Argentina
Silencio, habla el capitán
Durante la víspera de la Copa del Mundo del 2018, el ex futbolista Oscar Ruggeri gozó de una popularidad resonante en medios y redes sociales. No es que antes no fuera una figura reconocida del ámbito deportivo. Histórico capitán del combinado nacional, entre otros puntos altos durante sus años activo, transitó luego una trayectoria como técnico deslucida e interrumpida de forma indefinida. Combinada con una participación en medios que en un primer momento lo catapultaron en los proyectos que integró como la voz de vestuario y con experiencia de cancha en mesas donde usualmente lo rodeaban periodistas deportivos que nunca habían jugado profesionalmente a la pelota, mucho menos ganado un Mundial.
La cerveza Quilmes, en aquel entonces, lo contrató para una publicidad exhibida en tiempos donde la imagen de la Selección estaba en picada. Con una clasificación agónica y una preparación sinónimo de caos rumbo a la cita en Rusia, se apostó a ese misticismo que parecía irradiar de la figura de Ruggeri para hablarle al hincha argentino. Literalmente, en la publicidad, el ex defensor está parado en el centro de un campo de juego, paragua en mano, explicándole a los seguidores que lo rodean desde las tribunas porqué hay que alentar pase lo que pase. Es que en algún momento Ruggeri fue eso: un viejo referente del seleccionado buscando concientizar sobre la humanidad y sacrificio de los futbolistas en tiempos de redes sociales, hiper-comercialización y gestiones insulsas al mando de la Argentina. Desde entonces, algo comenzó a transformarse en sus modos.
Ruggeri así empoderó la voz de mando que ya poseía en su carrera para dar diagnósticos y perspectivas sobre el equipo nacional. Y en un país en donde la frontera entre fútbol y política se burla permanentemente, fue cuestión de tiempo para que saltara a un análisis macro, por fuera de los límites de los estadios: la realidad que atravesaban, desde su óptica, los argentinos y argentinas de a pie. Dicho proceso de Ruggeri se dio en un contexto de alta sensibilidad social, crisis económica, malestar social y caída en la popularidad del presidente Mauricio Macri rumbo a su último año de gobierno. Aquel contexto socioeconómico trajo un fuerte pico de protestas, específicamente en la Ciudad de Buenos Aires. Ya habían pasado algunos meses de aquella publicidad de Quilmes, el seleccionado estaba en una nebulosa hasta nuevo aviso y había poco espacio para creer en las alegrías colectivas extraordinarias como las que trae el fútbol. Fue en 90 minutos, el programa de los mediodías de ESPN, donde el Cabezón comenzó a plantear cada vez con más continuidad su lectura de los tiempos que corrían. «Estoy cansado, te cortan la calle, te amenazan con palos. ¿Qué es esto? Con palos y encapuchados, son delincuentes. La gente que protesta de verdad pone la cara y dice ‘estoy mal, perdí el trabajo, no puedo darle de comer a mi familia’. Banquemos a esa gente a morir, pero al encapuchado que me amenaza con un palo… ¿estamos todos locos?», dijo un día, en plena transmisión, tras jornada de manifestaciones en los pagos porteños.
Invierno del 2019. Con la beta política picando cada vez más fuerte en sus intervenciones, y transitando un año electoral, estalló en el mencionado programa el rumor de que Ruggeri estaba siendo sondeado por una fuerza política. ¿El motivo? Ofrecerle ser el candidato a vicepresidente de la misma. Allí, el ex San Lorenzo no solo no negó aquella posibilidad, sino que enumeró las medidas que tomaría: «Generar mucho trabajo. Vaca Muerta, hay que atacar. Creo que están viviendo ocho mil personas allí (…) Dueños de los supermercados, vengan. ¿Cuántos supermercados tenemos? ¡No me den vueltas! (…) Los chinos, que voy al chino y hace ‘pipipipipí’, ‘dame el ticket’, y no me lo da. Primero me habla bien para sacarse una foto conmigo, y cuando le pido ticket me dice ‘no ticket no’ (…) A los seis supermercados poderosos les digo, los voy a perseguir (…) vamos a poner un precio para que la gente tenga posibilidad de mejorar, no van a aumentar como quieren (…) Todos tenemos que pagar impuestos». Allí sus compañeros le deslizaron que «justicia no paga impuesto a las ganancias». «Bueno, tantos temas no puedo abarcar», se atajó Ruggeri, entre risas.
Ruggeri no tenía una ideología definida. De hecho, si su posición sobre las manifestaciones se acercaba más a la derecha, sus pares del programa le dijeron allí mismo que su política para con los supermercados se parecía mucho a la del ex funcionario kirchnerista, Guillermo Moreno. Sin embargo, los dichos del panelista impactaban más fuertemente entre usuarios de redes de corte más conservador, o de fuerte oposición al accionar estatal, principalmente por un aspecto de su discurso que predominaba en todas sus oratorias: los políticos son todos unos hijos de puta que no sirven para nada, roban y solo buscan beneficio propio. Arreglar el país es fácil, hay que arremangarse y laburar. Argentina es sinónimo de impunidad.
¿Se pueden debatir estos temas? Por supuesto, de la realidad siempre hay múltiples lecturas y constantemente pensamientos negativos sobre los políticos. Las políticas de empleo o la justicia se expresan socialmente y deben tener nuestra atención. Pero Ruggeri logró ubicarse en un lugar de no cuestionamiento entre sus colegas. Sus palabras impactaban en redes y cuando interrumpía un repaso de la trayectoria de un futbolista tentado por Boca Juniors para indignarse con un corte en el Obelisco, el estudio se callaba y hablaba el capitán. La Selección había quedado atrás, Ruggeri ahora no era un faro futbolístico, sino político, aunque él detestara el término. No debía rendir cuentas ni debatir con alguien que no opinara como él. Y muy probablemente sus propios superiores en el canal alentaron estas performances directa o indirectamente, porque efectivamente había gente identificada con sus palabras.
Ruggeri no tenía propuestas específicas. Recorría ciertos pilares de su pensamiento que incluso tuvieron eco propio en funcionarios y afines a las fuerzas conservadoras dentro y fuera de la administración Cambiemos. A comienzos del 2020, amasó miles y miles de likes en Twitter con los recortes de su intervención analizando la reacción social al brutal asesinato de Fernando Báez. En aquel entonces dijo: «Dejense de romper los huevos. Matan a las chicas, le dan… cualquier cosa. Después salen por buena conducta. ¡Hablale a la mamá y a la papá de los que mataron (…) enterraron un hijo (…) hay que estar encima de ellos, a esos hay que ayudar. ¡Derechos humanos para el otro! ¿Qué derechos humanos? A esa gente hay que ayudar. Ahí se arregla el país, ahí somos un país de verdad. Y después paguemos los impuestos que tenemos que pagar los que trabajamos (…) porque sabemos que van las cosas bien. Listo, me desahogué, gracias».
En la entendible indignación por aquel estremecedor crimen, Ruggeri colaba problemáticas propias: descreimiento del quehacer de los Derechos Humanos en Argentina, en donde en repetidas veces para criticar a una justicia y a un aparato policial efectivamente deficientes se bastardea a la política en el área de DDHH del kirchnerismo, orientada principalmente a concientizar y reivindicar la lucha de Derechos Humanos durante la última dictadura militar. Y un factor impositivo, en donde el ex futbolista postula que para pagar impuestos con tranquilidad, primero hay que «arreglar« al país.
Ruggeri nunca distribuía la pelota, lo suyo eran los monólogos. Muy difícilmente algún compañero suyo viera viable contradecir algunas de sus posturas. En primer término, porque el costo en redes sociales hubiera sido evidente. Pero, además, porque el ex futbolista camuflaba permanentemente posturas políticas propias en problemáticas que nos han afectado a todos, sea por un corte en una avenida que hizo que llegáramos tarde al trabajo o un accionar judicial que generó nuestro repudio. Que esto lo haga en un programa orientado a lo deportivo, generaba una isla en las palabras de Ruggeri: era una excepción, un momento en donde, nuevamente, el capitán hablaba y olfateaba el humor social para saber a quién apuntarle por el fracaso argentino. Y luego seguimos repasando al cinco que quiere River para la Copa. Diego Fucks, Daniel Arcucci o el propio Sebastián Vignolo carecían de quórum para encabezar una campaña como las de el Cabezón.
Las palabras de Ruggeri avanzaron cada vez más hacia la crítica contra la clase política. Su punto comenzó a desvirtuarse, más aún en los momentos donde la pandemia generaba un desgaste social y económico en el marco de una incertidumbre inédita. «Hay que generar trabajo en nuestro país, ¡ese es el país que me gusta, chiquito! ¿Y? ¿Qué hacemos? ¡Ah, de fútbol hablás todo, de esto no!», dijo mirándolo a Arcucci, en una transmisión a fines del 2020. «Los diputados son los que meten las leyes… ¡se levantan una mañana y dicen ‘epa, impuesto acá’, y listo, lo solucionan, y no es así (…) A trabajar, dignidad, ganarse su plata». Acto seguido, comenzó a parodiar a una persona en el supermercado haciendo las compras para las fiestas de fin de año, aduciendo la nobleza que implica hacerlo con plata “propia”. Sus compañeros estallaron en risas en medio de la explicación. Ruggeri no se detuvo: «Yo no quiero ¡pah! Una bolsa de comida. ¿Cuánto te dura, tres días? Generen trabajos. Es un país hermoso, ya lo repetí mil veces, ilumínense. Le hacemos un monumento al tipo que nos ponga de pie de verdad. ¡Que la gente trabaje, que los chicos vayan a la escuela, no es lo mismo por zoom!».
Ruggeri había mutado de un indignado a prácticamente un personaje de «Peter Capusotto y sus Videos». Mezclaba constantemente problemáticas generales con ideología propia y pedía soluciones que, en el contexto pandémico que se atravesaba para entonces, eran difíciles de resolver incluso para el primer mundo. Critica a las políticas asistencialistas que permiten que la gente pueda tener una «bolsa de comida» si perdió su trabajo por la pandemia y no tiene plata para pagarlo, criminaliza las protestas, descree de los impuestos, pide que un líder de características mesiánicas solucione todo esto y de paso clama por la presencialidad en las aulas, todo en uno. De repente, si todo es indignante, nada es indignante. Ruggeri comenzó forzosamente a parodiarse a sí mismo y a lanzar un concierto de dardos a la clase política recorriendo lugares comunes cada vez con mayor frecuencia y omitiendo a piacere los factores que contradicen su postura.
«Mire, esto es muy sencillo señor», entonó Ruggeri en una transmisión de su programa en febrero del 2021. Se transformó en un latiguillo permanente, el que el ex defensor iniciara sus discursos explicando que la cuestión es sencilla, solo que alguien o algo no quiere arreglarlo. «Verseros. Yo tengo posibilidades de vacunarme (…) ¿Y yo me voy a ir a vacunar antes que mi mamá? (…) ¿Entonces qué? Le digo ‘mami quédate encerrada en casa los años que te queden, no podés salir a la calle’ (…) Vergüenza les tendría que dar. Hagan lo que quieran (…) Ventajeros de mierda (…) Vayan a laburar, loco. Vergüenza les tendría que dar, ¿pero ¿qué les va a dar vergüenza?, si a ustedes no les da vergüenza nada». Para el mes de febrero, la campaña de vacunación comenzaba a mostrar sus primeras ralentizaciones y el panelista de ESPN disparó directo a la clase política a la que ya se le había aplicado la primera dosis. Aquel recorte trepa hoy a casi 80 mil reproducciones en YouTube. Durante toda su intervención, la pregunta en el zócalo fue «¿Quién va a ser el campeón de la Copa de la Liga Profesional?».
Cuatro meses luego, con la segunda ola afectando a toda la Argentina, él volvió a la carga: «Me voy a cuidar yo, ¿si total estos qué te van a cuidar? No te cuida nadie. Me preguntan porqué no me voy a vivir afuera. ¿Por qué me tengo que ir afuera, si yo quiero vivir acá? (…) Messi, te quiero felicitar, loco. Allá arriba, capitán. Cada vez más arriba, donaste treinta respiradores (…) Ahora que hiciste eso, nadie te dice nada. ¿Qué hacen los respiradores? Metidos en un lugar de hace diez meses, muriéndose gente (…) Déjense de romper las pelotas, qué van al Congreso, ‘¡votemos, sí, sueldo más alto!’. Voten para eso, saquen los respiradores y mándenlos a las clínicas, se está muriendo la gente, ¡boludos! (…) No entienden nada estos muchachos, perdónenlos». El debate en el piso había iniciado con un ángulo completamente diferente: en pantalla rezaba el título «Scaloni y una lista desprolija… y polémica».
La falacia que puede presentarse aquí es creer que se está con Ruggeri o con lo que Ruggeri critica: cuestionar el rol de ex San Lorenzo netamente como comunicador no implica defender la ineficacia de un político o un atraso en la aplicación de una vacuna. Ruggeri se hizo su espacio en un programa de fútbol para arrojar sus diagnósticos de la realidad nacional desligándose de las repercusiones de sus palabras. Nunca se trató de que, si los políticos son poco representativos, votemos mejor: seamos conscientes de quiénes son los candidatos, exijamos internas transparentes y propongamos debates públicos sobre propuesta, entre otras movidas. Para nada. Ruggeri quería indignarse y un séquito quería verlo indignado. Punto. Aquello que él hace contantemente en una de las principales cadenas de deportes y con una producción detrás que mide, analiza y comprende el peso de sus palabras dentro y fuera del estudio. Y específicamente en redes sociales.
Ruggeri no tiene en piso a ningún antagonista a sus palabras, probablemente no debatirá nunca y seguramente opine en la brevedad una vez más sobre los «hijos de puta» de los políticos ante millones de espectadores, dosificando perspectivas propias y puramente subjetivas de la realidad con imágenes contundentes del día a día. Un país roto, una dirigencia que no sirve, un proyecto que fracasó; la resignación y el enojo son un factor que se elastiza hasta límites insospechados y banaliza cuestiones sumamente serias y alarmantes: los problemas que nos afectan en lo cotidiano terminan siendo apilados por un enfurecido comunicador entre un tape de los goles de Independiente y una nota al entrenador de Peñarol. La premisa no es involucrarse o difundir alternativas, porque el marco del programa no lo permite, al fin y al cabo es ESPN y no la redacción de La Izquierda Diario. Ruggeri dice que son todos unos hijos de puta desde su silla, y el Capitán ha hablado.
Pocas semanas atrás, aún con la Copa América en juego, la Selección volvió a ganar un protagonismo que desde hace tiempo no poseía, al comenzar a desarrollar una promisoria campaña en la Copa América. Ruggeri volvía a las bases: tres años después estaba en el centro de la escena para poder recordar que él llamaba a alentar incansablemente al combinado nacional aún en las turbias aguas de Rusia 2018. Pero Ruggeri ya no era el mismo. No era el mensaje lo que importaba, sino el propio Ruggeri. Nuevamente había una solución que él lograba vislumbrar y que el otro, en este caso no la clase política argentina, sino la Selección, no sabían encontrar. El recital de indignación garpaba más y si este es un país roto y poco serio, su seleccionado no debía ser la excepción: «¿No estamos todos diciendo que queremos un proyecto? (…) ¿Acá no tiramos todos que hay que ir con un buen proyecto, de verdad? (…) No hay un proyecto serio, para encarar a que la Selección vaya a algún lugar».
Desde la comodidad de su silla en un estudio de televisión, Ruggeri se pareció mucho a aquello que alguna vez juró destruir.
- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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