfiles abiertos a posibles interesados en conversar sobre una estadía en ligas del primer mundo. Sea por voluntad, ingenuidad ó una entendible búsqueda laboral, eventualmente el enlace con un agente falso aparecerá tarde o temprano. Éste, que se encontrará constantemente dándole rodaje virtual a su personaje, se presentará como el allegado a un determinado club, y usará los tiempos a su favor para lograr el interés de la víctima.
¿Qué sucede en el desarrollo de la estafa? En una primera instancia, la exigencia de un determinado dinero para abrir las puertas del club que representa. Si se da el envío monetario, el agente falso puede darse por satisfecho y el jugador habrá perdido una importante suma que creyó que serviría para aceitar el ingreso al fútbol de élite. Sin embargo, estos casos han mutado hacia una variante mucho más extrema y dolorosa para el deportista afectado.
El diario inglés The Sun publicó en julio de 2018 un artículo que describía la impactante cifra anual de 15.000 menores de edad que son víctimas de estafas que implican la supuesta propuesta de un agente para formar parte de una escuela juvenil en el extranjero. El único requisito es el envío de una importante suma de dinero que cubriría realización de pasaporte, un pasaje de avión, estadía y todo lo necesario para garantizar el acceso a las fuerzas básicas.
Sin embargo, en el trayecto al destino prometido hay una parada en un país intermedio, desconocido para el jugador involucrado y en dónde deberá aguardar un puñado de días para recibir la visa de trabajo, indicaciones y demás logística para su eventual arribo a la institución. Ese momento, desafortunadamente, nunca llega.
El mencionado periódico inglés describía el caso de Andrew Gerald, un futbolista nigeriano de 18 años quién fue contactado por una supuesta agente deportiva, quién le prometió una prueba en el fútbol rumano. Había una escala en el trayecto a Europa. Debía aguardar unos días en Senegal para recibir los papeles finales que le permitiesen arribar al Viejo Continente. Los mismos, jamás llegaron. Gerald había depositado todos sus ahorros en la estafadora y, para peor, había quedado varado en tierra senegalesa con un pasaporte que descubriría como falso. El esfuerzo de su familia para juntar el dinero para su repatriación tomó años, y su carrera quedó truncada.
Al Jazeera difundió en 2019 un caso similar. Moshood Afolabi, un futbolista proveniente de Nigeria, se encontraba desde hacia tres meses varado en Mongolia. Quien se había presentado como un agente vinculado al fútbol europeo le había propuesto una suerte de “transición” en su carrera forjándose en el fútbol mongol. Casi 2000 dólares le costaron a la familia de Moshood el financiar la travesía del futbolista al país asiático, cuando, para su desgracia, la situación se volvió insostenible. El agente se borró de la faz de la tierra con su dinero y el estafado no tenía forma de comunicarse con su club, literalmente: no entendía una sola palabra del idioma local.
A duras penas logró acordar un trabajo alternativo otorgado por la institución mientras su situación se destrababa. Comenzó a lavar platos por unas pocas monedas que le alcanzaban para rentar una habitación y navegar algunos minutos por internet, buscando ayuda para regresar a su país. Recién a finales del año pudo, gracias a la ayuda de un residente escocés que leyó su historia en el portal de noticias, ser repatriado, luego de casi un año en un sitio totalmente desconocido para él y viviendo prácticamente con lo puesto.
Tal como Mongolia, otro país asiático como Nepal fue señalado como el sitio predilecto para los fake agents a la hora de derivar a sus víctimas. Viajes extensos que dan el tiempo necesario para la fuga, ajenidad del futbolista con su entorno y vacíos legales juegan a favor de quién abandona al deportista y se va con su dinero.
Historias como estas se repiten constantemente, y se han agravado al calor de la pandemia. Francis Adjetey, futbolista ghanés, fue embaucado junto a un puñado de compañeros a principio del 2020, por unos supuestos miembros de la Asociación de Fútbol de Zimbabue. Tras el envío de dinero correspondiente a traslados, estadía y trámites, los futbolistas arribaron a aquel país para integrar las filas del Khaya Africa, con la promesa de salarios trepando a casi 1500 dólares. El horror para el grupo de jóvenes inició cuando descubrieron que dicho club no existía y los agentes no respondían sus mensajes. Ocho meses tardaron en poder regresar a su Ghana natal, tras describir que habían pasado el último tiempo mendigando y viviendo en la calle.
El mencionado medio Al Jazeera investigó los claroscuros en el manejo de la propia FIFA en torno a neutralizar las corrientes de agentes falsos, pero, lejos de buscar remediar a dicha práctica, identificó que diferentes organizaciones legítimas de representación de futbolistas criticaban fuertemente al organismo por permitir flexibilizaciones en el manejo de intermediarios que daban luz verde al accionar de un fake agent.
Jake Marsh, quien encabeza un proyecto de desarrollo e integración juvenil a través del deporte llamado Centre for Sport Security, en Qatar, criticó específicamente las reformas en la materia establecidas por FIFA desde 2015: “Abre la puerta a más formas de explotación. Estamos viendo más tráfico de este tipo, y cada vez es más difícil llegar al fondo de ello”.
“Abre la puerta a más formas de explotación. Estamos viendo más tráfico de este tipo, y cada vez es más difícil llegar al fondo de ello”
En aquel año, FIFA, insólitamente, dictaminó que ya no sería necesario la presencia de un agente con licencia, sino que podrían realizarse mediante “intermediarios”. El repudio a la medida no tardó en hacerse presente por parte de entidades de representación de futbolistas.
Estas estafas, mencionadas popularmente en su término en inglés (scam), son una ramificación de una práctica habitual en internet. Si en los tiempos del Hotmail nuestra casilla se inundaba de supuestos mensajes de un rey de la lejana arabia que quería nuestros datos bancarios para depositarnos una jugosa suma de dinero, hoy los malhechores se encuentran más experimentados y sofisticados a la hora de ejecutar su plan. La liviandad de la identidad en una red social, la rapidez de una transferencia bancaria, lo rápido que puede uno desvanecerse y adquirir un nuevo rostro mediante Google Imágenes, son la materia prima de su lúgubre obra.
Con la FIFA mirando hacia otro lado, Facebook desconociendo la problemática y la forma de estafas proliferándose en diversas formas y circuitos, la trayectoria de diversos talentos corre peligro de verse tackleada por este sombrío fenómeno. Sería obtuso monopolizar el conflicto en el continente africano, más los casos extremos y numerosos provienen de dicho continente.
Perderse en un sitio lejano a casa, con tu dinero siendo arrebatado por un mentiroso desconocido, es un partido que ningún futbolista debe tener que jugar.
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- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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