Calcio
Talento italiano, del pueblo al mundo
Qué podemos decir del fútbol italiano, nuestro viejo y querido fútbol italiano. Calcio di rigore, capocannoniere, giocatore, allenatore, ancora, due zero (?). Quién no se ha levantado un sábado por la mañana a ver un buen partido de la Serie A por la RAI, por allá, a mediados de los 90s, en las últimas horas de la época dorada de dicha liga. Los goles que acontecían en otros partidos, anunciados con la Obertura de William Tell, de Rossini. Grandes equipos disputándose el cetro todos los fines de semana. Los siempre encaramados Juventus y Milan, más el siempre importante Inter, sin omitir a eventuales entrometidos como la Sampdoria, el Verona, el Napoli (primero), el Parma, la Lazio, la Roma, la Fiorentina (después). Y ni hablemos de los jugadores que había por aquel entonces. Verdaderas leyendas del fútbol, provenientes de los más diversos orígenes desde Michel Platini, Zinedine Zidane, Lilian Thuram, Ruud Gullit, Marco van Basten, Frank Rijkaard, Paul Gascoigne, Andreas Brehme, Jürgen Klinsmann, Lothar Matthäus y Rudi Völler, hasta Zvonimir Boban, Alen Boksic, Rui Costa, Michael Laudrup, Zbigniew Boniek, Pavel Nedved, Sinisa Mihajlovic y Gheorghe Weah, pasando por Diego Armando Maradona, Gabriel Batistuta, Hernán Crespo, Juan Sebastián Verón, Álvaro Recoba, Rubén Sosa, Toninho Cerezo, Cafú y Careca, entre tantos otros.
Pero hoy nos toca enfocarnos en la industria nazionale. No es que vayamos a situar la mira sobre un jugador en particular, sino que haremos un somero repaso sobre algunos jugadores nacidos en suelo italiano a fines de justificar una teoría que no nos conducirá a ningún lado: los más grandes jugadores italianos han surgido del barro de las canchas más humildes del país. Los clubes más grandes le dieron reputación a la liga, gracias a los títulos continentales e intercontinentales. Pero las semillas del verdadero talento fueron germinadas y sembradas por los clubes más desapercibidos de Italia.
Vamos a dar unos ejemplos previos, antes de que salga la banda principal al escenario. Y empezaremos por los casos más antiguos, como para iniciar el trayecto hacia la época dorada de la cual hablábamos en los párrafos previos. Jugadores históricos de la Azzurra, como Gigi Riva, Alessandro Altobelli y Marco Tardelli, tienen sus orígenes en clubes chicos. Riva, máximo goleador histórico del seleccionado italiano con 35 goles en 42 partidos, jugó los mundiales de 1970, donde accedió a la medalla de plata, y de 1974, haciéndose con el oro en la Copa de Europa en 1968. ¿De dónde surgió? Del Legnano, club que acaba de ascender a la Serie D, proveniente de la Eccellenza. Allí debutó Gigi, a los 18 años, allá por la temporada 1962/63, que tenía al equipo situado en la Serie C. En su única temporada con los de Lombardía, hizo seis goles en 23 y fue adquirido por el Cagliari, equipo que se encontraba disputando la Serie B. En su primera temporada, hizo ocho goles y contribuyó con el ascenso a la Serie A, categoría a la cual el Rossoblu accedía por primera vez en su historia. Estuvo en Cerdeña hasta 1976, año de su retiro, marcando un total de 207 goles y liderando al equipo hacia el único título liguero de su historia, en 1970.
Por otra parte, para conocer de la importancia que Altobelli y Tardelli han tenido en el seleccionado italiano hay que saber que ambos anotaron contra Alemania Federal en la final del Mundial de España ’82, alcanzando el tercer título de campeón mundial para el combinado nacional. Altobelli, quien jugó 61 partidos con la Azzurra, debutó en el Latina, en la Serie C (allí continúa en la actualidad, luego de unas temporadas en la Serie B); al año siguiente, ya lo había comprado el Brescia, donde permaneció tres temporadas (todas en Serie B); lo adquiere el Inter, club en el que jugó once años, marcando 209 goles y convirtiéndose en el máximo goleador histórico de la Copa Italia, con 56 conquistas. Tardelli, quien ostenta 81 partidos con el seleccionado, también inició en la Serie C, más precisamente en el Pisa, club que acaba de volver a dicha categoría luego de rezagar en la Serie B; luego de un par de años, llega al Como de la Segunda División, donde dura solo una temporada, ya que lo adquiere la Juventus, club en el que gana cinco Scudettos, dos Copa Italia y cuatro títulos continentales, todo esto a lo largo de una década.
Como para redondear la idea, hablaremos de algunos ejemplos con ciertas inconsistencias en los términos y condiciones que dan concepción a la misma. Gianni Rivera es uno de ellos: debutó con menos de 16 años en el Alessandria, equipo que hoy milita en la Lega Pro (Serie C). El asterisco nos dice que el equipo de Piamonte se encontraba en la Primera División al momento de hacer debutar a su Golden Boy. Pero no podemos dejar de remarcar que se trata de un equipo de los denominados humildes. De hecho, su experiencia en la Serie A es escasa. La cuestión es que, al cabo de la primera temporada de Rivera con los Grigi, el Milan lo compra, dejándolo un año más en su club de origen. Ese año, el Alessandria y Rivera toman caminos diferentes: él parte a su nuevo club, el gran Milan, y el club inicia su descenso hacia las profundidades del ascenso, en penosa paradoja. Gianni estuvo en el Rossonero hasta su retiro, obteniendo tres Scudettos, cuatro Copa Italia, cuatro títulos continentales y una Copa Intercontinental. Con la Azzurra jugó 60 partidos, ganando la Copa de Europa de 1968 y participando de cuatro mundiales (’62, ’66, ’70 y ’74).
El siguiente es un caso raro en toda su concepción. Hablamos de Salvatore Schillachi, un jugador que debutó en el Messina, equipo que se encontraba en la Serie C2 y al cual ayudó, al cabo de siete temporadas, a conseguir los ascensos a la Serie C1 y a la Serie B. En 1989 lo compra la Juventus, un grande de la Primera División. Al año siguiente, jugaba su segundo partido para la Azzurra… en la Copa del Mundo disputada en el propio país, donde el seleccionado termina tercero y él termina primero en la tabla de goleadores. No juega muchos partidos más para el combinado nacional y su carrera como jugador de club se empieza a diluir y cuatro años después del Mundial que lo catapultó al mainstream futbolero estaba jugando en el fútbol japonés. Es decir, hablamos de un jugador que desarrolló casi toda su carrera en el ascenso y, de golpe y porrazo, era goleador de un Mundial. Efímero, pero altamente valorable.
Para ir cerrando esta etapa del repaso, hablaremos de dos jugadores más contemporáneos. Hombres surgidos de equipos muy chicos, captados por clubes de Primera División, con una dificultosa adaptación que los obliga a foguearse y moldearse tenazmente en el ascenso italiano. Hablamos de Enrico Chiesa y de Christian Vieri. Uno podría pensar que Chiesa debuta en la Sampdoria, cuando en realidad la Samp lo descubre en el Pontedecimo, club amateur de la región genovesa. Al poco tiempo de su debut, los Blucerchiati, que se encontraban en la categoría de elite, lo prestan al Teramo, de la Serie C2, y luego al Chieti, de la Serie C1. Vuelve a la Samp, donde permanece un año, pero con escaso acceso al primer equipo. Así las cosas, vuelven a cederlo, esta vez al Modena, de la Serie B, donde marca 15 goles en la temporada. Los de Génova lo vuelven a prestar, ahora al Cremonese, que se encontraba en la Serie A, donde anota 14 goles. Explotó definitivamente en la Sampdoria a su regreso y, de ahí, fue en franco ascenso: Parma (donde conforma una gran dupla con Hernán Crespo), Fiorentina (donde le toca suceder nada menos que a Gabriel Batistuta), selección italiana, combinado con el que disputa el Mundial de Francia ’98…
Vieri, en cambio, pasó de las juveniles del Prato (legendario equipo de la Lega Pro) al Torino, club que transitaba un buen momento en la Serie A. Sin mucha acción que ver, es vendido al Pisa, que se encontraba en la Serie B, donde no cuajó, siendo transferido al Ravenna, también de la Segunda División. Luego de 12 goles anotados a lo largo de 32 encuentros, es comprado por otro equipo de la misma categoría: el Venezia. Con el Arancioneroverdi marca 11 tantos en 29 partidos, lo cual termina de catapultarlo a la Primera, ya que el Atalanta compra su pase. Al cabo de un año, ya estaba en la Juventus, hecho que lo sitúa en la zona más ebulloscópica del mapa de calor futbolero. Tras una temporada con la Vecchia Signora, es comprado por el Atlético Madrid, donde hace 24 goles en 24 partidos en su primer año. Y último, porque se vuelve a Italia, para jugar en la Lazio, que lo compra en 25.000.000 de euros. Otro buen año y otra transferencia: el Inter lo paga 49.000.000 de euros y lo convierte en el pase más caro de la historia, allá, por 1999. El Neorazzurro fue el club en el que más tiempo permaneció (casi seis temporadas) y donde alcanzó su pico de rendimiento. A partir de allí, fue todo cuestas abajo, pese a breves pasos por el Milan y el Monaco. Pero hablamos de un jugador que hizo 23 goles en 49 partidos para su Selección, jugando dos mundiales (’98 y ’02), convirtiéndose en el italiano más goleador de dicha competencia, junto a tipos como Paolo Rossi y Roberto Baggio, que necesitaron de más partidos para alcanzar dicha cifra.
Pero el principal argumento de esta suerte de teoría se sustenta en un grupo de jugadores que fueron parte de la época dorada de la cual hablábamos al comienzo, la última etapa gloriosa de una liga italiana que está intentando recuperar protagonismo en el Viejo Continente. El último exponente de esta generación dorada es Alessandro Del Piero. Hombre identificado para siempre con la Juventus, equipo con el que jugó 19 temporadas, siendo el jugador con más goles y más presencias en la historia de club. Sin embargo, Alex, quien jugó 91 partidos con su selección, siendo parte del equipo italiano campeón del mundo en el año 2006, surgió del Padova, equipo que estaba en la Serie B y que ahora está estancado en la Tercera División del fútbol italiano. Allí debutó a los 16 años y, con menos de 14 partidos jugados en poco más de una temporada, fue captado por la Juve.
Entre Vialli y Del Piero ubicaremos a un par de notables, que cumplen con la premisa de lo que intentamos anunciar, es decir se iniciaron en clubes pequeños. Ambos debutaron el mismo año como profesionales (1984). Los dos llegaron a frecuentar el seleccionado italiano, aunque sin tener el éxito de otros: más por una cuestión de que jugaban en puestos superpoblados que por otra cosa. Uno de ellos, Gianfranco Zola, desarrolló una gran carrera en Italia, aunque está más presente en el fútbol inglés, donde es considerado como uno de los jugadores más importantes en la historia de la Premier League, consideración alcanzada a lo largo de siete temporadas transcurridas en el Chelsea. El otro, Giuseppe Signori, se quedó en el país para seguir escribiendo su gran historia en el Calcio italiano.
Decíamos que Zola había encontrado su lugar en Stamford Bridge. Sin embargo, el talentosísimo atacante dejó una huella en sus otros equipos. Gianfranco pasó del amateurismo del Nuorese (equipo que hoy se ubica en la sexta categoría del fútbol italiano, la Promozione) al casi semiprofesionalismo del Torres, que se encontraba en la Serie C (hoy, en Serie D). En su temporada debut, lograron ascender de la Serie C2 a la C1. Hasta estuvieron cerca de acceder a la Serie B. Recomendaron a Zola a un tal Luciano Moggi, quien aún no estaba lejos de convertirse en el mandamás de la Juventus, pero que colaboraba con el Napoli, club que se lleva a Zola para darle la posibilidad de mostrarse en la máxima categoría, junto a un tal Diego Maradona, quien lo apadrinó futbolísticamente y lo preparó para extender lo legado por el 10 argentino. Juntos pudieron festejar el Scudetto de 1990, el único en el palmarés de Zola.
Ya sin Diego al lado y con la institución napolitana en severos aprietos económicos, fue comprado por el Parma, equipo con el que logró una Copa UEFA y llegó a pelearle el título de liga a la siempre poderosa Juventus. Desde ahí pega el salto al Chelsea, donde logra una Copa de Ganadores de Copa, dos FA Cup y una copa de liga. Cuando Abramovich toma las riendas de los Blues, Zola decide pegar la vuelta y firma con el Cagliari, que se encontraba en la Serie B y al que guía al ascenso a Serie A. En dicha categoría se retiró, marcándole dos goles a Juventus en su último partido oficial, con la camiseta del equipo para el que simpatizó desde chico. Zola jugó 35 partidos para el seleccionado italiano, marcando diez goles, y llegando a ser parte del plantel subcampeón del mundo en USA ’94. En dicha competición, fue expulsado en octavos de final ante Nigeria, con el equipo 0-1 abajo y Sacchi no lo volvió a tener en cuenta. En la Eurocopa de 1996, falló un penal en un empate ante Alemania, que dejó afuera de competencia a los italianos en primera ronda. Si bien no tuvo demasiados éxitos con la Azzurra, tuvo la oportunidad de reivindicarse al anotar el gol de un histórico triunfo ante Inglaterra en el mismísimo Wembley por las Eliminatorias para el Mundial de Francia ’98.
Signori, por su parte, debuta en el Leffe, equipo que estaba en la Serie D (hoy se encuentra jugando en la Serie C), logrando el ascenso a la Serie C2. Pero rápidamente es adquirido por el Piacenza, de la Serie C1 (equipo que anduvo varios años por la Primera y que fue recordado por no utilizar jugadores extranjeros y que hoy anda vagando por la cuarta categoría del fútbol italiano). Le cuesta encajar y es cedido al Trento, de la misma categoría (hoy se encuentra disputando la Eccellenza, categoría regional). Juega, vuelve al Piacenza, que había logrado el ascenso a la Serie B. El Beppe arranca como titular, pero se lo termina llevando el Foggia de Zednek Zeman, equipo que sería sensación de la Serie B (categoría a la que acaban de ascender para esta temporada que acaba de comenzar), gracias al trinomio de ataque conformado por Signori, Francesco Baiano y Roberto Rambaudi. Explota definitivamente con la casaca de los Satanelli y, en su segunda temporada, logran el ascenso a Serie A, donde ratifica sus condiciones, provocando que la Lazio adquiera su pase.
En el Biancocelesti se consolida como uno de los mejores delanteros del país y llegan a disputarle el título de liga a la dominante Juventus, logrando buenas performances en el plano continental. Hacia el año 1998, se empieza a apagar. La Lazio lo vende a la Sampdoria, donde sufre problemas físicos, lo cuales acortan su estadía a seis meses. Es el Bologna el equipo que apuesta por él. Y Signori responde. Se convirtió en el emblema del Rossoblu: juega 142 partidos y anota 78 goles en seis años, ayudando a su equipo a ganar la Intertoto y a jugar una Copa UEFA, en la que llegan a semifinales. En sus últimos años, intenta seguir haciendo goles en Grecia y en Hungría, pero el retiro era inminente. Fue tres veces Capocannoniere, aunque jamás pudo festejar un Scudetto. Jugó poco para el seleccionado nacional: desde 1992 a 1995, con un Mundial (el de USA ’94) en el medio. En su mejor momento, le tocó coincidir con Arrigo Sacchi, quien lo corría al extremo izquierdo. Dichas desavenencias, más el notable rendimiento de jugadores que ocupaban su misma posición, terminaron alejándolo de la Azzurra, para la cual jugó 28 partidos, anotando 12 goles. Nada mal.
Y cerramos el artículo con acaso el jugador más talentoso en la historia del fútbol italiano. Hablamos de Roberto Baggio. Il Codino jugó 57 partidos en la Azzurra, anotando en 27 ocasiones, nueve de ellas en copas del mundo, siendo uno de los goleadores históricos de Italia en tal competencia (lo que decíamos de Vieri, más arriba). Jugó los mundiales de Italia ’90 (donde accedió al bronce), USA ’94 (llevó al equipo a la final y falló el penal decisivo en dicha instancia, dejándolos en el segundo escalafón del podio) y Francia ’98 (una especie de reivindicación para él, pese a haber quedado eliminados en cuartos del final -nuevamente los penales- con el local y posterior campeón). Fue Balón de Oro en 1993 y ganó dos Scudettos, una Copa UEFA y una Copa Italia, títulos que obtuvo durante sus estadías en Juventus y Milan (también jugó en Inter).
Pero la carrera de Baggio tiene tintes épicos gracias a lo exhibido en equipos humildes. De hecho, él, como todos los mencionados en este artículo, nace en un club chico. Baggio debutó a los 16 años en el Vicenza, que se encontraba en la Serie C, categoría en la que se encuentra hoy por hoy. Logró el ascenso a la Serie B con los Biancorossi. Allí sufrió una gravísima lesión en la rodilla y, para que nos demos una idea de lo que fue la aparición de Baggio, la Fiorentina, equipo de la Primera División, lo compra igual, todo roto. Pese a sufrir problemas con sus rodillas, se convirtió en ídolo de los Viola. Aparece la Juventus, que lo compra y lo convierte en el jugador más caro de la historia. Allí adquiere status continental. En USA ’94 salta al plano mundial. Pero el penal errado lo dejó expuesto. Se fue al Milan, donde, de arranque, muestra un gran nivel, pero problemas con los DTs (Fabio Capello primero, Arrigo Sacchi después) lo fueron marginando. Para empezar de cero, decide sorprender a todos y firma con el Bologna, equipo que peleaba la permanencia. Mete una temporada gloriosa, marcando 22 goles y dejando a su equipo en la octava posición de la Serie A.
Se gana un lugar en el plantel que disputa el Mundial en Francia y lo compra el Inter. Hizo muy buenos aportes al Neroazzurro, pero el club estaba a la deriva: pese a las grandes figuras, el equipo no podía pelear hasta el final por el Scudetto. Estos resultados inesperados provocaron muchos cambios de DT, hasta la llegada de Marcello Lippi, con quien también tiene diferencias, provocando su salida del club. Baraja y reparte de nuevo, pese a ofertas importantes, con 33 años llega al Brescia, club en el que se retiró, siendo ídolo absoluto. A tal punto de que los Biancoazzurri retiraron la 10. Y no es para menos, durante 40 años, el Brescia no pudo lograr la permanencia tras ascender a la máxima categoría. Con Baggio en cancha, lo lograron y se mantuvieron cuatro años en la elite del fútbol italiano, llegando a jugar final de Intertoto. Luego de su retiro, el club volvió a la Serie B. Justamente, hace unos días anunció su retiro definitivo Andrea Pirlo, otra leyenda del Calcio, nacido y formado en Brescia, durante la era Baggio.
En fin. No sabemos si alguno habrá reparado en este hecho, pero resulta casi increíble dar cuenta del talento que ha surgido de clubes tan pequeños a lo largo de las últimas décadas. Milan, Juventus e Inter, entre otros, suelen triunfar por sobre el resto gracias a su poderío económico, que les permite incorporar a los mejores jugadores del planeta. Cada tanto sacan algún talento de su cantera. Pero la historia suele terminar igual para estos chicos: terminan tapados por las figuras, juegan poco, son prestados o entregados en co-propiedad y, por último, liberados. Alguna fracción de esta población logra re-hacerse en un equipo más pequeño y se gana una nueva oportunidad en un grande. Pero son los menos. Los grandes no producen. Pasean entre las siembras de los minifundistas, como si de góndolas se tratasen, y compran la semilla que producirá la mejor cosecha. Pasa en Italia, pasó y pasará en cualquier territorio.
- AUTOR
- Fernando Marino
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