Argentina
Un fútbol más profesional, a la vuelta de la esquina
Mientras en Europa la profesionalización del área deportiva de los clubes (o Sociedades Anónimas Deportivas) es un hecho, en Argentina aún resulta un gran escollo impulsar una política deportiva con metas a mediano y largo plazo bien definidas. Un mix de indecisiones, negociados, falta de formación financiera, entre otras cuestiones, forman un combo explosivo que desencadena en un fútbol cada vez menos atractivo y más difícil de vender a todo el mundo. “El Producto”, como burlescamente se suele apodar al fútbol local, termina siendo rehén de todos estos desmanejos en el área deportiva. En definitiva, ¿cuál es la razón por la que no se implementan políticas tendientes a mejorar esta área? ¿Por qué no se intentan imitar aquellos casos exitosos en el país y en el resto del mundo?
Profesionalizar un área, en cualquier contexto, conlleva un proceso de toma de decisiones que en gran parte acarrea miedos, riesgos y un prueba-error constante. El fútbol no está exento de ello, por lo que todo tipo de modernización -a priori- trae consigo más preguntas que certezas. Aquellos encargados de tomar las decisiones contemplan con sumo ahínco la posibilidad de adquirir jugadores por medio de un llamado telefónico, centralizando la decisión a una única persona como muestra de poder y reconocimiento y procrastinan cualquier tipo de renovación. Del otro lado de la puerta, esperan en la sala decenas de profesionales dispuestos a cambiar el paradigma. La lucha es desigual y no es por un tema de cantidad sino, nuevamente, de poder. Atrás de estos dirigentes se encolumna la gran mayoría de los medios masivos de comunicación, reticentes a saber cómo funciona una Dirección Deportiva, o bien a tener un concepto claro acerca del modus operandi y los objetivos que se establecen en una Secretaría Técnica.
Si bien aún no existen teorías paradigmáticas que expresen con certeza cómo debería funcionar un club en la parte deportiva, está establecido mancomunadamente que la toma de decisiones en los mercados de fichajes en el fútbol debe estar a cargo de profesionales, es decir, de personal capacitado para hacerlo. Atrás quedó la figura del mánager omnipotente que conservaba todos los poderes para manejar un club, como lo solía hacer, por caso, Sir Alex Ferguson en el Manchester United. Sin embargo, aquí en Argentina pareciera que aún quedan vestigios de ese modelo arcaico, aunque de a poco se están dando algunos pasos hacia adelante en la modernización del fútbol amateur y profesional. Dentro de ese profesionalismo es que se encuentra la Dirección Deportiva, organismo en el que de forma interdependiente se conectan el entrenador, la secretaría técnica, los coordinadores de las distintas áreas (fútbol amateur, psicólogos, cuerpo médico) y los dirigentes encargados de la parte financiera. La correcta delimitación de las actividades y roles a cubrir, provocará una disminución del margen de error y acarreará óptimos resultados, tanto en lo deportivo como en lo económico.
Para lograr todo lo mencionado anteriormente, es vital que cada club identifique cuál es la filosofía que debe perseguir. Esto ayudará tanto en el día a día sobre cómo realizar ciertas tareas, como también a la hora de elegir algún jugador. Cada institución es un mundo diferente y por tal motivo su estructuración dependerá de ciertos factores sociales, culturales y económicos. No es lo mismo tomar decisiones trabajando en el Real Madrid que en el Barcelona. Si bien ambos clubes cuentan con un caudal de dinero importante para fichar, el pasado y el presente marcan que ambas filosofías son bien distintas. De ahí que se puede identificar el error principal en la gestión de Josep Bartomeu en el club catalán, sumido en una crisis deportiva, política y económica sin precedentes y con el máximo ganador de la historia y mejor jugador del mundo como Leo Messi a punto de pegar el portazo: la contratación de ciertos jugadores no responde a lo que Barcelona pregona hace años (y que le dio unos cuantos títulos). No es el único problema, claro, pero sí de los principales. Basta con analizar su política de fichajes desde 2017 para dar cuenta de lo que malgastaron.
Pero volviendo a lo que compete, la Dirección Deportiva de un club, ya con el norte definido hacia dónde apuntar, tiene una ventaja comparable con el resto porque suele identificar las falencias y reconocer las virtudes más rápido. Después, aparece en escena la bendita Secretaría Técnica, organismo que funciona como pata fundamental de la dirección pero que debería ser analizada y juzgada dependiendo cada caso en particular. En Argentina, la mayoría de estas secretarías funcionan solo como espacio de consulta y asesoría sobre fichajes que finalmente terminarán decidiendo otros (entrenador, dirigente, mánager), pero la realidad es que, técnicamente, debería estar integrada por un grupo de scouts u ojeadores que tras trazar ciertos perfiles, detectan cuáles son los puestos a cubrir, verifican si en las divisiones juveniles hay material como para no ir a buscar al mercado y, en caso de que no sea suficiente con futbolistas de la cantera, realizan lo que se conoce como barrido de ligas y elaboran una lista de jugadores que creen puede servirle al club. Luego el Secretario Técnico la analiza y la envía a los dirigentes, que se encargarán de lo estrictamente financiero. Así como eligen a los futbolistas, también lo hacen con el entrenador, que se articula dentro de la dirección como un empleado más y que a su vez debe responder con la filosofía que persigue la institución (de nada sirve fichar a determinados jugadores si el entrenador no encaja con ese perfil). Sin embargo, no es solo lo futbolístico lo que se debe analizar, también hay otros factores que cada vez ganan más protagonismo, como por ejemplo el círculo social del jugador, sus costumbres y tradiciones, sus gustos, entre otras cosas. Basta con ver las “Masterclass” de Monchi en Sevilla para dar cuenta de cómo se lleva a cabo un proyecto exitoso en un club serio.
Como ejemplo, se puede citar el caso de Racing, que hasta fines de 2020 contaba con Diego Milito como director deportivo y una secretaría técnica al mando de Javier Wainer junto a un grupo de scouts. La idea inicial era traer las influencias de Europa, donde Milito había entablado reuniones con varios directores deportivos para poder implementarlo en el fútbol local y, si bien la misma funcionó por un tiempo prolongado y los resultados deportivos y financieros eran promisorios, los intereses de unos pocos dirigentes que querían defender sus propios negociados más la ineptitud de otros reacios a las nuevas prácticas, hicieron fuerza para que ésta se desintegrara. En la actualidad, Racing cuenta con un mánager (Rubén Capria) que solo cumple la función de asesorar a la dirigencia a la hora de contratar al entrenador y los futbolistas, lo que significa un retroceso si se tiene en cuenta que hasta hace unos meses contaban con scouts que hacían el barrido de ligas y proponían a los futbolistas que creían mejores opciones para jugar en el club.
Un cúmulo de factores hacen de un proyecto a mediano y largo plazo algo prácticamente imposible de conseguir: a la falta de interés de los periodistas y el poco o nulo conocimiento del mercado de los dirigentes, se suma el potenciado exitismo del hincha, que pretende resultados positivos en el corto plazo por sobre cualquier proyecto, a su vez retroalimentado por una buena parte del periodismo mainstream que inyecta ese veneno peligroso a toda hora. El combo es letal hasta cuando las cosas salen bien, como el caso de la Academia. Como si esto fuera poco, una de las excusas más utilizadas por los anticuados dirigentes es el factor económico que conlleva la creación de una Secretaría Técnica. Nada más alejado a la realidad, porque si bien es cierto que se tiene que invertir cierta cantidad de dinero inicialmente para la adquisición de tecnología y scouts que trabajen con ella, ese dinero se recuperaría muy fácilmente con una venta de un jugador promedio. Además, justamente es la racionalización de los gastos uno de los objetivos principales que persigue la implementación de un departamento de este estilo. En definitiva, los dirigentes no remunerados, con sus negocios, no pueden dedicar el tiempo necesario para dirigir una política deportiva óptima. Cuesta delegar y también cuesta mucho cohesionar a estos profesionales con intermediarios (representantes, sponsors, etc.). Así, el modelo europeo parece difuminarse hasta desaparecer.
No obstante, sería una total falacia argumentar que todos los administradores del negocio del fútbol en Argentina están desinteresados o desactualizados. Hace varios años se viene gestando una política nueva y recurrente en algunas instituciones, que por momentos, pareciera poner en alerta el espíritu de las organizaciones sin fines de lucro, y es la inserción de un tercero que aporta capital (humano y financiero) para su desarrollo, conocido comúnmente como “gerenciamiento deportivo”. Lejos de entrar en polémicas tendientes a discernir sobre la aparición de estos fenómenos en el país, es menester al menos analizar cómo se están desarrollando en el plano futbolístico. El caso de Talleres es de los más conocidos, con Andrés Fassi como presidente de la institución desde fines de 2014. En 2017, en una entrevista al diario La Nación, el empresario aseguraba que “el fútbol argentino atrasaba por contar con una estructura acabada”. Se refería nada menos que a todo lo comentado anteriormente. El propio Fassi, hasta hace unos meses integrante del Grupo Pachuca (con gerenciamientos en varios clubes de Sudamérica), siempre defendió este nuevo modelo de gestión, alegando que los socios eran los dueños del club pero que de todas maneras el aporte de los mismos ni se asomaba a los millones de dólares que movía el fútbol profesional.
En efecto, una correcta política deportiva, en donde se trabaje meticulosamente en el mercado de fichajes, producirá réditos económicos que hasta solventarán las enormes deudas que los clubes suelen tener con AFA. Para ello, Fassi destacó que era inminente la intromisión de una Secretaría Técnica en el club, que tuviera estrecha relación con la coordinación de las divisiones juveniles para aprovechar los talentos propios antes que los ajenos, fichar jugadores baratos con potencial y poder de reventa y, finalmente, inclinar la balanza positivamente con una venta por un monto superior al que se lo adquirió. Si a todo esto, se le suma un buen trabajo de los scouts y del entrenador de turno, el éxito no será solo económico sino también deportivo. Hace pocos días, la T cerró el pase de Tomás Pocchettino al Austin FC de la MLS, por 2,5 millones de dólares por el 100% del pase, cuando tanto River como Boca habían ido a la carga por él.
¿Otro mito desterrado? Con el mercado globalizado como el de hoy día, con profesionales trabajando incansablemente en la adquisición de jugadores y el Big Data arrojando datos permanentemente, es casi una cuestión del pasado eso de que “River y Boca son vidriera para Europa”, ya que, a pesar de seguir siendo los clubes más importantes del país, no necesariamente se necesita pasar por ellos para hacer carrera en el exterior. Así mismo sucede en la contratación de futbolistas de otras ligas del continente. En Talleres, actualmente, la zaga central está compuesta por dos futbolistas del exterior: el experimentado colombiano de 31 años Rafael Pérez y el ecuatoriano de tan solo 19 años Piero Hincapié, con un futuro prometedor por delante.
Así como Talleres, aunque con ciertas diferencias, funciona el “gerenciamiento encubierto” (así lo definió el periodista Roberto Parrotino en varias notas en su columna en Tiempo Argentino) de Defensa y Justicia, con Christian Bragarnik como máximo exponente y casi la totalidad de jugadores y entrenador representados, y estableciendo triangulaciones (algunas muy polémicas como la venta de Julio Rodríguez de Defensa a Sinaloa por 80.000 dólares) con otros equipos de Sudamérica, Norteamérica y Europa. Bragarnik, al momento, no tiene ningún vínculo contractual con el Halcón de Varela, aunque es de público conocimiento que maneja el fútbol profesional con Diego Lemme, hijo del empresario y presidente del club José Lemme desde hace no menos de diez años. A su vez, “el emperador” del fútbol argentino tiene vínculos con el Grupo Caliente de México, varios clubes chilenos y, desde fines de agosto de 2020, es accionista mayoritario del Elche de España, adquiriendo el 99% del club por 24 millones de euros. Hoy el conjunto de Alicante se encuentra en zona de descenso directo.
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Si bien Defensa y Justicia no es una Sociedad Anónima Deportiva, el modus operandi es parecido en todos los clubes en donde Bragarnik posee acciones o tiene una enorme cantidad de jugadores/entrenadores adentro, inmiscuidos en su tremenda agencia Score Fútbol S.A. A diferencia de Talleres, que cuenta con una estructura armada y una política deportiva definida, en Defensa la decisión fue darle las llaves a Bragarnik para que meta y saque jugadores a placer con el objetivo de potenciarlos y sacar réditos en una futura transacción. Básicamente, se trata de jugadores descartados en clubes grandes que desarrollan todo el potencial en Defensa, siempre respondiendo a la filosofía del club: buen pie, juego colectivo y mirada puesta en atacar. Esta política deportiva generó la obtención de la última edición de la Copa Sudamericana, nada más y nada menos. A priori, estos son actualmente los dos casos en Argentina que cuentan con una dirección deportiva “acercada” al estilo europeo.
En Boca y en River la situación es distinta: en el primero funciona un Consejo de Fútbol formado por ex glorias del club, dejando atrás el trabajo que venía haciendo Nicolás Burdisso. Este Consejo se encarga de atraer a los jugadores que pretende el técnico, con casi nula profesionalización. En el Millonario, a pesar de estar Enzo Francescoli como mánager, todo parece indicar que las decisiones pasan por la efigie de Marcelo Gallardo, amo y señor de un River repleto de títulos internacionales con él como entrenador, dejando en manos del uruguayo y de Rodolfo D’Onofrio lo respectivo a la negociación del fichaje.
Cada vez son más las agrupaciones políticas que prometen en sus campañas la creación de una Secretaría Técnica y la modificación del organigrama, aunque por el momento queda solo en eso, promesas. Indudablemente las ideas están, pero falta un motor que las impulse. Algunas instituciones, antes de dar el primer paso en el fútbol profesional, prefieren iniciarse en las divisiones juveniles, como el caso de Argentinos Juniors, que muy atinadamente se percató de aquello que le otorgó los años más gloriosos, el “Semillero del Mundo”, y comenzó así a preparar a sus futbolistas, marcándoles desde su llegada al club la filosofía que engloba a Argentinos, el sentido de pertenencia y, mucho más importante, el modelo de juego adoptado. Poniendo énfasis en la utilización de GPS, filmaciones de todos los partidos de las divisiones inferiores y un seguimiento puntilloso de cada uno de sus jugadores, lograron encontrar los mejores perfiles para que puedan tener un futuro en Primera. De la mano de Mauro Adragna, Raúl Sanzotti y un grupo numeroso de profesionales, esta Secretaría se afianzó y se agrandó al punto de obtener un espacio dentro del organigrama del fútbol profesional. Si bien todavía la avocación es casi completa a las divisiones juveniles, cada día se suman más recursos tecnológicos que permiten ampliar el espectro (a fines de 2020 adquirieron un programa llamado “Nacsport”, una herramienta de videoanálisis grupal, sumada a la que ya tenían de forma individual).
En cambio Vélez, otro de los equipos caracterizados por poseer unas juveniles de jerarquía a nivel nacional, aún mira con recelo esta nueva adaptación y se siente más ameno con “la vieja escuela”, mediante scouts en todo el territorio, seguimiento mucho más de campo que por video, comunicación con representantes y agentes que ofrecen pruebas, etcétera. Hasta fines del año pasado, Pedro Larraquy y Sebastián Pait coordinaban todo el fútbol amateur de “La Fábrica” (como se conoce a las juveniles de el Fortín) y con un gran trabajo consiguieron sacar jugadores de la talla de Matías Vargas, Nicolás Domínguez, Maximiliano Romero y Santiago Cáseres, que con sus respectivas ventas arrojaron dividendos por casi 40 millones de euros. Así y todo, y más allá de que en Vélez funciona una “Secretaría Técnica” en juveniles, la realidad marca que solo queda en el término por sí mismo y no está debidamente instrumentada como sí sucede en Argentinos. Dos modelos si se quiere “exitosos”, pero con metodologías bien distintas. En definitiva, será Vélez quien tarde o temprano deba aggiornarse, y esa decisión es nada más y nada menos que dirigencial.
En conclusión, la procrastinación de la toma de decisiones por parte de los encargados de hacer política en los clubes, en pos de un fútbol cada vez más profesionalizado, parece tapar un nicho enorme de posibilidades de un fútbol más vistoso, mejor jugado y menos caro. Los tiempos de pandemia llegaron y con ellos las crisis económicas, de ahí la urgencia de transformar de una vez nuestro producto. Se empieza desde AFA/LPF con un formato vendible, pasando por la determinación de todos los presidentes de los clubes a transformar de una vez por todas la gestión deportiva y, finalmente, se termina con un mayor porcentaje de probabilidades de éxito deportivo y financiero. Lo que falta es, sencillamente, información y agallas.
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- AUTOR
- Juan Podestá
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