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The Sir
Hay hombres que cambian la historia. Suele suceder. No es que otros no hayan pesado o que no hayan depositado su granito de arena, sino que simplemente no fueron tocados por esa varita mágica que los hace diferentes. En Inglaterra, lugar donde nació el fóbal, está repleto nombres que aportaron algo para que el fútbol evolucione, pero probablemente ninguno sea tan rutilante como Robert Charlton, más conocido como Bobby, un hombre que en parte le dio una vuelta de rosca más al Manchester United y que formó parte de un equipo que le sacó esa piedrita molesta del zapato a la Selección inglesa. Esa piedrita era ganar un Mundial y hasta el día de hoy ningún otro combinado inglés logró repetir la hazaña, esa en la que nos centraremos en está ocasión.
Fueron cuatro los mundiales que disputó Charlton y, para ser sinceros, en el único que le fue realmente bien fue en el que logró el título, aquel en tierras inglesas de 1966. En los otros tres (1958, 1962 y 1970) solo se arrimó a un octavo puesto, aunque a las historias hay que contarlas completas y por eso es necesario recalcar que en Suecia no atravesaba su mejor momento y nada tiene que ver con una cuestión futbolístca. Por ese tiempo, Bobby recién tenía 21 años -debutó con 19 en el United- y apenas cuatro meses atrás sobrevivió a lo que todos recuerdan como la «Tragedia de Munich», donde 23 personas fallecieron, entre ellos varios compañeros del atacante. Como imaginarán, su condición psicológica no era optima a pesar de que en un mes estuvo nuevamente en las canchas.
Pero mejor hagamos hincapié en el campeonato disputado hace 52 años, porque si seguimos desarrollando la carrera de este crack inglés nos vamos a desviar de nuestro #ViernesDeOro. Aquel certamen lo encontró con 28 años y junto a su hermano Jack Charlton, quien fue uno de los bastiones de la defensa. Familia y experiencia fueron una gran suma, aunque el torneo no comenzó de la mejor manera porque se chocaron con la garra charrúa de Uruguay y un empate 0-0 traía esos fantasmas del pasado que rondan en los hinchas. Sin embargo y como si los Caza Fantasmas llegaran sin que los llamen, el segundo partido fue distinto y allí comenzó a aparecer la figura de Bobby. Fue en el minuto 37 y al mejor estilo inglés: tomó la lanza en la mitad de la cancha, encaró, nadie salió a cortar y sacó el sablazo desde fuera del área. Ignacio Calderón, arquero mexicano, hizo aun más espectacular la anotación porque se estiró todo lo que pudo pero su esfuerzo fue en vano. Finalizó 2-0, el otro lo marcó Robert Hunt, y a esperar a Francia.
Los galos venían de empatar con los aztecas y de perder con los uruguayos, es decir que necesitaban una victoria para seguir con sus aspiraciones, aunque más allá de sus ganas no pudo ser. Un doblete de Hunt, otra de las grandes estrellas del conjunto británico, deshizo las ilusiones de los dirigidos por aquel entonces por Henri Guerin. Entre festejos con los dos brazos en alto y puñitos al aire, típicos de esos días, los ingleses celebraron su pase a la siguiente ronda, donde los esperaba Argentina. Por esos días la pica entre argentinos e ingleses no era la misma que en la actualidad. Faltaba para la Guerra de Las Malvinas, faltaba el maravilloso gol de Diego, no hace falta aclarar el apellido, y la Mano de Dios, tres hitos que claramente marcaron a los choques entre estos dos combinados. Lo extraño, quizás, es que este encuentro se podría decir que comenzó a torcer los hierros de un historial que venía más que tranquilo, sobre todo para los albicelestes.
Se han gastado hojas y hojas y se ha gastado saliva hasta el hartazgo sobre ese encuentro y muy probablemente esto haya sucedido en mayor medida en las tierras del mate y el asado. La expulsión de Antonio Rattín y sus actos posteriores, manosear el banderín del córner, ese que encima era una bandera británica, y que luego de manera «irrespetuosa» se sentara en la alfombra roja de la Reina Isabel II hicieron que todo tomara un olor a hito mundialista. Lo cierto es que para cualquier espectador de ese choque todo fue extraño, porque las expulsiones no existían en ese entonces -muchos dicen que luego de esto la FIFA comenzó a diagramar el sistema de tarjetas amarillas y rojas que tenemos hoy en día- y debido a que el partido estuvo suspendido al menos 30 minutos. La cuestión es que el Ratón se fue de la cancha por pedir un intérprete y el árbitro, el alemán Rudolf Kreitlein, tiempo después aseguró que lo echó por su forma de mirar.
Aquí otra vez aparecen los fantasmas, pero estas vez son esos que tienen billetes abajo de las mantas, ya que Rattín contó que al llegar tarde al sorteo de árbitros les dijeron que ya habían designado a Kreitlein y que para el otro encuentro estaba pautado un pito inglés. Todo muy extraño y con los años la leyenda se acrecienta. Lo cierto es que la victoria fue para los locales gracias a un gol de Geoff Hurst en el minuto 78, cosa que deja en claro lo disputado que fueron los 90′. Los cuartos de final quedaron atrás y tanto argentinos como charrúas siempre discutirán sobre lo sucedido allí, aunque muy probablemente nunca se conocerá la verdad absoluta. A Inglaterra y a Charlton los esperaban las semifinales y Portugal.
Eusebio vs. Charlton, es la mejor venta aquel cotejo. Dos cracks de los que perduran en la inmortalidad, pero solo uno salió victorioso y ya podrán imaginar quién fue. El mito del los Diablos Rojos ese día se volvió a lucir y dejó sin festejo a los lusos con dos anotaciones, la segunda bien a su estilo con un tiro desde lejos. El descuento, obviamente, lo marcó la Pantera de Mozambique. Lamentablemente uno de los astros de la historia del fútbol quedaba afuera de una definición de un Mundial, pero otro accedía e iba en búsqueda de esa gloria que con los años lo terminó de convertir en una leyenda aún más grande.
La República Federal de Alemania aguardaba en la gran definición y aquí Bobby se topó con Franz Beckenbauer, como para seguir nombrando cracks. No son pocos los que recuerdan esta final por este choque de titanes del fútbol. Uno encaraba y el otro marcaba, un duelo singular y justo en el último partido del campeonato. ¿Qué salió? Y sí señores: un partidazo. En los 90 minutos terminaron empatados 2-2 y, tras el tiempo extra, el marcador estaba 4-2 a favor de los ingleses, que luego del pitazo final metieron puñitos al cielo y festejaron lo que fue su primer y único título del mundo. Tiempo después, el propio Franz tiró una frase que quedó en la historia: «Inglaterra nos derrotó en 1966 porque Bobby Charlton fue un poco mejor que yo». La condecoración al mejor fue para Charlton y sus actuaciones perduraron muchos años más porque solo con la aparición de Wayne Rooney se rompió su hegemonía como máximo goleador del seleccionado inglés. Ahora quedó segundo, bien lejos de Gary Lineker (106 tiene Bob, 80 Gary, y el actual del Everton, 119), pero esto solo acrecienta su mito, ese que lo tiene como figura máxima de la única Copa del mundo que tienen los inventores del football. «¿Qué queda ahora por conseguir?», le dijo Charlton a su hermano luego de ganar el Mundial, y claramente no le faltó nada.
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- AUTOR
- Facundo Mirata
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