Copas selecciones
Togo muy raro
Reservar un lugar, pactar una fecha, juntar dos equipos, calzarse los botines y salir a la cancha es una rutina repetida en la vida de varios de los que transitamos este rincón. Fútbol con los pibes, el partido del sábado, jugarse un papi, términos abundan para encuadrar la ceremonia anteriormente descrita. Las actividades rutinarias se pausan y la canchita será testigo de cómo dos combinados de amateurs (?) juegan a por una victoria que dé sentido a la jornada.
Pero, ¿qué sucedería si quisiéramos llevar esto más allá? ‘Ah, ¿anotarse en un torneo?’ diría alguno. Pero no me refiero a eso. Es más, la historia que toma lugar en este post está a años luz de una competición en un club de barrio o en un inter-country. Incluso se encuentra mucho más allá de lo que podría ser una participación en una liga regional. Se trata de llevar el ‘juntemos once y juguemos un doparti’ hacia el plano internacional, bajo la órbita de la FIFA y viajando hacia el extranjero para enfrentar a una selección nacional. Esto que pareciese solo posible en un cuento de Osvaldo Soriano, sucedió hace unos años en un amistoso, y todo gracias a un entrenador marginado que intentó burlar a todo ente protocolar o institucional que en lo de la realización de partidos internacionales por parte de dos asociaciones de fútbol se ve implicado.
El 7 de septiembre de 2010, la Selección de Bahréin, Estado soberano asiático perteneciente a Medio Oriente, disputó un friendly-match en su capital, Manama, frente a Togo, país africano que se encontraba luchando por volver a la alta competencia tras su fugaz participación en Alemania 2006. Para jolgorio de los locales, los bahreiníes no tuvieron mayores complicaciones para dibujar una goleada por 3 a 0 ante la visita. Pero a pesar del triunfo, había algo extraño en la escuadra togolesa. Su actuación se hundió en lo paupérrimo, similar al nivel de un equipo de ‘aficionados’ y no al de una selección. Torpezas y un cansancio inusual en futbolistas profesionales alimentaban la sospecha de que algo había sucedido con los once individuos que se habían identificado como el seleccionado de Togo. Y cualquier lógica estallaría por los aires cuando se corroboraría que la mencionada selección había disputado un partido tan solo tres días atrás en Botsuana, por las eliminatorias rumbo a la Copa África 2012, y que una vez finalizado el cotejo todos los futbolistas partieron hacia sus respectivos equipos. Entonces, ¿quiénes eran los que se presentaron en Bahréin?
Cuando las irregularidades detrás del partido salieron a la luz, los primeros en atajarse fueron los popes de la Federación de Fútbol bahreiní. Desde dicho ente se mencionó que desde los togoleses se habían recibido todas las documentaciones correspondientes para la realización del encuentro. Orientaron sus acusaciones hacia una mafia posiblemente encabezada por un agente FIFA, quien coordinó las complejas falsificaciones que conlleva presentar a una selección falsa en un partido internacional, incluyendo, por supuesto, los gastos monetarios: vestimenta, pasajes y una considerable inversión en algún pasillo marginal para hacerse con pasaportes corrompidos, y autorizaciones y licencias falsas. ¿Había quizá aroma a apuestas deportivas?
La Federación de Fútbol de Togo tomaría cartas en el asunto buscando aclarar el panorama, articulando también la intervención del Ministerio de Deportes en la investigación del caso. Jugadores falsos y uso indebido del nombre eran los pilares del expediente de una situación muy extraña. Pocos días transitaron para que se apuntara al entrenador del equipo que se presentó a jugar frente a Bahréin, Tchanile Bana, ex técnico de la selección (oficial) togolesa vinculado anteriormente a una situación idéntica: presentación de una escuadra falsa que decía representar a dicha selección, en el contexto de un torneo a disputarse en El Cairo años atrás. Ese evento le había costado una suspensión a Bana, pero no le impidió volver al ruedo con una nueva estafa.
Menos de dos semanas después del hecho, Bana sería encontrado culpable de orquestar la realización del partido, acción facilitada por sus vínculos con diferentes miembros de la federación togolesa. Fue responsabilizado por toda la logística que implicó la presentación del falso equipo. De repente parecía un poco extraño que tamaña organización corriera solo por cuenta del virtual DT. Daba la sensación que Bana estaba siendo implicado como chivo expiatorio de una red de ilegalidades mucho mayor a su rol como técnico de la falsa selección. Sospechas aparte, tres años inhabilitado para ejercer cualquier actividad vinculada al fútbol fueron los que le correspondieron al mencionado. La marginalidad del caso, la falta de información causa del aislamiento del mundo exterior tanto de Bana como de cualquier otro implicado y el paso de más de media década han dejado una incógnita que aún perdura en este caso: ¿De dónde salieron los ‘jugadores’ que actuaron en ese ficticio encuentro?
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- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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