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Toto Schillaci, el héroe inesperado
El primer partido del Mundial 1990 fue el 9 de junio de aquel año y enfrentó a Italia, el local, contra Austria. ¿El resultado? Ganaron los italianos por 1-0 y el autor del gol fue Salvatore Schillaci, quien sin lugar a dudas debió cumplir uno de los sueños de su vida ya que entró en el segundo tiempo al reemplazar a Andrea Carnevale y marcó un gol típico de ‘9.’ Centro a la olla y cabezazo letal. Seguramente en su festejo, les dejamos el video más abajo, se encontró con muchas sensaciones, pero la más extraña probablemente se le habrá cruzado cuando pensó en lo que estaba haciendo dos años antes de aquella jornada. Y es que si retrocedemos la película de su vida 18 meses, lo vamos a encontrar concentrando con el Messina de la Segunda División italiana. Una explosión tremenda y que rozó la perfección con ese triunfo italiano, aunque terminó de tocar techo al finalizar el certamen más importante del mundo futbolístico como goleador absoluto. Por eso mismo, lo recordamos en nuestros #ViernesDeOro.
Azeglio Vicini, entrenador de aquel combinado azzurro, sorprendió a más de uno cuando dio la lista definitiva para ese Mundial y entre los citados estaba Toto. A decir verdad, el mejor boleto de venta del delantero fue su primera temporada con la Juventus, que sacó la billetera y se la jugó por el goleador del ascenso. Con la camiseta bianconera marcó 15 goles, los cuales lo ubicaron cuarto en la tabla de goleadores detrás de animales como Marco Van Basten (19 tantos), Roberto Baggio (17) y un tal Diego Armando Maradona (16). Alguno me dirá ‘con eso alcanza y sobra para ir a un Mundial’, pero otros me dirán que es poco. Todo es discutible y más si observamos lo que fueron sus actuaciones posteriores a Italia ’90, porque como máximo llegó a marcar seis dianas entre las temporadas 1990/1991 y 1993/1994, en la cual ya jugaba en el Inter. Igualmente, es fácil hablar con el diario del lunes.
Italia dio el primer paso y pisó firme, pero era hora de pensar en su siguiente rival y allí estaba Estados Unidos. ¿Qué pasó con Toto? Vio casi todo el partido desde el banco, aunque cerca de los 51′ el DT volvió a hacer el mismo cambio de fichas y Schillaci ingresó por Carnevale. Cuando saltó al terreno de juego, su equipo ganaba 1-0 y así se cerró el encuentro, que esta vez no tuvo un grito de nuestro homenajeado, quien extrañamente fue el único que tuvo acción de los que estaban entre los sustitutos. Dos partidos y dos victorias. Checoslovaquia, que tenía un camisetón, los encontró en el cierre del grupo y allí el goleador se metió entre los 11 titulares. Para ratificar la decisión del técnico, Salvatore abrió el marcador a los 9 minutos y encaminó el triunfo del país de la bota. Por los minutos jugados tranquilamente podríamos decir que tenía dos encuentros y dos tantos, aunque los estadísticos nos van a criticar.
En octavos de final los esperaba nada más y nada menos que Uruguay, uno de esos equipos con una historia similar a la de los italianos en los formatos de juego. Aguerrido y con convicción. Enzo Francescoli se paró como titular en los charrúas, que tenían un cuadro que daba pelea y que en el banco disponía de varios apellidos rutilantes para el fútbol argentino, como Rubén Paz, Antonio Alzamendi y Sergio Manteca Martínez, por tirar algunos gurises. Totito tuvo varias chances de gol, pero se fue al descanso sin poder romper la igualdad, cosa que logró en el complemento con un latigazo desde fuera del área que tomó una extraña parábola y derrotó a Fernando Alvez. Más tarde llegó el cabezazo de Aldo Serena y con esto los italianos alimentaban sus ansias de quedarse con el título en el patio de su casa. El siguiente escollo fue la República de Irlanda y allí nuevamente la figura fue nuestro goleador, que está vez jugó bien de «pescador» y aprovechó un rebote largo del arquero Pat Bonner. Ya era un torneo soñado para un ragazzo que hasta no hace mucho solo soñaba con ponerse la casaca azzurra. Ojo, no jugaba sólo, porque aquel plantel contaba con tipos que manejaban la bola de gran forma y que han perdurado en la historia. Franco Baresi, de pie otra vez, Paolo Maldini, espero que sigan parados, Giuseppe Giannini, Carlo Ancelotti, Roberto Mancini y Gianluca Pagliuca, a quien solo queremos destacar porque no tuvo acción en ninguna instancia pero con el tiempo se convirtió en un arquero consagrado.
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Sin embargo, todo buen camino tiene un bache y ese fue Argentina para los italianos. Las semifinales prácticamente se convirtieron en una guerra. El Dié llegó a esas fechas con un tobillo similar a un melón y, cuando los himnos comenzaron a sonar, los tanos no dudaron en chiflar el argentino, lo cual solo hizo que el criado en Fiorito sacara lo peor de él. «Hijos de puta, hijos de puta» se leía en los labios de Maradona y todo eso en el estadio San Paolo, el mítico sitio donde llenó de alegría a los napolitanos. Los locales se pusieron en ventaja gracias a otro gol rebotero de Schillaci, que se consagró como la gran figura y revelación aunque Claudio Caniggia, de grandes actuaciones en esa Copa del Mundo, selló lo que fue la igualdad gracias a un cabezazo que Walter Zenga no pudo descolgar después de una mala salida. El 1-1 llevó el doparti a los penales y allí apareció Sergio Goycochea, recordado por su talento para contener disparos desde los 12 pasos. ¿Sus víctimas? Roberto Donadoni y Serena.
El sueño quedó trunco y hubo que jugar por el tercer lugar, un partido extraño y frente a Inglaterra. Italia se impuso por 2-1 gracias a un disparo desde el punto del penal de Toto, quien había generado la falta previa, y de esta forma los azules quedaron en el último lugar del podio. Seis goles en seis choques lo dejaron como cappocannonieri y Balón de Oro. Ese fue su pico máximo en la carrera de jugador y extrañamente fue en un Mundial. Después de abandonar el verde césped, hasta se animó a ser actor y tiró que su «actor favorito es Robert De Niro». ¿Vieron cómo es la vida? Hay películas que duran para siempre y otras sólo tienen un éxito efímero. La vida de Salvatore fue un poco así, aunque la conclusión final la podrá responder él.
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- AUTOR
- Facundo Mirata
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