América
Sociedades Anónimas Deportivas
Como rezan los primeros párrafos transcriptos de la publicación del diario Clarín sobre la nota al Presidente Mauricio Macri, la posibilidad de clubes convertidos en Sociedades Anónimas tomó estado público nada más iniciar el mandato del presidente argentino. El proyecto, que el propio Macri había propuesto al ingresar en la arena dirigencial en Boca Juniors, consiste básicamente en reeditar la experiencia española que condujo a las Sociedades Anónimas Deportivas, con la particular diferencia de que el cambio sea “optativo”.
En este sentido, resulta interesante analizar el escenario deportivo – institucional, si se ha forzado un escenario tal que implique una elección tendenciosa, haciendo virtualmente inexistentes aquellos argumentos objetivos, tanto por la afirmativa como por la negativa al proyecto, así como también muestre los resultados no tan exitosos en otras latitudes.
La intención del presente artículo entonces no solo es dar cuenta de los resultados que dicha estructura jurídica ha tenido en los países donde fue implantada, haciendo las salvedades culturales que correspondan, sino también de analizar cómo se construye una realidad que conlleva a que la opinión pública, poco especializada en una cuestión técnica como la que nos atañe, se decante por afirmar que las Sociedades Anónimas resultan indispensables para solucionar los problemas de nuestro fútbol.
LAS ASOCIACIONES CIVILES. SOCIEDAD DE CLUBES
Señala Julio D. Frydenberg, en «La Crisis de la tradición y el modelo asociacionista en los clubes del fútbol argentino», que “los clubes nacieron para recoger inquietudes generadas en la comunidad del lugar, del barrio. Una institución nacida para cubrir necesidades y generar espacios de sociabilidad, cultural, deportiva, etc. (…) La oleada fundacional de clubes comenzó en la primera década del Siglo XX en la Capital Federal. En las ciudades del interior, siguió la expansión de la red ferroviaria. Hacia las décadas de 1920 y 1930, aparecen nuevas fundaciones de entidades en los barrios y en los nuevos cinturones poblacionales del Gran Buenos Aires (…)”
Continua Frydenberg señalando que “en el caso de Argentina, los clubes cumplen un papel abandonado por el Estado, brindan espacio e instalaciones para que alumnos de escuelas públicas practiquen deportes, además suelen otorgar becas a alumnos, tienen colonias para niños, etc. Los clubes han participado activamente en la construcción de la sociedad civil (…), construyen vínculos sociales básicos muy conectados con la institución familiar, cruzando las estructuras de la vida cotidiana y del sentido común».
Reza el Código Civil y Comercial argentino que “la asociación civil debe tener un objeto que no sea contrario al interés general o al bien común. El interés general se interpreta dentro del respeto a las diversas identidades, creencias y tradiciones, sean culturales, religiosas, artísticas, literarias, sociales, políticas o étnicas que no vulneren los valores constitucionales. No puede perseguir el lucro como fin principal, ni puede tener por fin el lucro para sus miembros o terceros.” En concordancia con lo señalado por Frydenberg, el objetivo no es el beneficio directo de los socios que componen la asociación, en primera instancia al menos, sino el de la comunidad toda en la cual la asociación se encuentra inserta, cumpliendo una finalidad de integración con los sujetos que la componen. La asociación tiene un objetivo muchísimo más elevado, que es el de otorgar un valor a la comunidad, beneficiándose sus asociados en todo caso como integrantes de esta última.
Otro de los elementos que caben señalar es que la disolución de una asociación civil, tal y como lo marca el Código Civil y Comercial, implica que el patrimonio resultante de la liquidación no se distribuye entre los asociados. En todos los casos, debe darse el destino previsto en el estatuto y, a falta de previsión, el remanente debe destinarse a otra asociación civil domiciliada en la República de objeto igual o similar a la liquidada. Resulta claro entonces que el objetivo de la sociedad no es obtener un lucro directo para sus socios, sino dar un plus a la comunidad en la cual se encuentra establecida. Es por ello que el remanente debe destinarse a otra asociación con objeto similar, ya que lo que se busca es el bien común, una finalidad muy alejada del lucro que tienen en miras las sociedades comerciales, siendo las sociedades anónimas su máxima expresión.
SOCIEDADES ANONIMAS
El objeto de la sociedad anónima es, por definición, la búsqueda de lucro por parte de los socios que la integran. El Código establece que “Habrá sociedad si una o más personas en forma organizada conforme a uno de los tipos previstos en esta ley, se obligan a realizar aportes para aplicarlos a la producción o intercambio de bienes o servicios, participando de los beneficios y soportando las pérdidas”. Es decir, soportar las pérdidas de la sociedad, cuando las cosas no van bien, y participar de los beneficios, en casos de éxito, constituyen el fin de la sociedad anónima. No existe el bien común dentro del objeto social, dando paso al concepto de beneficio y pérdida. Son los socios los que decidirán cual es el significado de este “beneficio” que se busca obtener. Podríamos poner ante el lector la nunca irresoluta cuestión que centra el debate en los clubes de fútbol, donde ganar campeonatos no está directamente asociado a que las cuentas económicas den superávit. Son procesos necesariamente distintos y que ostentan una dinámica muy particular. ¿Cuál es el concepto de éxito en un club de fútbol? ¿Es ciertamente diferente al que podría tener uno de los socios de la mesa directiva de Apple o Coca-Cola?
Otra de las cuestiones que se encuentra intrínsecamente ligada al concepto de sociedad anónima es la libre transmisibilidad de las acciones. Es decir, cualquier persona, reunidos ciertos requisitos (principalmente económicos), podría convertirse en accionista de una sociedad. Esto, que habitualmente es visto como una posibilidad infinita de atraer inversiones extranjeras, conlleva como su contracara la posibilidad de que la inversión no guarde ningún tipo de relación con el club – potencial Sociedad Anónima. Inclusive, que el fantasma de aquel sujeto, identificado abiertamente con el club rival (ponga el lector el club que se imagine), pueda adquirir el paquete accionario del club de nuestros amores, es a todas luces atemorizante.
Resulta clarificador lo señalado ya en 1999 por Héctor Palomino, quien en una conferencia denominada «Los clubes de Fútbol en Argentina: ¿Asociaciones Civiles o Sociedades Anónimas?» refiere que, si bien a priori, las sociedades anónimas garantizarían la transparencia, acercando finalmente recursos genuinos a los clubes, saneando sus finanzas, y permitiendo regularizar la recaudación de impuestos, las cajas de aportes previsionales, etc., este argumento se da como resultado del contraste de la situación real de los clubes con su modelo ideal, sin interrogarse acabadamente sobre qué son efectivamente las sociedades anónimas en Argentina. Este interrogante, planteado por Palomino en 1999, puede ser llevado no solo hasta nuestros días, sino también hacia países extranjeros donde esta fórmula fue aplicada.
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SOCIEDADES ANONIMAS DEPORTIVAS. CAUSAS COMUNES.
Como se mencionaba en la introducción, el objeto del presente no solo es dar cuenta de las circunstancias “ideales” que implica el instrumento jurídico de las sociedades anónimas aplicadas al deporte, sino también la construcción de una realidad que termina justificando la aplicación de esta figura.
Debe resaltarse que Argentina no es ni el primero, ni será el último, donde el concepto de Sociedad Anónima pretenda ser instaurado. Durante la década del ’90 y los albores del nuevo milenio, el ensayo de los gerenciamientos tuvo su primera experiencia, dejando a clubes como Racing, Ferro o Quilmes besando la lona, si se permite la expresión boxística aplicada al fútbol. La excepción de ello, quizás, fuese la de Belgrano de Córdoba, en la que su gerenciador, Armando Pérez, luego de sanear la institución, decidió retomar el camino de la asociación civil y llamar a elecciones, donde resulto ganador, ciertamente por la gran gestión realizada. El caso de Talleres de Córdoba podría englobarse también en estos casos de éxito.
Ya en 1999, como surge del reseñado articulo de Palomino, se señalan como problemas del fútbol argentino las imágenes en los medios de clubes en convocatoria de acreedores o “en quiebra”, estadios semivacíos por la menor concurrencia de espectadores, episodios de violencia en los estadios y sus adyacencias protagonizados por barras bravas. Cualquier similitud con las que al día de hoy pueden verse en diarios y portales de internet, redes sociales y canales de televisión, no son pura coincidencia. Excede al objetivo de este artículo analizar la degradación de la sociedad y el componente de frustración que se traslada hacia los estadios, donde las causas y consecuencias de dichas circunstancias son tantas y tan variopintas que podríamos pasar horas debatiéndolas.
Señala Julio Alberto Santamaría Sotillo en su estudio «Las Sociedades Anónimas Deportivas, aspectos legales y contables: El REAL ZARAGOZA S.A.D.» que, históricamente, las administraciones públicas han sido muy complacientes con el fútbol puesto que, al ser el deporte más popular, solía ser manejado como arma electoral. Así, cada comunidad autónoma y ayuntamiento solía tener su propio equipo (o equipos) bandera, al cual no dudaban en ayudar si este tenía la necesidad bien con favores administrativos (recalificación de terrenos, condonaciones de obligaciones fiscales) o directamente con fondos públicos (subvenciones). Tras la aparición de las televisiones privadas, los clubes aumentaron sus ingresos, gracias a las cantidades recibidas por la cesión de los derechos de explotación de las imágenes de los partidos que disputan a empresas especializadas en la gestión de estos activos. Los clubes de fútbol llevaban décadas acumulando deudas debido a una mala gestión, donde los intereses deportivos estaban por encima de los intereses económicos, hasta tal punto de hacer peligrar la supervivencia de las propias asociaciones. Además, al no asumir los administradores de los clubes (presidente, junta directiva, etc.) ninguna responsabilidad por su gestión, no les preocupaba endeudarse puesto que el día que abandonaran el club se les valoraría por sus resultados deportivos y no por los económicos.
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Luciano de Campos Prado Motta destaca, justamente, que un hábito común en las instituciones deportivas es ponderar el resultado deportivo frente a la buena gestión económica. Bajo la premisa de obtener un título, muchas veces la directiva compromete la salud financiera de la institución a mediano y largo plazo, derivándose una segunda consecuencia aún más gravosa, que resulta de pensar que el éxito deportivo implica necesariamente un éxito en las cuentas. Pese a ello, el crecimiento de muchas de las instituciones dedicadas al fútbol profesional en Argentina no se encuentra asociado directamente a logros deportivos, sino que su crecimiento se destaca a través del aumento de socios que utilizan las instalaciones del club, sin importar si el equipo gana o pierde el fin de semana.
La principal falacia es que las Sociedades Anónimas no pueden desaparecer. El presidente Macri señala: «si el club va a la quiebra y desaparece, uno no puede ser de otro equipo, se te muere algo dentro tuyo». Justamente, el precepto básico de la Sociedad Anónima (Deportiva o no) es que es un sujeto de derecho privado, sujeto a las normas civiles y comerciales ordinarias, y como tal, se le deben aplicar el rigor de la ley en el caso de procesos concursales y de quiebra. Es decir, cualquier Sociedad Anónima, que no puede hacer frente de manera regular a sus deudas, entrara en concurso preventivo, y llegado el caso, cumplidos los requisitos formales, se le dictara la quiebra. Entonces, existe una incompatibilidad manifiesta entre el lucro privado y la perpetuidad del club-S.A.D. El régimen de salvataje de entidades deportivas, que evitó la quiebra de varias instituciones, entre las que podemos citar a Racing Club, Newell’s Old Boys, Ferrocarril Oeste, Comunicaciones, etc., se encuentra fundamentado en el bien común que estas proveen a la sociedad, en su carácter de asociación civil. Lo contrario, implicaría un sinsentido, ya que en el caso de beneficios económicos, los mismos serian distribuidos entre los accionistas, y en el caso de pérdida, la sociedad toda debería asumir los costos de una mala administración.
Sin bien es cierto que muchísimos logros deportivos y económicos han sido alcanzados por Sociedades Anónimas (Manchester United, Chelsea, Inter, Milan, Juventus, Atlético de Madrid, etc.), no es menor el detalle de que muchos equipos, bajo este régimen, han desaparecido o bien sobreviven a duras penas a raíz de la implementación de este sistema. Equipos con historia de más de 100 años.
La experiencia extranjera demuestra que esta normativa promueve la aparición de capitales golondrina. Basta con mencionar casos como el del Recreativo de Huelva, partícipe de uno de los primeros partidos registrados en el fútbol español, que sufrió el riesgo de desaparición por causa de su abultada deuda. Salamanca y Extremadura son otros casos testigos. Racing de Santander, otrora habitué de la Primera División, hoy pena por el ascenso español después de la fallida llegada de capitales privados. Misma situación se replica en otros países como Inglaterra e Italia, con el Portsmouth deambulando por la tercera división, y la quiebra y desaparición del Parma, tras el declive de su principal accionista, la empresa Parmalat. Hoy el Parma cambió de nombre, de escudo y hasta de camiseta. Sus trofeos fueron subastados. Su historia, solo permanece viva en el recuerdo de sus hinchas, a quienes deben explicarle que ese nuevo club es el continuador de las glorias pasadas.
Sin embargo, existen defensores de este modelo de Sociedad Anónima, manifestando que podría existir una normativa híbrida, donde la SAD únicamente manejara el área del fútbol profesional, mientras que el resto de las actividades deportivas serían continuadas por la Asociación Civil, que conservaría su personería como tal. La AC sería la responsable de controlar a la SAD bajo estrictas normas y un acuerdo previamente estipulado. Dentro de este caso, podríamos señalar el caso del Esporte Clube Bahía de Brasil, que en 1998 constituyó una S.A. para gerenciar el fútbol profesional de la institución. En el mismo sentido, podemos referirnos al Corinthians, que en 1999 realizó una operación de similares características. Pese a ello, quienes defienden esta postura omiten señalar que el fútbol profesional funciona muchas veces como motor de los clubes, acercando a la masa de socios, siendo también un termómetro del humor social, otorgando recursos genuinos para el sostén del resto de las actividades.
Sin perjuicio de esto, señala Luciano de Campos Prado Motta, en su tesis doctoral, que la principal diferencia entre una Asociación Civil y una Sociedad Anónima está vinculada con el concepto de distribución del lucro. En una interpretación moderna, según el autor, el lucro en el caso de las Asociaciones Civiles debe ser visto como un instrumento para alcanzar otras finalidades vinculadas al objeto social. Es decir, la institución podrá adoptar un tipo de organización “empresarial”, sin que ello implique necesariamente perder de vista el objeto social, así como también deberá, en pos de su salud económica, encarar los negocios de tal forma de obtener un rédito económico, dentro de las bases del sistema capitalista; pero justamente ese saldo favorable deberá ser reinvertido en pos de alcanzar la meta social. En este sentido, resulta una falacia la idea de que la estructura jurídica de una asociación civil esté directamente vinculada al amateurismo. El lucro es visto entonces como un medio y no como un fin en sí mismo, por lo cual deberán adoptarse las medidas tendientes a asegurar la salud económica, sin que eso implique necesariamente un cambio de estructura jurídica.
En definitiva, los vicios respecto de la asociación civil no radican en el origen asociativo y de bien común, en el sentido abstracto del término, sino más bien en el profesionalismo con el que la gestión sea llevada a cabo. Este debe ser el camino que deberán adoptar las instituciones en Argentina a fin de mantener el espíritu y el objetivo con el que fueron concebidos los clubes.
- AUTOR
- Juan Esteban Diez
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