Argentina
Tilcara y aquella presunta promesa
Al guía turístico se le iluminan los ojos y muestra una sonrisa amplia que enseña los dientes y el acullico de coca, aplastado contra uno de sus cachetes. Rememora aquella gira de la Selección Argentina en enero de 1986 y se expresa ante los visitantes: “Aquí hizo la preparación el equipo argentino que después se consagró campeón en México, meses más tarde”. Cinco meses antes del Mundial, un grupo de jugadores más Carlos Bilardo y su cuerpo técnico llegaron a Tilcara para comenzar a aclimatarse a los efectos de la altura.
Tilcara, una pequeña ciudad jujeña, tiene casi 3.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, un número similar al que afrontaría el equipo tiempo luego. Por aquel entonces, la localidad contaba con solo 2.000 habitantes (hoy llega casi a 10 mil) y recibió con asombro la llegada del grupo de futbolistas que había clasificado a la Copa del Mundo en las últimas circunstancias. Entre ellos, había muchos del fútbol local, aunque se ausentaban figuras como Diego Maradona, Jorge Valdano y Jorge Burruchaga dado que jugaban ya para equipos europeos.
El pueblo norteño fue creciendo conforme al paso de las tres décadas hasta hoy en día, tras aquella mini pretemporada que duró una semana y comenzó el día de Reyes Magos. Pero lo que no se modificó fue su esencia, como así también la de su gente, humilde y siempre alegre, al ritmo del folclore y los carnavales. En Tilcara, el tiempo vale unas pocas monedas y todo parece detenerse. Cualquiera que lo visite se siente un mortal más y se libera, rodeado de cerros, montañas, casas bajas, calles angostas y personas siempre serviciales.
Hacia allí viajó el seleccionado argentino, que se entrenó en canchas de tierra y piedra, dado que los espacios verdes escaseaban. El guía mastica hojas de coca como una costumbre para evitar el apunamiento y la falta de aire en las alturas, rejuntado como una pelota que descansa sobre uno de los costados de la boca. Aquel pueblo es el más turístico de la zona, siempre pintoresca y declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco hace más de 17 años. A solo 70 kilómetros de San Salvador de Jujuy, la capital provincial que ha dado algunos pasos hacia la modernidad, las localidades de Purmamarca, Humahuaca y Tilcara atraen por su naturalidad y colores únicos.
El camino serpenteante recorre las montañas y hace llegar a las plazas de artesanos. El adobe y el barro sirven como materia prima para la construcción de las casas, pero también para la realización de artesanías cuyas ventas a los turistas significarán un pilar de sustento familiar. El Cerro de los Siete Colores deja atónitos a los visitantes; la explicación está en que la oxidación de los minerales (hierro, azufre, cobre, etc) fue tiñendo la tierra. De cualquier manera, también existe una creencia tan popular como legendaria, así como lo es la Quebrada Humahuaca que rodea los pueblos y al Río Grande. Según diferentes lugareños, el cerro fue pintado durante muchas noches por niños que se aburrían de la monotonía de colores.
Llega la Paleta del Pintor y los matices de colores siguen dominando la escena. En Humahuaca se rinde honor a la Pachamama, la madre tierra, colocando en un pozo cigarrillos, agua, bebidas alcohólicas, hojas de coca, comida cocinada en ollas de barro, cubriendo todo luego con piedras. El objetivo se centra en agradecer a la tierra, hacer un tributo, aguardando que ella espante las heladas, beneficie a los artesanos y permita que los agricultores puedan continuar con su trabajo, una labor sustancial para un estado de bienestar.
Sobre las laderas hay cementerios, puesto que los incas, que conquistaron el territorio mucho tiempo atrás, pensaban que así acercaban a los difuntos al sol. No obstante, si algo identifica a Tilcara, el último pueblo de la quebrada, es su devoción por la Virgen María. En medio de los amistosos ante la gente que oficiaba de local, trabajadores que hacían de sparrings, los jugadores iban de la cancha a un hotel con comodidades básicas y salían a caminar con los habitantes. Sin prisa y bajo un sol que abrasaba, se sentaban en la plaza a tomar mate sin que nada ni nadie interrumpa la tranquilidad. Por aquel entonces, el pueblo estaba revolucionado, aunque no contaba con televisión. Conocían a los jugadores por las revistas El Gráfico, que llegaban siempre unos días luego de su primera tirada. De hecho, para poder ver los partidos durante la Copa, personas tilcareñas debían subir a la punta del cerro con baterías de auto que posibilitaran la transmisión.
Hubo amistosos allí y en Humahuaca, con resultados dispares según a quién se cuestione. La información oficial sentencia que el seleccionado ganó dos partidos por 5-0 y 5-1, aunque también gente del lugar manifiesta que ellos se impusieron por tres goles en uno de ellos. El equipo de Bilardo era muy cuestionado en los primeros días de 1986, por la opinión pública y muchísimo más por la publicada. Las críticas se mantuvieron hasta iniciado el Mundial, con jugadores a los que la prensa les auguraba un rápido retorno tras los pobres resultados de la preparación y una convivencia colectiva que, aseguraban los medios, no era óptima.
Treinta y cuatro años más tarde de la estadía de los jugadores en los casi 3.000 metros de altura, una duda se mantiene y es motivo de debate nacional. Según los habitantes de Tilcara, los dirigidos por Bilardo y el propio entrenador prometieron a la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral retornar al pueblo si se coronaban en México. Sin embargo, el plantel argentino nunca regresó y siempre desestimó que haya existido una promesa. Hace dos años, surgió la posibilidad del regreso ante la insistencia del intendente local, Ricardo Romero, pero muchos de los campeones la dejaron de lado. Ante cada participación de Argentina en un certamen mundial, frente a las sucesivas eliminaciones y las tres finales perdidas recientemente de forma consecutiva, la puerta de la historia vuelve a abrirse.
José Luis Brown, Sergio Batista, Oscar Garré, Ruggeri y Bilardo negaron siempre haber hecho un juramento ante la Virgen. Igualmente, los dos primeros visitaron Tilcara cuando dirigían al seleccionado (entre 2010 y 2011). Los lugareños apuntan a que los hombres del conjunto nacional llegaron a la Iglesia de la Candelaria en el camino a uno de los partidos en aquel enero de 1986. Otras versiones señalan que los futbolistas, atraídos por la devoción de la gente, dijeron que volverían si la Virgen era tan poderosa como se creía y los ayudaba a coronarse con el trofeo.
“Lo de Tilcara para nosotros fue una experiencia muy buena. Si bien el lugar parece inhóspito visto desde afuera, nos acogieron muy bien. La gente nos demostró mucho cariño”, exteriorizó Garré en la serie documental “La Historia detrás de la Copa”, que se puede ver en You Tube. “Nos defraudó la Selección. Durante ese tiempo en que estuvo acá, y durante el Mundial, hacíamos las misas pidiendo a la Virgen que la Selección ganara. Cada día que ganaba, salíamos a la plaza a festejar. Un paso más, un paso más, y otro”, espeta Sara Vera, dirigente de Pueblo Nuevo -el club que aportó los jugadores contra los que actuaron los dirigidos por el Narigón-, en la misma producción audiovisual.
Las versiones se retroalimentan y no parece que haya una predisposición de los campeones del ‘86 por volver en grupo a Tilcara para cumplir una promesa que muchos aseguran no haber hecho. Otros habitantes aducen que fue sólo una frase dicha al pasar, pero dicha al fin: “Lo de la promesa a la Virgen fue verdad, aunque digan que no. A ellos les interesaba saber sobre la vida del tilcareño, y les contamos que la gente aquí es muy creyente. No fue una expresión formal, fue al pasar, pero lo dijeron”, dijo David Gordillo, jugador en aquel tiempo de Pueblo Nuevo.
Las excelsas y antológicas intervenciones de Diego Maradona, la flexibilidad táctica de aquel equipo que se fue haciendo conforme a la competencia, el liderazgo de Oscar Ruggeri, el nivel sobresaliente de Jorge Burruchaga o Jorge Valdano, los maravillosos goles ante Italia, Inglaterra o Bélgica -tan asombrosos como el paisaje del norte argentino- derivaron en la consagración. En el medio quedó la baja de Daniel Passarella, capitán del conjunto campeón en 1978, por una intoxicación, o aquella tarde previa al partido frente a Inglaterra en que se debieron confeccionar camisetas nuevas cuando el tiempo apremiaba. Son historias que construyen un relato sin fin. Y entre ellas, la de Tilcara tiene un rol central, en la que existen diferentes verdades.
Batista, cuya palabra es publicada en un artículo del diario Página 12 que retrata las distintas opiniones y relatos de los protagonistas, expresó que fue una de las pretemporadas más duras de su vida. Pero al mismo tiempo, junto a Ricardo Bochini, acepta que se trató de una de las experiencias más lindas. Uno de sus rivales amateurs en las canchas de tierra y piedra, Carlos Cabrera, cierra su testificación en el documental antes mencionado. “La mamita de los cerros se hace escuchar. Quizás en un café digan ‘che, ¿por qué no vamos y comemos un asado con los changos de Tilcara?’ Puede ser que se destrabe todo, puede que no”.
“Eso es mentira de un cura de allí. Lo que sí hicimos, nuestra única promesa, fue ir a la Virgen de Luján. De hecho, volvimos y dijimos que a los cuatro o cinco días nos encontrábamos ahí. Fuimos, nos quedamos a una misa, y después comimos un asado en una estancia cercana, de Quique Capozzolo. Hace poco volvimos a Tilcara, pero no por una promesa, sino porque Coca-Cola nos invitó, antes del Mundial de Rusia, a hacer una propaganda. Los tipos de allí aprovecharon la volteada, pero nosotros lo dijimos muy claramente, no estábamos allí por una promesa. Es más, he ido a Tilcara después de la Copa, porque me gusta recordar los momentos vividos. Es un lugar hermoso, espectacular. Batista y Brown también han ido. El personaje que hablaba y se refería a ello quería que fuéramos todos, incluido Maradona, y hacía publicidad para Tilcara. Pero una promesa de esas características nunca existió”, explica Ricardo Giusti, en primera persona.
La gesta del Mundial ‘86 tuvo su colofón con la visita a la Basílica de Luján de muchos de los jugadores, pues era esa la promesa que juraban haber hecho. Aquella pretemporada en la pequeña Tilcara sigue siendo un punto de inflexión, quizá el lugar donde se plantó una semilla. Las distintas versiones continuarán incólumes, aunque lo que siguió luego fue escrito en tinta indeleble.
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- AUTOR
- Nicolás Galliari
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