América
Silencio..
Todos los que alguna vez jugamos al fútbol o alentamos a un equipo lo tenemos claro: el fútbol es injusto. Seguramente por esa razón nos guste tanto. Porque digo, alguna vez ganaste sin ser mejor que tu rival y fuiste feliz. Más de una ocasión te cagaron a pelotazos, viste cómo la pelota dio en el travesaño, en el palo, en una paloma mensajera y se fue afuera. Nunca entró, siempre pasó besando la línea pero jamás traspasó completamente la pinta que divide la alegría de la resignación. Y cuando terminó el encuentro, no importa si fue porque pitó el árbitro o porque vino el que te alquila la cancha y avisó que se terminó el tiempo, sacudiste la cabeza y dijiste «hoy tuvimos suerte».
Esto no se trata de ganar o perder, el resultadismo está lejos de mis convicciones. Se trata de que cuando entras a una cancha ya sabes que podés sufrir injusticias. Es así, simplemente así. Lo aceptas, lo masticas y, cuando podés, escupís dolor y culpas. El dilema mayúsculo ocurre cuando aparece esa palabra que nadie quiere escuchar: PERDER. Y, por si se olvidaron, el deporte y la vida tiene muchas derrotas, algunas duelen más que otras pero duelen y punto. Está claro que perder un picado no es lo mismo que perder una final del mundo o una final de lo que sea, llegar a una final es un mérito y debe respetarse como tal. Sin embargo cuando llegas la querés ganar.
Pocas veces cuando PERDÉS, lo remarco para que quede en alto la cuestión, te quedas sin palabras. No sabes qué analizar, por dónde empezar a encontrar razones, no sabes bien cuáles fueron tus errores y por ende no sabes cómo corregirlos. Esto resulta un golpe aún más duro porque cuando no encontras palabras, sepan disculpar pero trabajo de comunicador y esto no suele pasarme, tu mente se condiciona todavía más. Se condiciona porque uno siempre busca, o al menos intenta, encontrar respuestas frente a un mal desempeño individual o colectivo. Sin palabras no hay respuestas, sin respuestas nuestra mente es un limbo.
A veces puede fallar el entrenador, piensen en el nombre que quieran, a veces le entras mordido o decidís picarla, piensen en el nombre que quieran, a veces no estás capacitado para resolver situaciones importantes, vuelvan a pensar en el nombre que quieran, a veces juega un tipo condicionado por una lesión, ya no voy a repetir lo anterior, o a veces, para ya darle un final, simplemente pateas un penal a la luna. El fútbol es tan injusto.
Argentina llegó a tres finales y no ganó ninguna. Argentina siempre me dio palabras para decir, criticar o simplemente analizar, el tema es que esta vez me quede sin palabras. No entendí muy bien qué pasó, quizás con el tiempo lo entienda, no sé explicar con palabras concretas cómo teniendo el viento a favor siempre aparece una tormenta. Algo pasa, alguna decisión está mal tomada. No todo puede ser dictado por el azar, más allá de que el fútbol y mucho más los penales, son una tómbola. Alguno se ensañará con determinado jugador, otro levantará la bandera de un heroico, la cuestión es que muchas veces «nos merecemos bellos milagros» y no ocurren.
El día a día te golpea, el fútbol te golpea y una y otra vez. Lo golpea a un genio increíble como es Lionel Messi y lo golpea a un batallador y lector del juego sensacional como Javier Mascherano. Extraño, dos jugadores a priori que marcan una antítesis pero que dejan una sensación de cariño en aquellos que aman ver rodar una redonda. Un asesino serial del área y de la gambeta, contra un asesino del quite y del anticipo. Probablemente, el fútbol sea injusto con ambos. No sé, ya lo dije, cuando la pelota rueda es así y tiene tantas palabras de más…
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- AUTOR
- Facundo Mirata
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