América
Sócrates, el eje de la Democracia Corinthiana..
«Para mí lo ideal sería un socialismo perfecto, donde todos los hombres tengan los mismos derechos y los mismos deberes. Una concepción del mundo sin poder», lanzó Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieria de Oliveira más conocido como Sócrates hace unos años. Muchos quizás lo recuerden por sus gambetas o su elegancia a la hora de jugar, pero no solo dejó destellos de su magia en una cancha sino que fue la imagen principal de un movimiento que comenzó a destronar del poder a un régimen militar que tuvo varios años en vilo a Brasil. Increíblemente todo comenzó en una pelota de fútbol y se trasladó a todo un país.
Cualquiera que busque su nombre encontrará que se lo asocia con la Democracia Corinthiana. Lo cual podría resumirse como una forma de gobierno en un club, que tenía como base y como lema la «Libertad con Responsabilidad». Era un sistema donde la entidad era organizada como una comunidad donde todos sus integrantes tomaban en conjunto todas las decisiones que los tocaban de lleno. Todos son todos. Utileros, jugadores o directivos. No había diferencias así que cada uno de los votos contaba por igual. Lo que decidía la mayoría era ley. Eso era todo y de esa forma lograban el consenso del plantel sin problemas de por medio.
Se decidían horarios de entrenamientos, concentraciones, las comidas, las formas de viaje, los fichajes a realizar o las bajas para cada temporada. Todo era evaluado y barajado por todos. La libertad era tal que se decidió hasta qué hacían en sus horas libres y como muchos tenían varios vicios les sirvió como excusa para seguir con ellos. Sócrates, por ejemplo, solía fumar o beber. «El vaso de cerveza es mi mejor psicólogo», arrojó en una ocasión y desde acá nos dan ganas de abrazarlo. El hombre no era un dotado físicamente pero su magia estaba en los pies y en su cabeza. El pequeño Sócrates se crio un hogar donde abundaba la lectura y donde tras el golpe de estado de 1964 contra Joao Goulart, pudo observar como su padre quemaba sus libros por el miedo a que descubran su ideología contradictoria al sistema instalado arbitrariamente. «Cuando le puse a uno de mis hijos Fidel, mi madre me dijo: ‘Es un nombre un poco fuerte para un niño’. Y le respondí: ‘Madre, mira lo que me hiciste a mí», contó en una ocasión y cerró el círculo.
Tras confirmar el poderío de este movimiento creado simplemente por estar en contra del estado represivo de esos años, el equipo comenzó a salir a la cancha con pancartas contra la dictadura a las cuales les sobraban las palabras: «Democracia», «Quiero votar a mi presidente», «Derechos ya» y «Elecciones directas ya». Tengamos en cuenta que el Timao es uno de los clubes más populares de todo Brasil y por ese entonces, ahora tampoco cambió tanto, a su cancha acudían unos 80 mil espectadores. Toda una movida fuerte y valiente que pocos se animarían a hacer. «Regalo mis goles a un país mejor» o «ganar o perder, pero siempre con democracia», fueron varios de los lemas que largó por ese entonces nuestro ya citado crack.
Sócrates no estuvo solo en esta movida y tuvo un pilar fundamental que fue Adilson Monteiro Alves, dirigente del Timao y sociólogo, quien el primer día de prácticas lanzó lo que sería el principio de la revolución: “El país lucha por la democracia. Si lo logra, el fútbol quedaría al margen porque aún en los países democráticos el fútbol es conservador. Tenemos que cambiar eso”. Esos primeros pasos fueron los más difíciles de asimilar por el plantel y esto se daba porque no estaban acostumbrados a tomar decisiones en las que por lo general los jugadores no participan, aunque dentro del equipo hubo varios que apoyaron y a su vez acompañaron el movimiento. Wladimir, Walter Casagrande, Biro Biro o Zenon fueron algunos de los que más se acercaron. “Abolimos el proceso que existía en el fútbol, donde los dirigentes impedían que los jugadores se hicieran adultos”, narró Sócrates años después.
Los cambios fueron tan profundos que se comenzaron a decidir y cambiar muchas cuestiones de repartición de dinero. Los ingresos también comenzaron a manejarse de otra forma y los premios no solo eran para los jugadores sino que todos recibían una parte de ellos y en forma equitativa. El canchero cobraba lo mismo que el goleador y nadie lo discutía. Esa normalidad comenzó a mezclarse con resultados deportivos y como las victorias atraen a los que no creen o a los que dudan fueron muchos más sus seguidores. Se quedaron con los Campeonatos Paulistas de 1982 y 1983 y Sócrates llegó a marcar 28 goles en 31 partidos. “Cuando entrabamos a la cancha invertíamos en mucho más que en un simple partido. Luchábamos por la libertad en nuestro país”, sintetizó el astro brasileño.
Lamentablemente el fuego se fue apagando luego de que Sócrates aceptara la oferta de la Fiorentina y emigrara al exterior. El poder que habían conquistado los ideales instalados en la sociedad se fue diluyendo gracias a que las elecciones nacionales nunca llegaron, sin embargo fue el principio del fin para la dictadura de ese entonces. “Estoy seguro de que todos los jugadores que vivieron esta aventura están mejor adaptados socialmente que los futbolistas de otros clubes”, deslizó el crack tiempo después. Su paso por Italia no fue muy extenso y al próximo año retornó a su país. Primero lo recibió el Flamengo, luego pasó por el Santos y por Botafogo. Murió en el 2011 a los 57 años. Tras su retiro probó como entrenador pero se dedicó de lleno a su carrera como médico. Jugó dos Mundiales (1982 y 1986) y no pudo quedarse con ninguno, pero seguramente sus compañeros lo recordarán por sus palabras tras la derrota en el Mundial de Italia frente a los Tanos: “No pasa nada. Perdimos nada más. Pero del baile que les dimos no se olvidarán nunca”..
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- AUTOR
- Facundo Mirata
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