Bundesliga
Todo por amor
La radio suena tímida una madrugada del otoño de 1992 en el comedor del departamento de un barrio popular de Buenos Aires. Apenas se escucha más allá del aparato para no despertar a los mayores de la casa. Del otro lado, en el estudio, el “Ruso” Verea entrevista a Pil Trafa, líder de Los Violadores, una de las primeras bandas punk vernáculas, en la “Heavy Rock and Pop”, el programa mítico de la medianoche porteña. A principio de los 90, la radio era un lugar común para la juventud argentina y alrededor de ella se congregaban miles de chicos esperando escuchar cosas nuevas, enterarse de los conciertos, de las visitas, y para oír entrevistas como ésta.
Esa noche más que un reportaje fue un encuentro, una charla donde el cantante había llevado algo de música para compartir. Primero sonó la banda californiana Channel 3 con justamente tres temas. Después fue el turno de UK Subs, legendario grupo británico con los que semanas más tarde compartirían escenario en el Estadio Obras, y por último fue el turno de una banda alemana muy difícil de pronunciar: Die Toten Hosen.
La presentación en sociedad de los alemanes fue un boom incontrolable y difícil de explicar por qué una banda que canta en un idioma imposible, logra crear una relación sanguínea con un pueblo a miles de kilómetros de casa. Tan inexplicable como la pasión que despierta el fútbol por estas tierras y quizás por eso, la primera presentación de los Hosen en Argentina fue toda una sorpresa para los locales, pero principalmente para los visitantes, porque sólo unos meses después que apenas un puñado de canciones irrumpieran en la madrugada radial, los teutones estaban aterrizando en Ezeiza para dar un recordado primer concierto.
En una fría noche de un viernes de septiembre de 1992, «Campino», su cantante, saltaba al escenario de un Halley colmado, reducto subterráneo de la calle Corrientes, famoso por sus conciertos y noches bolicheras metaleras, desplegando todo su histrionismo ante un local extasiado y asombrado por la entrega del líder de la banda, quien inauguraría una costumbre que repetiría en cada posterior visita al país, la de treparse al techo del recinto para quedar colgado boca abajo a varias decenas de metros del piso, micrófono en mano y seguir cantando.
La presencia de la banda en Buenos Aires incluyó por supuesto una nueva visita de Pil Trafa a la radio, esta vez con los alemanes en el piso en una nota donde no sólo se habló de música, de la historia de la banda, de Dusseldorf su ciudad, y por su puesto de fútbol. Fue ahí donde la charla se animó y se escuchó por primera vez saliendo de sus bocas, una palabra familiar por formar parte de nuestro diccionario: FORTUNA.
Mucho antes que la revolución del punk se expandiera por Europa, el Fortuna Dusseldorf era el equipo más importante de la ciudad capital de la región de Renania del Norte, una de las zonas más pujantes del país. Había sido fundado en 1895 en Fingelm, un barrio de clase obrera, con el fin de enseñar y practicar la gimnasia y no del fútbol, pero la pelota fue más fuerte y ya en 1911 comenzó a rodar por los campos del club. Su hora más gloriosa había sido en el lejano 1933 ganando su único campeonato alemán hasta la fecha al vencer en la final al Schalke 04.
Más allá de su condición de club de la capital de una de las regiones más ricas y habitadas de Alemania, no le fue fácil al Fortuna sacar la cabeza entre los gigantes vecinos. En un radio de unos pocos kilómetros el club tiene que lidiar con el Dortmund, el Colonia, el Bayern Leverkusen, Schalke o el Monchengladbach entre otros, pero aun así, su popularidad fue creciendo hasta llegar a ser uno de los clubes más convocantes de la zona.
En 1963, con la creación de la Bundesliga no tuvo justamente la fortuna de llegar a la puntuación histórica que se necesitaba para lograr un cupo en la máxima división por lo que tuvo que remar desde abajo. Rápidamente tres años más tarde logró el ascenso desde su liga regional a la Primera División, pero un año más tarde descendió a Segunda.
Su etapa dorada llegó en la década del 70’. Después de volver a la Bundesliga en 1971, encadenó 16 temporadas seguidas en Primera con excelentes campañas incluidas la obtención de dos Copas de Alemania, la prestigiosa DFB-Pokal en 1979 y 1980 y habiendo perdido una tercera final en 1978. Como un guiño de la historia que vendría, justo en los años que el punk contagiaba su impronta al resto del continente.
Por esos años también eran comunes sus participaciones en las copas internacionales, sobre todo la vieja Copa UEFA y en 1979 jugaría una memorable final de la Recopa de Europa contra el Barcelona que perdería en el alargue por 4-3. A mediados de los 80, el club iniciaría una debacle que lo llevaría 15 años después a bajar varias categorías y a casi desaparecer, si no fuese por unos locos irreverentes, punks y bastante fanáticos del club.
El primer acercamiento y por ende acto de amor de la banda por su club fue en 1989 cuando el Fortuna ya funcionaba como un club inestable. Había ascendido a la Bundesliga en la temporada previa y coqueteaba con regresar a Segunda de continuar con la campaña. Campino y sus muchachos no tuvieron la mejor idea de ayudar a reforzar al equipo de una manera muy original. La banda estaba iniciando una gira por el país para presentar su nuevo disco por toda Alemania, y decidió destinar un marco por cada entrada vendida a las arcas del club.
Se llegaron a juntar 200 mil marcos que se utilizaron para comprar al defensor alemán hijo de ghaneses, Anthony Baffoe. Operación que terminó costando unos 400 mil de la moneda alemana de aquellos años, y pagar el contrato íntegro de Oliver Gensch, que había quedado libre sin debutar del Bayern Múnich.
En los 90, la banda tuvo un crecimiento exponencial, potenciado fundamentalmente por sus visitas a Argentina que fueron contagiando su energía a otros países del continente. Entre 1992 y 2002 hicieron seis veces el recorrido entre Dusseldorf y Buenos Aires y en cada viaje se fueron agregando países como Brasil, Chile, Perú, Uruguay, México y hasta Cuba.
En Europa la situación no era muy distinta. Su fama se acrecentaba a pesar de cantar en su propio idioma, aunque nunca dejaron de ser aquellos chicos rebeldes que pateaban los callejones de la ciudad vieja de Düsseldorf que volvían a sus pagos después de cada gira o de cada concierto.
Por suerte, para el Fortuna, el 2001 encontró a la banda en una posición acomodada en la escena alemana no sólo económicamente sino también en popularidad. Sus conciertos cada vez más multitudinarios no dejaban de colgar el cartel de sold out tanto en su país como en el resto del continente y más allá. Fue el año que el club estalló por los aires. Cerca de descender a la cuarta categoría y envuelto en deudas insalvables para lo que se generaba, el Fortuna se hundía en el fango de la extinción.
Nadie levantaba la mano. Nadie ponía un euro, nadie nada hasta que Die toten hosen tomó el problema como propio y empezó a cranear una solución bien punk. Por ideología pura, la banda nunca había dejado que ninguna empresa ni marca los patrocine, pero con el equipo de sus amores al borde del precipicio (Campino había recibido un llamado desesperada de un allegado del club que, si en 24 horas no ponían un millón de euros, se decretaba la quiebra) siempre se puede hacer alguna excepción. Finalmente, Die Toten Hosen aceptó que la cervecería Diebels, los acompañe como sponsor oficial de una próxima gira a iniciar, a cambio de dos millones de marcos por dos años de contrato.
Además del dinero que la banda no llegaba ni a oler porque pasaba directamente a las arcas del club, el trato incluía cerveza gratis y micros para que los fanáticos los acompañaran a algunos conciertos por las distintas ciudades del país. Todo ganancia. Más que eso. Ante tanta malaria, el Fortuna que ni siquiera tenía publicidad en el frente de su camiseta en ese 2002 caótico, decidió que el lugar fuera ocupado por una de las imágenes que representaba a la banda a modo de logo. Una calavera pirata y dos fémures cruzados sobre una estrella negra.
En los dos años que duró el trato, la camiseta batió todos los records de venta que alguna casaca del Fortuna haya tenido y llegó a posicionarse en el segundo lugar en ventas en todo el país apenas por debajo del Bayer Múnich. Este hecho fue un antes y un después para los Hosen y el club. Si bien la banda nunca más volvió a aceptar una nueva relación comercial con marca alguna, se mantuvo siempre relacionada y en contacto con el club. Una vez que el equipo volvió a tener sponsor en su camiseta, la de la calavera y la estrella siguió presente en las divisiones formativas y la recaudación de la venta de las mismas iba enteramente a financiar los gastos de las inferiores.
A pesar de todo el apoyo que había logrado impulsar Die toten hosen al club, deportivamente la debacle no tenía solución de continuidad. Descenso tras descenso a finales de la temporada 2002 cayó a la Oberliga Nord, cuarta categoría del fútbol teutón. Menos que una liga regional, el mismísimo infierno.
Mucho tuvieron que batallar para poder volver a ser un club pujante y pretencioso nuevamente. En 2011 consiguieron por fin regresar a la Bundesliga 2 y a partir de ahí planificar un futuro mejor. Un fugaz paso por la Bundesliga en la temporada 2012/2013 hizo parecer que por fin los problemas se terminaban. En 2018 consiguió un nuevo ascenso a Primera y otra vez Campino y compañía entraron en escena para ayudar, esta vez desde una posición un poco más saludable y con el equipo en Primera División. Junto con el club lanzaron una reedición de aquella camiseta legendaria del 2002.
Con una mejor planificación que la experiencia anterior y con la aparición esta vez de un equipo de marketing diseñaron una camiseta con el mismo logo que aquella, pero aggiornado a las modas actuales. Franjas negras y rojas en forma horizontal estaban separadas por una línea fina de color blanco, que si se la ve de cerca es la curva de sonido de su canción “Alles aus Liebe” (Todo por Amor) y detalles en las mangas con la frase que los acompaña desde el principio “Hasta el amargo final”.
La camiseta fue usada por única vez en su partido contra el Bayern Múnich de la temporada 2019 y tuvo todos los protocolos que una nueva indumentaria suele tener. Presentación, preventa y talles especiales. Eso sí, una vez más, todas las ganancias fueron otra vez exclusivamente a parar a la tesorería del Fortuna.
El compromiso de la banda con la comunidad no sólo se circunscribe al Fortuna. Fueron motor en el salvataje de otros actores del deporte en Düsseldorf. En el año 2012, DEG eishockey, el club de hockey sobre hielo de la ciudad, uno de los clubes más grandes del país y ocho veces campeón alemán, se encontraba en una situación financiera incluso más complicada que la del Fortuna y necesitaba 2.5 millones de Euros. La banda aplicó nuevamente la estrategia de vender camisetas del equipo con su logo. También Campino, fanático del deporte y del equipo, hizo aportes económicos de su propio bolsillo y le pusieron el rostro a la acción comprometiendo a la sociedad a dar una mano para que el DEG no desaparezca. Consiguieron recuperar el viejo nombre del club que había sido reemplazado por el de una empresa fría que los dejó abandonado después de haber tomado malas decisiones en la gestión y fueron parte de la refundación. Hoy el equipo sigue jugando en la Primera División de la Liga alemana de hockey sobre hielo.
La música de Die Toten Hosen fue ganando los corazones de todos allá por donde llegara su distorsión y por alguna simbiosis inexplicable un grupo de alemanes rebeldes, pero con conciencia social fueron detonando pequeñas chispas que se encendieron por todos lados. Quizás, el circulo comenzó a cerrarse cuando un joven cordobés, Alejandro Mansilla, un pibe de un Ituzaingó, un barrio en las afueras de Córdoba capital, fanático de las bandas punks del momento en una región donde el cuarteto invade sin pedir permiso, viajó en marzo de 1996 hasta la cancha de River en Núñez, para asistir al mítico último concierto de The Ramones en Argentina y donde los alemanes participaron como teloneros.
En ese instante se produjo el flechazo. Fusión hermosa y con sentido entre fútbol y música, aunque Alejandro seguramente no entendiera la metáfora del destino en ese momento, seguramente sí lo haría años después. Ahí vio a los Hosen y comenzó a seguirlos, y se los llevó hasta su barrio. Los masticó y los asimiló. Los estudió y conoció de su fanatismo por el Fortuna y se emocionó con la historia de cómo la banda salvó al club. Justo él, un fanático de Talleres de Córdoba que años más tarde pasaría por una situación similar se hizo un fanático de la banda y del club.
Su padre, había formado en los 80 un equipo barrial justo en la canchita de enfrente de su casa de toda la vida en Ituzaingó. En esa misma cancha, al principio de 2013 Alejandro decidió continuar el legado de su padre y formó una escuela de fútbol para los chicos que deambulaban por el barrio sin la posibilidad de pagar una cuota en algún club. Decidió ponerle Fortuna Ituzaingó en homenaje al homónimo alemán del cual se había enamorado por su historia con la banda de su corazón.
Le siguió un mensaje por Facebook a alguien del club alemán pidiendo permiso para usar el nombre y logo y contando su historia. Además del sí, Alejandro recibió meses después una caja desde Düsseldorf. En ella había pelotas y ropa de entrenamiento todo donación del club. Además, un mensaje en formato de video de algunos de los jugadores del primer equipo y una camiseta firmada por todo el plantel todo producido por el sponsor oficial del Fortuna.
En sus redes sociales se pueden observar algunas viejas fotos en donde se lo ve a Alejandro y su familia, junto a los miembros de Die Toten Hosen en alguna de las visitas que hizo la banda al país bandera del Fortuna en mano como corolario de lo que inspiró el grupo a miles de fans en todo el mundo.
Hoy, banda y club caminan en paralelo después de pasados varios años de aquel acto de amor la camiseta. Son miembros reconocidos en la ciudad de Düsseldorf y fueron nombrados visitantes ilustres de la Ciudad de Buenos Aires. El Fortuna, por su parte, ya no vive de emergencia en emergencia. Está afianzado en la Bundesliga 2, con un breve paso por la Bundesliga entre 2019 y 2021.
En los parlantes del estadio suena la canción “An tagen wie diesen” (Días como estos), y las tribunas acompañan cantando y blandiendo las banderas al viento. En la hora del estribillo las tribunas estallan en un alarido popular que se expande por el aire de Düsseldorf en forma de agradecimiento a un grupo de chicos “sin futuro” que no dejó al club caminar solo, y todo por amor.
- AUTOR
- Horacio Ojeda
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