Historias
Un goleador con conciencia social
Si bien el éxito que tuvo como futbolista lo llevó a lo más alto, Robbie Fowler nunca olvidó de dónde venía. Criado en Toxteth, un barrio de clase trabajadora al sur de Liverpool, en su infancia era fanático de Everton. De todos modos, esto no impidió que, después de convertir dieciséis goles en un partido de niños de nueve años, le recomendaran probarse en Liverpool. En los Reds hizo todas las categorías formativas hasta 1993, cuando debutó en el primer equipo con 18 años.
Rápidamente se ganó el cariño de la hinchada y formó parte de un grupo de jugadores denominados los “Spice Boys” -en un juego de palabras con las “Spice Girls”, muy populares en Inglaterra a mediados de los ’90- junto a Jamie Redknapp, David James, su mejor amigo Steve McManaman y Jason McAteer. El apodo lo puso la prensa del noroeste inglés para contraponerlos con la famosa “Clase del 92’” de Manchester United e inventarle a Fowler un romance con la Spice Girl Emma Bunton. Con Liverpool no pudo ganar la Premier League -tan esquiva para los Scousers, quienes tan cerca estaban de ganarla por primera vez hasta que la pandemia de coronavirus frenó todo-, pero sí se consagró campeón de dos Copas de la Liga, una FA Cup, una Copa UEFA y una Supercopa de la UEFA.
Hacia fines del siglo XX y principios del XXI, formó una delantera temible junto a un joven Michael Owen. El ganador del Balón de Oro en 2001 se había hecho un lugar durante la temporada 1997/1998 por una rotura de ligamento cruzado anterior que sufrió Fowler y, en consecuencia, le hizo perderse un Mundial en el que Owen brilló. Cuando Robbie se recuperó, comenzaron a jugar juntos y el pico de rendimiento de la dupla fue en 2001, cuando obtuvieron todos los títulos mencionados en el párrafo anterior.
Además de su capacidad goleadora, su velocidad, la potencia de su pie izquierdo y su habilidad para aguantar la pelota de espaldas al arco rival, Fowler trascendió por dos celebraciones de gol. El más reconocido fue cuando en 1999 anotó desde los once metros ante Everton en un derbi y simuló esnifar la línea de cal como si fuera una raya de cocaína en una imagen aún recordada veintiún años después. Por más que el francés Gérard Houllier, entrenador de Liverpool en ese entonces, declarara que fue “una tradición camerunesa de comer pasto que aprendió de su compañero Rigobert Song” (sic), Robbie manifestó que lo hizo porque estaba cansado de escuchar cómo los hinchas de Everton lo trataban de drogadicto cada vez que salía de noche. Por este motivo, fue sancionado con 60 mil libras esterlinas por su club y con cuatro partidos de suspensión por la FA.
Pero el festejo que más va a tratar esta nota se dio antes, en la noche del 20 de marzo de 1997. Fue en un enfrentamiento ante Brann de Noruega, por los cuartos de final de una Recopa Europea que tuvo a Fowler como goleador. Los estibadores de la “Mersey Docks & Harbour Company”, principal fuente de trabajo en una ciudad portuaria como es Liverpool, llevaban un año y medio de huelga debido a la precariedad laboral a la que estaban sometidos y al despido de quinientos empleados en septiembre de 1995. Siempre conectado con el sector menos favorecido de su ciudad natal, el delantero era consciente de que desde su posición tenía la oportunidad de reivindicarlos.
Uno de los estibadores en huelga era el padre de Steve McManaman, así que en la noche anterior al partido se juntaron y acordaron que debían hacer algo -además del apoyo económico que ambos les brindaban a los trabajadores- para que todo el mundo se enterara de lo que estaba sucediendo en los muelles. Consiguieron unas remeras rojas lisas y en ellas estamparon con letra blanca la frase: “500 Liverpool dockers sacked since September 1995” (en español, “500 estibadores de Liverpool despedidos desde septiembre de 1995”).
McManaman sostenía que, si iban a mostrar la remera que llevaban debajo de la camiseta, lo conveniente sería hacerlo una vez que terminara el partido. Quizás no llegaría a tanta gente como después de un gol, pero para las autoridades de la UEFA sería menos probable distinguir el mensaje. Fowler acató a medias y se aguantó las ganas de mostrar la inscripción cuando abrió el marcador de penal. Pero a los 32 minutos del segundo tiempo puso el 3-0 definitivo (segundo de su cuenta personal) y ahí sí se levantó la camiseta. Con una cara seria y tomándose el tiempo prudencial para que todos los fotógrafos inmortalizaran la imagen, mostró el mensaje a los cuatro costados de Anfield, ganándose la ovación y el estatus de héroe de la clase trabajadora.
Aunque a muchos les pareció correcta la acción de Fowler, quienes sostienen la falacia de que no se pueden mezclar el fútbol y la política se sintieron ofendidos. En este sector aparece la empresa de ropa Calvin Klein, que amenazó con llevar a la justicia a él y a LFC, ya que en el “dockers” de la remera el goleador utilizaba la tipografía del logo de la marca en la CK. El propio club se enojó con el futbolista y prohibió, desde ese momento, que un jugador mostrara un mensaje político utilizando la indumentaria del equipo; y obviamente la UEFA -siempre tan lejana a la realidad social-, que lo sancionó con una multa de 2 mil francos suizos sosteniendo que “es extraño y antideportivo porque un estadio de fútbol no es un lugar para hacer política”. Quien sí estuvo a favor del gesto fue Sir Alex Ferguson, entrenador del equipo archirrival, quien declaró: “Estoy orgulloso de Fowler, porque a veces los jugadores parecen vivir en otro mundo y ser ajenos a todo lo que los rodea y este no fue el caso. Como hijo de estibador, ver a mi padre jugarse y ganarse la vida en el muelle fue un valor fundamental para el desarrollo de mi persona”.
Por otro motivo, el inglés culminó ese año galardonado con el premio Fair Play de la FIFA: en un partido ante el Arsenal correspondiente a la Premier League, le pidió a un árbitro que se retractara y no cobrara penal porque David Seaman no le había cometido infracción.
En mayo de 1997, el Partido Laborista Británico obtuvo su primera victoria electoral desde 1974 y su líder, Tony Blair, fue nombrado Primer Ministro del Reino Unido. Igualmente, los estibadores de los muelles siguieron de huelga hasta que en enero de 1998 y con la ciudad devastada (sin su principal ingreso económico y con centenares de familias empobrecidas), los quinientos obreros despedidos dos años y medio antes recuperaron sus puestos de trabajo.
Con 171 goles anotados en ocho temporadas y media, Fowler dejó la institución a fines de 2001. Había perdido su puesto en manos de Emile Heskey y necesitaba tener continuidad para no volver a perderse un Mundial. Un buen promedio de gol en Leeds United durante el primer semestre de 2002 le permitió ser convocado a la cita. Posteriormente, jugó en Manchester City, Cardiff City, Blackburn Rovers y en diversos clubes australianos y tailandeses, con una segunda etapa sin tanto protagonismo en Liverpool entre 2006 y 2007. Desde el año pasado entrena a Brisbane Roar de Australia, país en el que fijó su residencia una vez que se retiró del fútbol.
Robbie Fowler es un ejemplo de cómo un deportista de alto rendimiento de origen humilde debe ser una persona con conciencia de clase que, por más que ya tenga su vida resuelta económicamente, se preocupa por la condición de vida de los habitantes del lugar que lo vio nacer. En su autobiografía publicada en 2005 contó que uno de los momentos que más recuerda de su infancia fue cuando, en una noche de julio de 1981 -una época nefasta para la política y la economía británica-, la policía reprimió con gas lacrimógeno a una comunidad negra de Toxteth, en el marco de una campaña de la extrema derecha contra las minorías étnicas y los militantes del Partido Laborista que incluyó hechos similares en Brixton (barrio de clase obrera al sur de Londres), Coventry, Leeds y Birmingham.
Para concluir, lo mejor es hacerlo con una frase que dijo Fowler en la conferencia de prensa posterior al partido contra Brann: “Lo haría una y mil veces más. Soy un jugador de fútbol, pero también soy una persona y tengo conocidos y padres de amigos que se están jugando mucho en estas huelgas. Liverpool vive momentos dramáticos en los muelles y su lucha no puede quedar escondida donde no moleste, el muelle es fundamental para la vida de mi barrio y de mi gente”.
- AUTOR
- Guido Antonelli
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