Argentina
“Siento mucho la necesidad de hacer aportes a los clubes de barrio, me gusta ser parte de los procesos”
A las afueras del Monumental, Martín Aguirre frenó su andar unas cuantas veces cuando estaba en camino a ver en vivo el Superclásico jugado en marzo. El pedido de los hinchas de River para diversas fotos y autógrafos era incesante, una especie de caricia al alma que le recordó la gran imagen que dejó con la camiseta del club. De aquellos tiempos con la casaca millonaria habla el Gula en charla con CR. También, de la presión que vivía el equipo cada fin de semana el año del ascenso, sus inicios en el fútbol del interior y una llegada tardía al profesionalismo, junto a una gran valoración por la figura de Marcelo Gallardo y un gran elogio a Leonardo Ponzio. Al Gula le costó hallar un nuevo horizonte tras su retiro por la lesión de rodilla, pero encontró una razón de ser en la necesidad de ayudar a los clubes de barrio del lugar donde nació.
CR: ¿Cuál es tu actualidad? ¿Seguís relacionado al mundo del fútbol? Habías hecho una gira por Inglaterra junto al Lobo Ledesma
- En su momento, él me invitó a esa gira. Quería armar un cuerpo técnico y me invitó a laburar. Somos hermanos de la vida y acepté. Lo acompañé a una gira europea para hablar con algunos técnicos y ver algunos entrenamientos. Me había retirado a mediados de 2015, ya que por la lesión no pude seguir jugando, y me quería sacar la espina. Había dirigido algunas categorías formativas en Olimpo de Bahía Blanca y buscaba ser parte de algo para ver qué sentía y si me apasionaba o me picaba el bichito. Muchos dicen que ese es el destino del futbolista, debes ser entrenador, profe o representante. Acepté la invitación por la relación, porque se trataba del Lobo, y trabajamos diez meses en Tigre. Hicimos un trabajo hermoso, muy lindo, y fue un trabajo full time en el que pude experimentar lo que viven y sienten los técnicos. Estás las 24 horas pendiente de tu plantel, del rival al que enfrentas, tenes reuniones con los dirigentes y hay que estar en todos los detalles para que tus jugadores se sientan a gusto diariamente. Igualmente, yo tampoco estaba en un buen momento personal y las cosas se mezclaron un poco. A mí, el fútbol siempre me gustó jugarlo, nunca me interesó sentarme a ver un partido del estilo Rusia – Arabia Saudita, por dar un ejemplo. Veo que hay muchos personajes del fútbol a los que les encanta. Así, me di cuenta de que esto no era lo que me apasionaba ni lo que buscaba hacer, no quería seguir ligado al fútbol desde la dirección técnica profesional. En Tigre nos dijeron que se terminaba porque no se nos daban los resultados y me volví a mi ciudad, Bahía Blanca, y empezamos a hacer otras cosas.
CR: ¿Tienen que ver con el fútbol, o están relacionadas con otro ámbito?
- Empecé a hacer cosas relacionadas al club donde nací. Fui coordinador de Bella Vista, empecé a tener emprendimientos propios, y fue una búsqueda nueva. Mi retiro fue muy brusco y, la verdad, no tenía preparada una visión sobre adónde ir si se terminaba el fútbol. No te preparan para eso. Fue una búsqueda constante, en la que siento mucho la necesidad de hacer aportes a los clubes de barrio, de la periferia o aquellos que son más vulnerables en lo que respecta a mi ciudad. Me llama mucho y me gusta estar ahí, ser parte de los procesos, colaborar y crecer con las instituciones barriales. Uno nació allí y sabe de las carencias que hay para crecer sanamente. Estoy enfocado en eso. También, estoy trabajando en una empresa privada que me ha dado una responsabilidad social y empresarial. Puedo enlazar el fútbol con mi trabajo y hacer lo que me gusta. Más allá de que tengo una función técnica en la empresa, puedo cumplir con la pata social allí.
«El fútbol me ha dado un lugar, un espacio de aprendizaje, crecimiento y contención»
CR: ¿Cómo es adentrarse en esas cuestiones sociales? ¿Se puede pelear contra la marginalidad desde esos puntos que desde la élite del fútbol no se ven?
- Estoy convencido, lo he vivido en carne propia y experimentado. A mí, el fútbol me ha dado un lugar, un espacio de aprendizaje, crecimiento y contención. Es lo más importante, estructurarse, organizarse, ser parte de un grupo, sentirse mirado, tener objetivos, aprender a ser solidario con el de al lado, respetar a los rivales como colegas, tener sueños. El fútbol también es muy democrático, se pueden mezclar familias de diferentes clases y, adentro de la cancha, los chicos están vestidos de la misma manera y juegan con el mismo elemento. Me parece que todo eso es fundamental, es clave que sea bien cuidado y se siga potenciado hacia esos sectores, donde faltan tantas cosas. Sería lo ideal que se fortalezcan esos campos de encuentro, para que los chicos puedan elegir eso y no ir a la esquina, la droga o tirarse al alcohol. Resulta muy importante que haya un lugar donde los miren, los reconozcan y contengan. Personalmente, el fútbol me ha salvado la vida en muchos aspectos y mi objetivo va por ese lado, tratar de poner mi granito de arena en cualquier sitio donde ruede una pelota y haya chicos con profes que tengan ganas de transmitir lo que es la esencia del deporte, así como haya lugar para el desarrollo. Es lo que me da vida, a lo que le encontré sentido después de jugar al fútbol. Pude enlazar lo que significaba para mí y volcarlo en otro espacio. No se trata de ser técnico o representante, sino de verlo desde un lugar más profundo en lo que a mí respecta.
CR: ¿Se trata de volver al barrio y a la esencia? Muchas veces, es volver a sentir aquello que sentías de chico.
- Totalmente. El club en el que nací, Bella Vista, no es el mismo que cuando me inicié. Hoy tiene un predio ejemplar y, si antes era solo del barrio, actualmente se nutre de chicos y chicas de toda la ciudad. Eso demuestra lo que ha crecido. A mí me enraíza más lo que es el fútbol barrial, como en Miramar o Noroeste en Bahía Blanca. Puedo nombrar un montón de lugares donde hay más necesidades. Gracias a Dios, Bella Vista tiene muchísimas condiciones favorables que pueden sostenerse, gracias a la cuota de socios. Hay muchísimos chicos asociados y un montón de actividades.
CR: Hablabas de tu retiro. Se han escuchado muchos testimonios de deportistas que dicen no estar preparados para el momento del adiós. Si bien tu despedida se dio por la lesión, ¿cómo fue el día después? ¿Tardaste en encontrar algo nuevo?
- Es un proceso que, a día hoy, a uno le sigue doliendo, mientras lo continúa atravesando y va aprendiendo. Se trata de tomar todo lo que uno sintió y experimentó en ese proceso, ser consciente y poder aprovecharlo, para verlo desde un lugar más claro. A todos los futbolistas, ya sean amateur o profesionales, o aquellos que tienen un buen pasar económico, nos une la condición de que no nos preparan para el retiro. Hay casos como el mío, que no podía seguir y debía trabajar de algo, ya que no tuve una oportunidad en Europa ni pude jugar en el exterior. Entonces, sabía que mi situación económica dependía de hacer algo inmediatamente. Hay compañeros y amigos que se retiraron con un buen pasar, sin problemas ni ansiedades para pensar de qué vivirían a partir de ese momento, y tampoco estaban preparados. A todos nos pasa lo mismo, te sacan algo que haces desde los cinco o seis años, y de repente no lo haces más. De un día para otro, te encontras inmerso en una sociedad en la que, para el fútbol sos un jubilado con 35 o 40 años, mientras que cualquier otro profesional está dando sus primeros pasos fruto de lo que estudió tanto tiempo. Va todo a contramano, no nos preparan desde un principio, desde la formación juvenil e infantil. Siempre debe haber más de una cosa, el fútbol debe ir paralelo al estudio. De un millón, llega uno a ser profesional. Hay que ayudar a cada chico o chica a que puedan encontrar su vocación más allá de una pelota de fútbol, que puedan hallar otra actividad que les siga moviendo la fibra, sea estudiando, capacitándose o lo que fuese. Debemos generar otras herramientas para el día después, porque es muy duro, frustrante y genera mucha ansiedad. En mi caso fue decir ‘hasta acá llegué, no puedo seguir por la situación de la rodilla’, y al otro día me vine a Bahía Blanca. Cerré una persiana en River, con el dolor que me daba irme, y vine a mi ciudad natal. Estuve seis años sin ir a la cancha. Pensé ‘esto no existe más, empecemos de nuevo,¿qué hacemos?’. La realidad es que nadie nos prepara, seas jugador de River o de cualquier club. No importa el lugar, sino el momento que tenemos todos los jugadores de dejar en algún momento. Todavía, los clubes no tienen un formato, una estructura que haga un acompañamiento integral. La realidad sería menos chocante si esto le generase al jugador las preguntas de qué le gusta hacer aparte del fútbol.
«Hay que ayudar a cada chico o chica a que puedan encontrar su vocación más allá de una pelota de fútbol»
CR: Con respecto a tu trayectoria, ¿sos de hacer una mirada retrospectiva? ¿Crees que el camino recorrido en el fútbol del interior te ayudó a llegar a River?
- Muchas veces miro para atrás y, cada vez que hablo con alguien, digo ‘guau, mirá hasta dónde llegué’. Mi carrera fue muy rara en el sentido de lo convencional, comparada a cualquier otra de un jugador que se inicia en Primera a los 18/20 años y se retira a los 35/40. Lo mío fue distinto, recién fui profesional a los 25 en Villa Mitre. Hasta los 24 jugué de manera amateur en Bella Vista, disputando ascensos y demás. Mi trayectoria no es un parámetro, sino un recorrido que puede servir a otros como experiencia personal. Empecé a conocer qué hacer, qué no hacer, de qué manera elegir algunas situaciones, el apoyo psicológico, la preparación emocional, la alimentación y ese tipo de cosas, a los 25 años. El recorrido que tuve fue muy empinado, con Villa Mitre, tres años en Godoy Cruz en los que ascendimos a Primera y entramos a la Copa Libertadores, me vine a Olimpo y de ahí me fui a River. Todo mi tramo profesional se hizo cortito.
CR: Para alguien que por ahí no lo tiene tan incorporado, ¿cómo compararías ese fútbol en el que creciste con el que todos los días se ve en la televisión?
- Está el dicho de que Dios está en todos lados, pero atiende en Capital. En el fútbol, todavía es así. La Primera B Metropolitana tiene más trascendencia que la Primera Nacional. La ubicación de los clubes en el Conurbano da mayor importancia. No es lo mismo hacer un gol en Atlanta que en Chaco For Ever, está claro. He jugado en clubes del interior como Godoy Cruz y Olimpo, y las veces que tomabas trascendencia era cuando jugabas contra un equipo grande. Era allí que los periodistas empezaban a conocer nuestros nombres. Después, lo viví al revés. Por ejemplo, cuando jugas contra un grande contra y sos del interior, los árbitros te miran la espalda y te dicen ‘a ver, vos ,14’, vení’, mientras que jugando para River ya me llamaban por el sobrenombre y me trataban con cariño. Todo se genera en lo que se vende, el fútbol de la Capital, y se genera un comportamiento en el que estos clubes siempre tienen un poco más de peso que los del interior.
CR: De aquella temporada en River del ascenso, ¿qué recordas? ¿Se aprende a convivir con la presión?
- Aprendes de prepo. Si no lo haces, debes rescindir el contrato. Fue todo muy raro, ver a River en esa categoría, tener que ir en ese momento… Soy un agradecido de haber vivido ese proceso, de estar allí en el Nacional B y lograr el ascenso con un club tan grande. También, vivir desde adentro, no tanto de la cancha sino inmerso en el plantel, todos los logros que vinieron después. Viví todo ese proceso de llegar en el peor momento de la historia del club, en cuanto a situación edilicia, instalaciones, situaciones de entrenamiento, relaciones. Era juntar las cenizas e ir para adelante, así fue. Todo eso nos hizo fuertes, estábamos juntos en un lugar en el que había mucho por construir, con la presión diaria. Jugamos contra equipos que todos los fines de semana se preparaban para jugar el último partido de sus vidas, y la presión era mucha porque no daba la posibilidad de tomar un respiro. No se podía pensar en jugar un partido de manera más tranquila, sino que en todos teníamos rivales que salían a jugar de una forma que impresionaba. Jugar durante todo el año de esa manera, llegar al final del torneo sin el campeonato asegurado y tener que pelear hasta la última fecha, fue muy estresante. No fue casualidad que, una vez ascendimos, entre la primera y la décima fecha de Primera División, cinco jugadores nos rompiéramos la rodilla. Ese año tuvo una tensión muy grande. Para que David Trezeguet diga que nunca había sufrido tanta presión, siendo un tipo que había ganado un Mundial, qué quedaba para nosotros los terrenales. Se vivía y se sentía así. Tuve la chance de ir ahora al club y ver todo lo logrado, hoy existe una energía muy linda, con un bienestar que en aquel momento era muy difícil conseguir. Fue un proceso muy intenso, de mucha presión, pero también se disfrutó el hecho de llegar al club en el peor momento e irme ganando la Copa Libertadores. Estoy agradecido de haber sido parte.
«En River era juntar las cenizas e ir para adelante»
CR: ¿Qué te genera el reconocimiento de la gente cada vez que vas al estadio? ¿O la vez que en la pantalla gigante se leía ‘Gracias Gula’?
- Es muy gratificante. No soy un estadista, pero creo que no llegué a los 50 partidos con la camiseta de River. Se ha generado una relación y un vínculo con la gente que habría que preguntarle a los hinchas, a ver qué originó todo ese cariño. Tuve la posibilidad de ir con mi pareja al clásico, y era caminar y que me reconocieran al instante. Me pedían fotos y todo era en una línea de agradecimiento de haber estado en el peor momento. Creo que la gente valora, con el tiempo, a todos los jugadores que estuvieron en ese lugar, ese momento, ese proceso. Realmente, me genera mucha alegría y satisfacción, y una tranquilidad de que no fue en vano mi paso por el club. Durante los cuatro años, jugué dos y pico, y dejé una marca linda. El amor que me tienen los hinchas es maravilloso y me reconforta muchísimo. Volver al Monumental después de seis años y estar con el utilero, darle un abrazo a Marcelo, a Leo y estar con todo el plantel de River y la gente del club, fue muy emocionante y un mimo al alma.
CR: Ponzio ya era capitán cuando compartían equipo. ¿Cómo lo veías por entonces? ¿Imaginabas que sería el jugador con mayor cantidad de títulos en el club?
- Leo llegó en el segundo semestre de nuestra campaña en el Nacional B. Competíamos por el puesto, obviamente. Estaba él, el Lobo Ledesma y yo, junto a Cirigliano que se sumó después y el ‘Coloradito’ Kranevitter. Digamos que todos eran unas bestias en el medio, y sin embargo hicimos una relación y una amistad que, cuando a uno le tocaba jugar, los otros apoyábamos. En su momento, Leo no jugaba con Ramón, estaba muy relegado, pero fue ahí donde más se fortaleció nuestra relación. Más allá de que no jugaba, el liderazgo siempre lo tuvo, y la reverencia del grupo hacia él era por su manera de ser y entrenar, por su profesionalismo y las gestiones de hablar con los dirigentes. Agradezco y celebro que haya podido ganar todo lo que ganó, porque en su momento la pasó mal en el Nacional B y durante algunos partidos en Primera. Se lo merece porque nunca bajó los brazos y siempre tuvo mucha humildad cuando no le tocó estar. De hecho, lo mostró al momento de su retiro, que le tocaba jugar poco y seguía siendo líder y sumaba. Eso es muy valorable y habla muy bien de él.
CR: Hay una publicación tuya de Instagram con una foto de cuando todo el plantel te fue a visitar tras tu operación, junto con una frase de que el grupo humano fue la clave de todo lo que vino después. ¿Sentís que allí estuvo el click para el club?
- Creo que sí. El ascenso mantuvo la base de jugadores que pasaron por muchas etapas feas, entonces los chicos que subían debían entrenar con una forma de profesionalismo, de respeto, y una manera de ser. En ese momento, todos los grandes que estábamos en el plantel bajamos una línea, no desde el discurso sino desde la manera de trabajar en el día a día. Los chicos que subían y pensaban que ya habían logrado todo, al tiempo se acomodaban solos porque sino se quedaban afuera. Esa foto que publiqué en Instagram es muy simbólica, porque salgo del quirófano, me despierto de la anestesia y, alrededor de la cama, estaban Marcelo, Buján, Matías Biscay, el profe… Cuando me despertaron, no entendía nada, no sabía dónde estaba, y ellos habían salido a correr desde el Monumental y me esperaron a que salga de la operación. Eso habla de cómo es River, el grupo humano, y la foto muestra lo que era el equipo. Por eso digo, la base y la manera de ser como grupo muestra que se priorizaba a todos por la calidad humana antes que por lo técnico. Así se fueron formando los equipos. Jonatan Maidana, Leo Ponzio, Gaby Mercado, Vangioni, Sánchez, Barovero fueron líderes silenciosos pero con mucha personalidad. Unos seres humanos extraordinarios. Todo se fue ensamblando en base a ser primero buena gente, y luego buen jugador de fútbol.
CR: Tuviste a Gallardo como entrenador durante dos años. ¿Qué veías en él? ¿Imaginabas lo que vendría después? ¿Con qué tipo de DT te encontraste?
- Desde un primer momento, me impresionó mucho su personalidad. No lo conocía personalmente, pero recuerdo el momento en que se paró delante del grupo. Imaginate, se iba Ramón siendo campeón, y Gallardo agarró como quien tome el cargo cuando se vaya él. Agarró un fierro caliente, ya que Ramón se había consagrado y todos sabemos lo que significa para el club. No era fácil y representaba un desafío gigante, más allá de que había salido campeón en Uruguay. A mí me impresionó su forma de ser y, a la hora de compartir, su honestidad me impactó. Recuerdo que estaba Cavenaghi en el equipo y el que jugaba era Alario, que venía de Colón. Marcelo no se casaba con nadie, jugaba el que veía mejor y así era con todos. Por ejemplo, he estado presente en partidos en los que la gente insultaba muchísimo al Pity Martínez, y él lo sostuvo. Veía algo más allá y estaba convencido de que se trataba de un proceso del jugador, que necesitaba confianza, y eso se generaba dándole partidos. Lo que hizo con el Pity y De La Cruz habla del convencimiento que tiene sobre algunos jugadores, de darle minutos para que terminen explotando y sean lo que son. A la hora de armar los equipos y elegir, se ha ganado el respeto y nadie le puede decir nada. Todos los jugadores sabían que si estabas afuera era por una razón, y si estabas adentro habías hecho los méritos para ser titular. En pocas palabras, me impactó su liderazgo, su honestidad a la hora de elegir y su humanidad. Los únicos 20 minutos que le aporté dentro de la cancha fueron en Formosa, por Copa Argentina, ante Liniers, y él se portó muy bien conmigo y me ha tratado siempre de la mejor manera. Siempre digo que ha tenido gestos increíbles. Durante una pretemporada en Punta del Este, tocaba Skay en un concierto muy íntimo, y Marcelo fue a buscarme a la habitación. Sabía que me gustaba y me invitó a ir, junto con Pisculichi, Pablito Aimar y el cuerpo técnico. Él tenía esos gestos, y no lo hizo con una figura para ganarse su respeto, sino conmigo, que sabía que ya no le podía dar mucho más como jugador. Esas cosas las recuerdo y valoro mucho.
«De Gallardo me impactó su liderazgo, su honestidad a la hora de elegir y su humanidad»
CR: ¿Siempre has tenido ese gusto musical?
- Me gusta mucho. Tuve la gracia de sacarme una foto con Skay y la Negra Poli. Ya está. Me falta el ancho de bastos y estamos.
CR: ¿Pensas ir a ver al Indio si es que existe un próximo recital?
- Ojalá. Creo que es el deseo de todos que haya otro.
CR: Luego de tu crecimiento, tu etapa en River, el retiro prematuro y tu actualidad, ¿podes decir que el fútbol es uno solo?
- El fútbol es uno solo, estoy convencido de eso. El juego es el juego, y es algo que experimentas en todas las categorías. Adentro de la cancha es un proceso, sea donde sea, y te adaptas. Mejoras en un juego que no deja de ser el fútbol. En Bella Vista jugaba de una forma y obviamente que fui creciendo, pero el fútbol se siente y se vive de una sola manera. Todos los seres humanos tenemos debilidades y esas cosas te igualan. Es lo más democrático que existe, el deporte más lindo.
- AUTOR
- Nicolás Galliari
Comentarios