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Trayectoria Perturbada
Hasta Alemania 2006, la Selección Argentina transitó cierto patrón de prolijidad en lo que respecta los procesos de sus entrenadores. Tomando, para ser precisos, a la etapa de César Luís Menotti como disparador, cada individuo que se encargó de las tácticas del equipo nacional logró mantenerse hasta la culminación de una Copa del Mundo. El propio CLM, Carlos Bilardo, Alfio Basile, Daniel Passarella, Marcelo Bielsa y José Pekerman dijeron presentes en respectivas participaciones en la máxima competición que ofrece el fútbol. No existieron procesos intermedios donde el técnico protagonista no abarcara, en su etapa, un Mundial.
La culminación del ciclo de Pékerman trajo vientos de inestabilidad al seleccionado. Falta de identidad, carencia de proyecto, citaciones masivas, ciclos extendidos de forma innecesaria, finales perdidas, carencias in crecendo en los juveniles y colapso institucional. El efecto dominó, causado por múltiples arterias propulsoras de desorden y fallas, no pasó por alto al humano que sentó su humanidad en el banco de suplentes de la escuadra. Lo que nos convoca en este post es la extrañeza de la suerte que corrieron los integrantes de la Argentina post-pekermismo en sus carreras. Destinos inciertos, retiros y ostracismo, en una pregunta que camina por el predio de Ezeiza: ¿No lograr éxito con la Argentina es motivo suficiente para que una trayectoria se vea obligada a diseminarse?
Alfio Basile afrontaba en 2006, con 63 años, la misión de acarrear a la vitrina un nuevo trofeo. Él era el último entrenador que había logrado un título con el conjunto nacional. Una exitosísima estadía en Boca Juniors le había dado crédito para afrontar una revancha con la celeste y blanca. Sin embargo, la caída por un contundente 0-3 ante Brasil en la final de la Copa América del 2007, complementada con una débil participación en Eliminatorias, darían por concluido la etapa de ‘El Coco’ en 2008, a solo dos años de su asunción. ¿Qué vino después para Alfio? Una corta estadía en Boca entre el invierno del 2009 y el verano del 2010, donde estuvo a años luz de conseguir las mieles que supo saborear en su primer paso, y una etapa de tan solo diez fechas al mando de Racing Club en 2012. No volvería a dirigir tras aquella breve experiencia.
Catapultado a la Selección mucho más por la mística fervorosa que envuelve a su persona que por méritos profesionales en la dirección de equipos, el ciclo de Diego Maradona en Argentina contuvo lapsos de emoción y heroísmo. Pero táctica y organizativamente, fue una calamidad: Un centenar de jugadores convocados, series de amistosos-falopa con poco sentido, clasificación angustiosa y salida del Mundial de Sudáfrica tras caer por goleada ante Alemania. Sus intervenciones en entrevistas, sus declaraciones jugosas y su participación en demás medios mantienen viva su imagen en el seno colectivo. Pero en el plano futbolístico, Maradona jamás volvió a ser convocado desde un sector alto. Punto y aparte de su dirección del conjunto argentino, pasó sin pena ni gloria por el Al Wasl de los Emiratos Árabes Unidos entre 2011 y 2012. Amén de un considerable cúmulo de rumores que lo vincularon con escuadras de diversas partes del globo, hoy hay indicios de sobra para establecer que no volveremos a ver a ‘El Diego’ comandando tácticas.
Aún faltaba mucho para que el fallecimiento de Julio Grondona y la incapacidad gubernamental de sus buenos muchachos-secuaces arrastraran a la AFA hacia el anarquismo. Sin embargo, no cuesta demasiado ubicar al punto más bajo de la Selección en las últimas dos décadas en lo que implicó el fugaz ciclo de Sergio Batista. Con el antecedente del oro en Beijing 2008 perdurando de manera ya disminuida en el ambiente, ‘El Checho’ primero fue interino tras la salida de Maradona y, a posterior, se estableció como mandamás confirmado de la Selección. La eliminación en cuartos de final de la Copa América del 2011, disputada en nuestro país, fue el acabose. Aquella conclusión alejó a Batista del mundo del fútbol, o al menos de los focos principales del mismo: Dos etapas en el multimillonario equipo de Shanghái Shenhua de China y un paso de menos de un año por la Selección de Bahréin, donde cosechó resultados adversos. Hoy, como entrenador, Batista transita por un estrecho marginal de la actividad en torno a la redonda.
El caso de Alejandro Sabella implica un contexto que nos obliga a diferenciarlo de los técnicos anteriormente citados. Si bien tenía avales para continuar como DT de la Selección tras la caída en la final de Brasil 2014, los rumores en torno a su salud y el aroma a ciclo cumplido, debate que quedaría empañado por la muerte de Grondona y la salida en silencio del ex hombre de Estudiantes de La Plata, harían que su partida se perciba más como un retiro que otra cosa. A poco más de dos años de su último partido como DT, hasta hoy en día la experiencia de Sabella al mando de aquella escuadra es la última de sus aventuras como entrenador.
Perder dos finales de la misma competición en una etapa que abordó poco más de dos años es una marca que hiere a una reputación en lo profundo. Dicha realidad arrojó a Gerardo Martino hacia afuera de la Selección en un ciclo signado por la marca de quedar ‘a punto de’ sin poder concretar la tan ansiada victoria absoluta. Respecto a los antecesores mencionados, Martino es el que más rápido encontró un nuevo trabajo. El desafío sorprende: Se trata de un conjunto aún en formación, que está construyendo su equipo profesional para comenzar a competir en 2017. Con el impulso de emprendimiento de marketing deportivo, aura que amaña a diversos equipos a lo largo y ancho de la MLS, ‘El Tata’ encabeza el Atlanta United, un equipo estadounidense con tan solo dos años de vida. Lejos de las concentraciones donde tenía a su cargo a Lionel Messi, Javier Mascherano, Sergio Agüero, entre tantos otros, hoy Martino dirige una facción de un proyecto en donde la presión será algo sumamente relajado y adormecido en comparación con las exigencias de la Selección Argentina.
¿Qué es el puesto de entrenador de la Selección Argentina? Al aparecer no podemos contestar esa pregunta sin mencionar el ‘punto y aparte’ que el mismo significó para los sujetos anteriormente mencionados. Arribos a lugares que más bien podrían reflejarse como lejanía o hasta exilio demuestran que el sistema del conjunto nacional es cómodo y reconocedor al arribar, pero el rumbo se torna aleatorio y marginal cuando la historia llega a su fin. En la última década, ningún entrenador logró enderezar su trayectoria una vez roto el vínculo con el equipo argentino. Estadías de diez partidos, arribos a Emiratos Árabes Unidos, estancias en Bahréin y firmar un contrato con un equipo que aún no tiene plantel, situaciones que demuestran vivencias más bien con aromas a secuelas.
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- AUTOR
- Esteban Chiacchio
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