Opinión
Te equivocaste Loco
Seguir a Bielsa, bancar al Loco, exige inevitablemente una acción de romanticismo. Se trata de sentir otra vez el sabor amargo de la derrota, o la tristeza de los finales injustos. No hace falta entenderlo desde alguna explicación psicoanalista, no es que a nosotros nos mueve una rara atracción por experimentar la derrota. No se trata tampoco de gente que compra discursos, como algunos pueden llegar a suponer cuando alzan sus críticas al entrenador rosarino. La amargura de la derrota y la tristeza están, porque al fin y al cabo seguimos jugando un juego en el que importa ganar, ganar y ganar.
Entonces, a veces nos ilusionamos con que los métodos que defendemos también lleven a la victoria, pero no. Muchas veces no ocurre porque el “éxito es una circunstancia” diría Bielsa. Tampoco quiero ser injusto, porque a veces, tanto que repiten los famosos “no ganó nada”, o “nos trajo en primera ronda”, nos pueden hacer convencer que estamos ante la presencia de un entrenador que es una colección de fracasos. No, ha ganado sus títulos, ha jugado finales, con equipos que por historia deben jugarlas como es el caso de la Selección Argentina, y con equipos que no están tan acostumbrados como por ejemplo Newell´s o Athletic Bilbao.
Es una relación de romanticismo porque exige estar en otra frecuencia constantemente, porque es un cariño que tiene la apariencia de ser inexplicable. Eso es lo que lo hace romántico. Tanto afecto sin copas. Tanto elogio sin títulos. ¿Qué le pasa al número 5 de la Selección de Inglaterra que le agradece por “ver cosas en él que ni él mismo podía ver”? ¿Qué le pasa a esa ciudad que cuelga banderas argentinas, pinta murales de él y le agradece como a un salvador? Claramente, en la superficie es una relación romántica, pero muy por debajo, bancando todo, explicando todo, se esconde una lógica repleta de racionalidad.
La lógica existe, incluso hasta en los amores más revolucionarios, en aquellos que parecen no tener explicación. Yo creo que este romance se explica en la alternativa que plantea Bielsa al retorcer la lógica del fútbol tal y cual lo conocemos. No digo que sea un rebelde, ni tampoco que sea un tipo único. Pero trae una historia que se repite, y que a los que pertenecemos a esta comunión no nos defrauda. Porque quien es consecuente con en sus formas e intenciones permanece en el tiempo. El humo se disipa fácilmente. El humo ese que algunos pretenden adjudicarle se esfumaría rápidamente con cualquiera de sus derrotas futbolísticas. Sin embargo, los que hablan de humo mientras piensan en el éxito como la traducción de copas y trofeos ganados, no logran ver el increíble éxito del Loco que ha dejado su huella en ciudades enteras, e incluso, ha cambiado la mentalidad de un país como lo hizo en Chile.
Por una cuestión etaria, no he visto a Newell´s ni a Vélez, sí he sufrido la triste historia del 2002. Tal vez esa crucifixión fue la que despertó mi natural reacción ante las injusticias y ahí se trabó nuestra relación. Tal vez, aquí sí, podría convocar a mi psicoanalista. Puede que esa honda madrugada de junio de 2002 nos haya marcado a fuego. No lo sé ni me interesa. Lo que vino después es compartido por gente de diversos rangos etarios. Vino Chile y Athletic, también algunos traspiés, y la etapa de Leeds.
No fue fácil lo de Yorkshire. Cuando se le escapó el ascenso pudimos ver otra vez los colmillos de la prensa salivando. La amargura y la tristeza. Pero la historia de trabajo, honestidad y humildad tuvo su recompensa 46 partidos más tarde con el ascenso. La Premier, el sumus del fútbol, y nosotros ahí pegados, soñando con que el Loco obtenga el éxito en la forma y definición de la victoria.
Por eso el último sábado fue un día triste. Y más allá de que estemos acostumbrados a la tristeza y a la nostalgia, a la amargura de lo injusto, no podemos evitarlo. Una historia que no merecía acabar de esta manera. Tal vez te equivocaste Marcelo, cuando dijiste que el éxito es una mera circunstancia. La victoria es una mera circunstancia, lo tuyo es éxito puro, y perdura con el paso de los años.
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- AUTOR
- Nicolás Diana
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