Argentina
Un proyecto que sueña con el Nacional B
El final de la temporada 2011/12 lo tuvo lejos de los primeros puestos del torneo de Primera D. Si bien clasificó al Reducido, donde cayó frente a San Martín de Burzaco, nunca se calzó el traje de candidato. Pero aquel certamen fue un antes y un después para Deportivo Riestra.
Para el 2012, se acercó al club un personaje poco conocido en el ambiente futbolístico como Víctor Stinfale. El mismo arribó con el objetivo de brindar una ayuda económica externa, algo muy importante para los equipos que militan en la última categoría del fútbol argentino. Si bien siempre se mantenía expectante, le costaba muchísimo pelear palmo a palmo contra Ituzaingó, Argentino de Quilmes, Atlas o «Sanmar». Muchas veces es fácil determinar a los poderosos de la «D»: los que tienen billetera y los que no.
Normalmente al ingreso de nombres privados a los clubes se le llama «gerenciamiento». Sin embargo, José Tirri, el presidente blanquinegro por aquellos años, siempre se encargó de negar esto y varias veces declaró: «acá no se ha firmado un sólo papel, por eso no gerenciamos ni cambiamos de denominación ni los colores. Acá lo que existe es la palabra». En los pasillos de los precarios clubes de la divisional existe el rumor de que antes de aterrizar en Riestra, el abogado de Diego Maradona sedució a otros clubes pero ninguno de ellos aceptó cambiar sus colores para «adoptar» los deseos del dueño de la billetera. ¿Qué había que adoptar? El negro y el blanco, para que combine con Speed, el otro bastión del reino Stinfale. Otra condición también era portar la palabra «IRAK», en honor al equipo que compartía el empresario con sus colegas, bajo el nombre de cada jugador en la camiseta. Lo demás es historia.
Viajes en micros de larga distancia, un estadio en remodelacíon, un stand con bebidas energizantes en el «Guillermo Laza» e indumentaria ADIDAS, algo de lo que solo tienen privilegio Riestra, River, Newell´s y el seleccionado argentino en nuestro país. Un paraíso para una categoría acostumbrada a las limitaciones.
Para transformar al conjunto de Villa Soldati en candidato lo primero que hizo, porque su opinión era escuchada por el cuerpo técnico del momento, fue incorporar a Wilson Severino, goleador histórico de Atlas y de gran renombre, y pedir la titularidad de Damián Arce, un enganche muy talentoso que terminó siendo el goleador junto a Diego Leguiza, con 18 tantos. No obstante, por diferencias con los dirigentes, Héctor Balsa dejó su cargo de entrenador en la tercera fecha del campeonato. Pero por «arte de magia», Jorge Vendakis ya tenía todo arreglado para ser el reemplazante de Balsa. Argentino de Quilmes se coronó campeón (sacó 83 puntos sobre 102 posibles) y dejó en el segundo escalón al «blanquinegro». El segundo ascenso se definió por medio del Reducido, pero los del Bajo Flores no pudieron hacer pesar su candidatura y cayeron en la final frente a Ituzaingó, por penales.
Volver a la «C» era la prioridad y para esto era necesario dar vuelta la página lo antes posible. Lo primordial era fortalecer a un plantel que contaba con la jerarquía de Bruno Maffoni, Víctor More, Sebastían Sosa y Lucas Vidolini pero que había tenido bajas sensibles. La incorporación más importante fue la de Jonathan Herrera, figura de Centro Español que venía de convertir 35 goles en los últimos tres años. A pesar de tener un buen semestre, donde peleó el primer puesto con San Martín de Burzaco, la CD contrató a Guillermo Szeszurak, el entrenador que curiosamente le quitó la corona en el banquillo del Mate. Además del nuevo entrenador, llegaron Ramón Borda, enganche de gran performance en el Argentino de Quilmes campeón, Julio Gauna y Lionel Fonzalida. Todos futbolistas de peso y de cierta popularidad. El «Dream Team» de la D. Desde la llegada del Búfalo, en la 19° fecha, terminó invicto y conquistó 38 unidades sobre 48. Se quedó con el primer puesto, relegando a la «Tribu Azul» de Burzaco, L.N. Alem y Juventud Unida, que finalmente logró el segundo pasaje a la «C». El primer objetivo de Stinfale & Cía, de sacar a Riestra de la Primera D, estaba cumplido. Ahora era cuestión de buscar la superación.
Por el desorden de la AFA, en busca de la reestructuración, la segunda parte del 2014 se finalizó con un torneo de transición. La Primera C se dividió en dos zonas y los de Soldati estaban en la «A». Lideraron su zona, doblegando a candidatos como Dock Sud, Defensores de Belgrano o Talleres de Remedios de Escalada, vencieron a Excursionistas en las semifinales y al Doque en la final. En menos de seis meses, los dirigidos por Szeszurak pasaban de la «D» a la B Metropolitana. Toda una hazaña, obviando el mamarracho organizativo.
Después de dos años en la Primera B, donde naufragó por debajo de la mitad de la tabla, el «blanquinegro» terminó detrás de Deportivo Morón, el reciente campeón, y se ganó un lugar en el Reducido en busca de un lugar en el Nacional B. La estadía, momentánea, en el tercer escalafón del fútbol argentino no fue nada fácil. Pasaron por el banquillo Leonardo Ragazzo, Pedro Bocca, Fabían Nardozza y Jorge Benítez, quien comanda al club actualmente. En el medio surgieron grandes jugadores, con futuro de Primera, como Gonzalo Bravo o Mauricio Soto, pero también sufrieron la encarcelación de Víctor Stinfale -acusado de organizar la fiesta Time Warp en 2016, en la que fallecieron cinco jóvenes, fue luego excarcelado-, la muerte de Gonzalo Peralta (quien se había retirado con la blanca y negra producto de una leucemia) y la ida de Jonathan Herrera, el arma en ataque.
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Justamente el delantero era «el juguete preferido» de Stinfale. Muchos cuentan que el abogado le pagaba un premio por cada gol marcado y también a aquel que lo asistiera. Claro, Herrera llegó en un mar de dudas y era el jugador a vender. Por su poderío ofensivo, gracias a sus 79 goles en Riestra y más de 100 desde su debut, se lo asoció con San Lorenzo y el fútbol de Medio Oriente. Sin embargo, terminó desembarcando en Atlético Venezuela.
Los últimos años fueron una montaña rusa para Deportivo Riestra. Armado de súper equipos, desilusiones, rumores de sobres, laureles deportivos y mil anécdotas más envuelven a un combinado que sueña con llegar al Nacional B tres años después de estar en el pozo.
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- AUTOR
- Claudio González
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