América
Sentencias del Sudamericano Sub 20
Poco más de 100 días de trabajo acarreó Claudio Úbeda previamente al certamen Sudamericano Sub 20, alejado de las fases preparatorias de diferentes seleccionados. Por caso, Venezuela lleva más de un año y medio en un trabajo que ya comienza a reflejarse en resultados. Brasil, la gran desilusión, inició su carrera a comienzos del año pasado. Solo Bolivia tuvo menos días que el combinado argentino para comenzar a hacer frente a la competición. De hecho, en una entrevista, el atacante Lautaro Martínez recordaba cuando, en las primeras prácticas, apenas llegaban a ser siete jugadores.
Argentina cumplió finalmente con su objetivo, el de clasificar a la Copa del Mundo de Corea del Sur, a disputarse entre mayo y junio próximos. Lo hizo enfrentándose a varios obstáculos y cuando la situación era casi inmodificable. No pudo convertirle cinco goles a Venezuela para no depender de nadie, en la última jornada del hexagonal final, solo hizo dos y se cerró la primera etapa al momento en que mejor nivel exhibía el equipo. Más tarde, Brasil no superó a la ya eliminada Colombia y posibilitó que Argentina viaje a tierras asiáticas. No obstante, la clasificación in extremis no debe quitar culpas ni borrar el camino previo.
Úbeda llegó al seleccionado en medio de polémicas, sin encontrarse en ninguno de los 44 proyectos presentados a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) para hacerse cargo de los juveniles. Después de la consideración de planes de diferentes lineamientos, se optó por elegir un nombre por fuera. Desde la Comisión Regularizadora que comanda los destinos del fútbol nacional, no emitieron jamás un argumento que respalde la elección. En el certamen jugado en Ecuador, Argentina demostró su próposito de hacerse protagonista con el balón, avanzar a través de la posesión y asociarse. Sin embargo, con el paso de los partidos, perdió capacidad de juego y los cambios se hicieron constantes.
Durante la fase de grupos, el equipo debió verse en desventaja para reaccionar y rebelarse ante la adversidad. Solo demostró una superioridad absoluta sobre su rival ante Bolivia y Venezuela (segundo cotejo), aunque también es cierto que no fue inferior a casi ningún oponente en los nueve encuentros del torneo. Ante Uruguay, el partido se rompió después de la expulsión, y Ecuador le adosó una goleada en la que el conjunto albiceleste no pudo reflejar ni un atisbo de insertarse en partido; más tarde, el entrenador aseguró su arrepentimiento por la forma en que planteó el encuentro contra los locales.
Argentina no tuvo una gran demostración colectiva. Sí hubo arrestos y actuaciones individuales a destacar. El cuerpo técnico comenzó jugando en 4-2-3-1, luego varió al 4-2-4 y acabó ante Venezuela desplegado en un 3-1-4-2. Las urgencias del último juego y la búsqueda constante del arco rival terminaron ocultando diversos defectos defensivos del equipo. Así como en el arco no hubo dueño –Ramiro Macagno, Facundo Cambeses y Franco Petroli se repartieron el puesto y no brindaron seguridad tanto bajo palos como con los pies-, los componentes de la última línea nunca pudieron complementarse. Hubo rendimientos bajos, como el de Cristian Romero, con fallos conceptuales (en el primer gol de Brasil, es atraído por el centro delantero y deja el espacio libre para la diagonal del extremo), malas decisiones en salida y dos expulsiones en la primera ronda. En línea de tres, estuvo más protegido. Juan Foyth fue, por el contrario, el mejor nombre de la zaga, alternando conducciones con su cabeza mirando a campo adversario y cruces muy oportunos.
Otra falencia estuvo en la búsqueda del acompañante de Santiago Ascacibar. Comenzó el torneo con Emmanuel Ojeda a su lado, pero pronto el entrenador ubicó allí a Julián Chicco. Ninguno acabó de convencer, hasta el ingreso de Tomás Belmonte. El futbolista de Lanús conectaba con los mediapuntas y se soltaba un tanto más que el centrocampista de Estudiantes, pero su expulsión contra Uruguay y la sanción de dos fechas eliminaron la regularidad que el doble pivote alcanzaba. Precisamente, el Rusito, que tan buenas impresiones dejó jugando para el equipo platense, fue el líder del colectivo, siendo rueda de auxilio en todo sector.
La modificación del esquema de un enlace y dos extremos por detrás del ‘9’ se debió al gran ingreso de Marcelo Torres, quien en el partido de grupo ante Uruguay anotó dos goles clave. Después, repitió doblete ante los bolivianos y abrió el marcador ante Colombia, pero no pudo seguir agrandando su cuota goleadora. Se ganó un lugar acompañando a Lautaro Martínez, quien dio vida al equipo al convertir en los últimos instantes ante Perú, Colombia y Brasil. En la fecha de cierre, los dos tantos del de Racing ante Venezuela resultaron decisivos. Los diez goles de ambos atacantes fueron vitales -se convirtieron en máximos goleadores, junto con Bryan Cabezas de Ecuador-. El nivel del delantero de Boca obligó al técnico a sacarlos de inicio, e interactuaron de muy buena manera, para cambiar posiciones y atacar el área o caer hacia las bandas.
Brian Mansilla fue uno de los mejores jugadores argentinos en tierras ecuatorianas, desde la posición de extremo izquierdo. Su desequilibrio con pierna zurda resultó indescifrable para sus marcadores, aunque debió salir en varios partidos durante el complemento a causa del desgaste en la altura (la cancha de Ibarra se ubicaba a 2.200 metros sobre el nivel mar, y la de Quito a 2.800). Tomás Conechny, a partir de su excelsa pegada, destrabó partidos. Y Lucas Rodríguez desniveló por momentos, aunque su rendimiento fue intermitente.
De cualquier manera, el nivel argentino exhibió la falta de un jugador que administre el balón y le dé pausa al equipo, alguien con quien comenzar a juntarse. La idea apuntó a desorganizar al contrincante con la pelota, pero careció de un hombre que diera sentido a la circulación. Así, perdió continuidad de juego y acumuló imprecisiones. Desde atacar sin claridad, se traducía la poca capacidad de recuperación. Si bien Foyth tiene condiciones para sacar el balón jugado y Ascacibar las posee para dar el primer pase, faltaron eslabones entre líneas.
Ezequiel Barco llegó al certamen como titular, pero su figura poco a poco se fue apagando. A pesar de no ser un jugador con rasgos de conductor, era una de las esperanzas para agitar los ataques. Cedió su lugar a Torres y comenzó a entrar como revulsivo, pero incluso sus ingresos fueron intrascendentes, perdiéndose en conducciones sin sentido y fallas en controles.
En tanto, en la concentración del seleccionado no hubo dirigentes hasta los últimos días. El Sudamericano no fue prioridad para las altas esferas del fútbol argentino, que siguen llevando agua para su propio molino en lugar de encontrar un bien común. Ante las urgencias, las necesidades de los juveniles fueron postergadas, pasando por un cuerpo técnico prestado de Lanús para afrontar el torneo de L’Alcudia y el mamarracho acaecido en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. La contratación de Úbeda no estuvo exenta de irregularidades, aunque el equipo llegó al certamen casi sin competencia previa.
Uruguay y un título que esperó más de treinta años
La selección charrúa se llevó el título después de más de tres décadas. La última vez que habían conseguido el Sudamericano había sido en 1981, con Enzo Francescoli como gran figura, logrando campeonar en cuatro ediciones consecutivas. Más acá en el tiempo, Uruguay llegó a la final del Mundial de la categoría en 2009 y 2013, pero se le hacía complicado imponerse en el continente americano. Los resultados comienzan a observarse en un proceso que Oscar Washington Tabárez lidera desde el Sub 15 a la selección mayor.
El equipo celeste fue el más regular, sin mostrar un nivel brillante. Conocedor de lo que puede dar, el rendimiento colectivo no estuvo por fuera de lo que han mostrado las diferentes selecciones uruguayas recientemente: movimientos en bloque, buen nivel en todas sus líneas, equipo equilibrado, solidez defensiva y practicidad ofensiva. El arquero Santiago Mele fue uno de los mejores en Ecuador, apareciendo cada vez que lo llamaron. De todos modos, estuvo protegido por Agustín Rogel y Matías Viña, ambos centrales de Nacional que son muy seguros y fuertes en el área. Mediante el paso de los partidos, se sumó a la zaga Santiago Bueno, transferido recientemente al Barcelona.
Fabián Coito, quien dirige al Sub 20 desde 2014 -habiendo conducido al Sub 15 de 2007 a ‘09 y al Sub 17 de ‘10 a ‘14-, dispuso en la mitad de cancha de sus hombres diferenciales. Carlos Benavídez y Facundo Waller protegieron el sector central y permitieron a Nicolás Bentancur soltarse y hacerse eje del juego. Sobre un costado, la prodigiosa pegada con pie zurdo de Rodrigo Amaral eliminó las discusiones acerca de su físico. Nicolás de la Cruz, hombre del Liverpool uruguayo, y Nicolás Schiapacasse, del Atlético Madrid, fueron decisivos en metros finales para desequilibrar y dañar al rival, sobre todo con espacios.
Con el factor localía como aliado
Ecuador fue, lógicamente, el equipo que mejor se adaptó a la altitud, y el que exhibió un mayor ritmo físico. Sólo cuatro futbolistas de los 23 citados actúan en el exterior. Dos de ellos, Pervis Estupiñán (Granada) y Cabezas (Atalanta), fueron figuras para el conjunto. El lateral izquierdo tuvo valentía para conducir desde la banda e incorporarse al ataque; el extremo que jugara en Independiente del Valle fue un martillo por la banda, sobre todo a partir del hexagonal, desequilibrando a espaldas de los laterales y convirtiendo con asiduidad.
El combinado de Javier Rodríguez llegó al último partido con chances de consagrarse, aunque no pudo vencer a Uruguay. Juan Nazareno, volante central, también ofreció un buen rendimiento, filtrando balones verticales para instalar al elenco arriba. Mientras Jordan Sierra se erigió en el conductor, el atacante Jordy Caidedo fue fundamental por su corpulencia, peleando con defensores rivales o siendo opción de salida en largo.
Venezuela: cuando el trabajo da frutos
Tras más de un año y medio, el plan que encabeza Rafael Dudamel permite ver los beneficios. La Vinotinto se clasificó por segunda vez a un Mundial de la categoría, después de obtener el pasaje en 2009. Llegó al hexagonal final posteriormente a cinco igualdades, aunque luego pudo desatarse y sacar diferencias. Más allá de que no presenció todos los encuentros desde el banco por una suspensión, el ex arquero dirige tanto al combinado absoluto como a la Sub 20, y celebró desde un palco el éxito de lo preestablecido.
La actuación venezolana dejó varios puntos sobresalientes. Su defensa fue la menos vencida del certamen (siete goles en contra), habiendo recibido tan solo un gol en la fase inicial. Apoyado en el arquero Wuilker Fariñez, Venezuela tuvo una solidez defensiva inusual. El portero brindó mucha seguridad, con sus reflejos para parar cualquier tipo de remate o su capacidad para salir y descolgar centros desde los costados. El central José Hernández, en paralelo, mostró en diversos pasajes su más que correcta salida con pelota dominada.
En metros finales, Yeferson Soteldo se transformó en uno de los mejores nombres que dejó el torneo con su 1,60 metro. Comenzando como carrilero izquierdo, sus arranques en velocidad fueron indescifrables para cualquier marcador, escapándose con una gambeta prodigiosa. En muchas ocasiones, llevaba el balón pegado al pie con tanta velocidad que hacía recordar a Alexis Sánchez y sus mejores momentos en Cobreloa o River. Contrariamente a Barco, un joven con características similares, Soteldo ganó tiempo a través de controles precisos y condujo con mayor vértigo, pese a que también perdió balones por inexactitud a la hora de cederlos. Asimismo, exhibió buena pegada y aprovechó los espacios que liberaba Ronaldo Peña, un centro delantero que no convirtió, pero que trabajó con mucho compromiso en pos del bien colectivo, ocupando a veces la banda izquierda en repliegue.
Brasil, la gran decepción
Cerca estuvo la Canarinha de rubricar su lugar entre los cuatro primeros del hexagonal, pero el empate agónico y los goles en el último encuentro de Martínez la obligaron a tener que vencer a Colombia. Sin poder quebrar la resistencia de un arquero que tuvo su mejor noche, Brasil se quedó en la quinta posición y fue el fiel reflejo de un equipo que había comenzado bien su periplo, pero que terminó por diluirse desde el comienzo de la fase final.
La salida lavolpiana, con Rodrigo Caio como eje y primer pase entre los centrales (Lyanco, zaguero, pasó bien la pelota en largo, aunque sufrió ante presión para salir), hacía que todas las piezas comiencen a ensamblarse. Los tres mediapuntas que antecedían al delantero mostraban un buen nivel y servían a Felipe Vizeu, el atacante más adelantado. Richarlison, del Fluminense, sobresalió por su desequilibrio y zancadas largas, que le permitían proteger el balón. Incluso, sus diagonales hacia el área, aprovechando el vacío que dejaba Vizeu, le permitieron convertir dos goles similares (ante Paraguay y Argentina). David Neres y Matheus Sávio completaron esa línea en tres cuartos de campo, en detrimento de un Lucas Paquetá de movimientos cansinos e intrascendentes.
Brasil fue de mayor a menor, su juego perdió velocidad y ganó en previsibilidad. No pudo romper a sus rivales ni sacar diferencias, y permitió que Ecuador, Uruguay y Argentina le remonten partidos. Rogerio Micale, de amplios pergaminos en lo que a formación refiere (Figueirense y Atlético Mineiro lo tuvieron en sus divisiones menores), pudo ser uno de los artífices de la medalla de oro conseguida en agosto como dueños de casa, pero no consigue llevar a Corea a la Selección que fue finalista ante Serbia del Mundial 2015. El proyecto brasileño, que parecía encontrar estabilidad con Tite al mando, vuelve a tener replanteos.
Colombia, Chile y Paraguay, en las sombras
Lejos de encontrar un ideal de juego, las tres selecciones estuvieron en las antípodas de lo esperado. Colombia sufrió de forma temprana la lesión de Ceter Valencia, un portento físico con buenas intervenciones en los primeros partidos. Juan Hernández, el mejor hombre cafetero, se quedó sin socios en ofensiva, y la eliminación no tuvo reparos pese a decir presente en el mini torneo de seis equipos. Chile ni se acercó a la realidad que vive su seleccionado mayor y nunca pudo adueñarse por completo del juego durante los partidos del Grupo 1. Paraguay, pese a ilusionarse con las proyecciones de Blas Riveros y los goles de Sebastián Ferreira, careció de argumentos para instalarse entre los mejores.
Mientras Uruguay y Venezuela recogen los frutos del trabajo bien organizado, Argentina logró la clasificación por puro mérito de sus jugadores que, aún sin un gran nivel colectivo, dieron muestras de actitud y rebeldía. El combinado albiceleste dependió de factores externos para cumplir con la meta, aunque llegó en situación límite a la competencia. Ecuador también hace historia, y su condición de local fue un aliado. Los cuatro equipos dirán presente en la cita asiática.
- AUTOR
- Nicolás Galliari
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