Copas selecciones
“Sentí que estaba tirando una pared con Dios”
25 de junio de 1986. Bélgica. Partido 6.
“Cuando vi que entraba me pareció que tocaba el cielo con las manos. Por eso lo primero que hice fue tirar una pared con él. En ese momento sentí que estaba tirando una pared con Dios».
Entró a los 40 minutos del segundo tiempo. Esos cinco y monedas fueron sus únicos momentos en una Copa del Mundo. No estuvo en Argentina 1978 y tampoco en España 1982. Las piernas acaso no le permitieron hacerse presente en Italia 1990. Tuvieron que haber sido las piernas, la cabeza jamás.
Salió Jorge Burruchaga y él entró con la número 3. Aún así, inconfundible. La cabeza un tanto atacada por los años, un cuerpo fino, delgado y ausente casi de masa muscular. Realmente inconfundible. Es cierto que apenas fueron un puñado de minutos los que pudo compartir Diego Armando Maradona con su ídolo pero hasta el día de hoy lo recuerda.
“Es la joya más grande que yo vi en una cancha”, escribió en el prólogo de su libro y “pase maestro, lo estábamos esperando” fue su atinadísima frase en el minuto 40 del segundo tiempo de aquella semifinal contra Bélgica, en 1986.
“Es la joya más grande que yo vi en una cancha”, Diego Maradona.
Ricardo Enrique Bochini pisaba el césped del estadio Azteca, y el mismo hombre que tres días antes había pasado a la historia y que en esa misma tarde había anotado dos goles para depositar a su seleccionado en la final, se derretía de amor por su sola presencia. “Él no necesitaba entrar en un Mundial pero yo sí porque es mi ídolo», afirmó Diego en el prólogo de “Yo, el Bocha”.
“Pase maestro, lo estábamos esperando” no es un ejemplo más de su larguísimo libro de frases. Es la muestra más pura, más leal, más desnuda del Maradona humano, del Maradona que soñó con jugar junto a su ídolo, del mismo modo que le sucede a cada una de las personas de este planeta con sus seres platónicamente más amados.
“El Bocha es el sueño de cualquier hincha. Un tipo que juega 20 años en tu club, que debuta ahí y que se retira sin vestir la camiseta de ningún otro cuadro es algo único, fenomenal e incomparable», Eduardo Sacheri
Pero… ¿Qué es Ricardo Bochini? O mejor dicho, ¿qué fue Ricardo Bochini para el fútbol argentino?”. Visceral pero no por eso menos acertado, Eduardo Sacheri, apuntó y disparó: “El Bocha es el sueño de cualquier hincha. Un tipo que juega 20 años en tu club, que debuta ahí y que se retira sin vestir la camiseta de ningún otro cuadro, y que en ese interín, no sólo es un jugador exquisito sino que además gana un montón de títulos es algo fenomenal, único e incomparable. En ese sentido los de Independiente tenemos una ventaja sobre el cualquier otro ídolo de cualquier otro club”.
Por su parte, Lautaro Androszczuk, autor del libro “Garganta del diablo” sostiene que “Bochini es sinónimo de Independiente. Vos decís Bochini y estás diciendo Independiente. De hecho, Néstor Clausen, compañero del Bocha en el Rojo y en Argentina en ese Mundial siempre dice que para él, el paladar negro del club comenzó y terminó con Bochini”. Y agregó: “Incluso (José) Pepe Santoro dice lo mismo: ‘antes de él, Independiente era lo que reza su himno, ‘de pierna fuerte y templada’”.
“Bochini es sinónimo de Independiente. Vos decís Bochini y estás diciendo Independiente», Lautaro Androszczuk.
Casi 20 años en el conjunto de Avellaneda, trece títulos y cinco minutos en una Copa del Mundo. ¿Cómo pudo ser esto posible? ¿Cómo sucedió que uno o EL emblema de uno de los clubes más grandes de Argentina apenas si disputó un Mundial con el seleccionado? «Yo creo que es un poco por su forma de juego. De hecho es paradójico que lo termine convocando Bilardo, que sería la antítesis. Además hay que tener en cuenta que en esa época había muchos ‘número diez’”, opinó Androszczuk. Y justamente es Norberto Alonso el “culpable” de su ausencia en Argentina 1978, o en todo caso, el más responsable.
El propio Bochini declaró hace unos años en el diario colombiano El Periódico, que el entrenador terminó eligiendo al Beto por “presiones de los militares, que en ese momento gobernaban el país”. “Son cosas del fútbol que a veces uno no entiende -agregó el enganche-. Yo estaba en muy buen nivel. El 10 era Alonso o yo, pensé que podía ser pero Menotti lo escogió a él y al final apenas si jugó”.
Pero los años pasaron, y aunque participó de varias giras por Europa con el seleccionado nacional, tampoco llegó a ser convocado para España 1982. Con la asunción de Carlos Bilardo, la posibilidad se suponía aún más complicada, producto de los estilos que cada uno pregonaba. “A mí el fútbol que me gusta es el que se sale jugando de atrás, el de Francia, por ejemplo, que sube tocando, tirando paredes. Pero Argentina hubo momentos en que jugó así, especialmente contra Bélgica”, declaró en una nota de El Gráfico, en julio de 1986. Por eso la historia ya conocida de la incidencia de Julio Humberto Grondona, confeso hincha de Independiente, en la lista del entrenador argentino para la Copa del Mundo de México.
Más analítico, y dejando de lado estas cuestiones que bien pueden ser ciertas o no, Sacheri opinó: “La razón me parece que tiene que ver con el momento extraordinario de Maradona y con los que pudieron nuclearse a su alrededor. Me parece que ese equipo, a medida que se fue consolidado a lo largo del Mundial, casi que requería que ningún otro jugador se fuera inmiscuyendo. En el sentido que fue un equipo tan sólido, y con tanto crecimiento a lo largo del torneo, que parecía no necesitar nada más que los mismos once que salían a cada partido”.
Y algo de eso también sintió el propio Bochini, que en aquella entrevista sentenció: “No me siento campeón del mundo”. Apenas días después de haberse coronado frente a Alemania Occidental, el Bocha justificaba sus palabras: “Jugué tan pocos minutos que no puedo sentirme campeón. Eso lo deben sentir los muchachos que estuvieron casi todos los partidos y que realmente hicieron méritos para lograr el título”.
Del mismo modo que un niño o una niña espera en fila por el ingreso de las selecciones al campo de juego, y a segundos de entrar, se da cuenta que Lionel Messi o cualquier figura mundial será quien lo tome de la mano. Vergüenza, algo de admiración y mucho de timidez. Lo mismo le sucedió a Maradona en México ‘86 con el ingreso de su ídolo, de Ricardo Bochini.
Y queda claro cuando se repasan las imágenes. Dos toques de primera imprecisos y uno de taco que tampoco llegó a los pies del 10 de Independiente. El amor incondicional de Maradona por Bochini generó un terrible nerviosismo en el ex capitán de Napoli. Mayor aún a la pierna fuerte de los uruguayos, a la marca de los jugadores ingleses y a la técnica de los belgas.
Diego cumplió su sueño. Por cinco minutos la final fue algo secundario. En esos 300 segundos, Maradona se dio el gusto de compartir una cancha con su ídolo.
“Pase Maestro… Lo estábamos esperando”.
Escuchá los audios de los entrevistados:
EDUARDO SACHERI
LAUTARO ANDROSZCZUK
El camino de Argentina en el Mundial 1986
- De titular a nada: Daniel Passarella en México 1986
- “Maradona fue mi pesadilla”
- Del anonimato social a las despedidas multitudinarias
- ¿Pascu… qué?
- «Yo no lo vi»
Relacionado
- AUTOR
- Cultura Redonda
Comentarios