Historias
Un vaso de agua
Después del segundo timbre y con la espalda todavía goteando, acelero los pasos para abrir la puerta, él ya sabía que era Ariel y que venía a ver el partido. Mónica, su esposa, salió diez minutos antes junto a Flopi, su hija, a comprar la picada, de esas que ya vienen listas con todo cortadito. Cerveza ya había, de la negra como le gustaba a él. Gustavo invitó a su amigo a pasar mientras se terminaba de cambiar, Ariel dio unos pasos y prefirió esperar parado al costado de la mesa y preguntó sin llegar a gritar: «¿Che cómo va el laburo? Desde lejos se escuchó: «Normal como siempre».
El dueño de casa apareció con dos vasos de agua deduciendo que la cerveza se abriría cuando Mónica aparezca con la picada, haciendo gala de su pasión por las cosas estructuradas. Ariel sin llegar a agarrar el vaso y soltando una sonrisa pícara le dijo: «¿Y desde cuando tomas agua?, trae la cerveza haceme el favor». Gustavo respondió con otra sonrisa y fue directo a la heladera.
Nota relacionada: El penal
«Estas muy pensativo. ¿Qué te pasa?», preguntó Ariel, luego de un prolongado vacío de palabras, al dueño de casa. En eso llegó Mónica, quien saludó a su esposo, a su amigo y preguntó a qué hora empezaba el partido. «En 15 arranca Moni, hace tranquila», respondió Gustavo en el mismo momento que Flopi se le colgaba de los hombros a Ariel al grito de «hola tío Ariel», este no espero ni un segundo para responder con un beso y un abrazo que denotaba un cariño especial por su «sobrina».
Las mujeres se fueron a preparar la mesa para la comida y los hombres quedaron sentados exactamente en la misma posición que antes. «Me quedé pensando lo del agua, tenes razón, hace mucho no tomo agua, desde que jugaba, ¿Te acordas que mi viejo los días antes de los partidos como me rompía con la hidratación?», lanzó Gustavo. «Es cierto Carlitos era meticuloso eh, su hijo le salió igual», respondió su amigo.
Ambos sonrieron al mismo tiempo y llevaron sus mentes a tiempos donde la ilusión ocupaba la mayor parte de sus horas, de sus días. Y lo digo en plural por que los dos lo vivían con esperanza, uno por llegar a ser jugador profesional y el otro por tener un amigo que podía llegar a ser futbolista profesional. Hasta ahora nunca vi a nadie que banque tanto a su amigo en todos sus partidos como Ariel lo hizo con Gustavo cuando este jugaba en las inferiores de Lanús. A Rosario, a Córdoba, a todos lados, sea titular o suplente, solo faltó el día del casamiento de su primo que tuvo la «brillante» idea de casarse un sábado al mediodía. Cinco años seguidos a todos lados.
Nota relacionada: El clásico
«Pobre viejo che, no pude cumplirle el sueño», expresó lamentándose Tavo.»¿Qué decís estás loco? Cuando en octava le hiciste el golazo ese a River de afuera del área, yo lo vi lagrimear eh, lagrimear de felicidad. ¿Te pensas que no era un sueño para él? Sabes las veces que habrá imaginado ese gol en el bondi cuando iba a verte en los partidos», le retrucó Ariel. «Si pero el sueño de llegar a Primera, de salir en la tele, a eso me refiero», sentenció Gustavo. De repente Ariel sin quererlo estaba buscando las palabras para vencer el silencio que se había apoderado de la charla entre estos dos amigos. No lo consiguió.
«Bueno pasó mucho tiempo y fue mi elección, en ese momento sentí que tenía que ayudar a la familia, tampoco es que era un superdotado de la redonda, yo lo sabía, pero quería llegar por mi viejo», deslizó Gustavo. Ariel intentaba por todos los medios vencer el silencio pero no lo conseguía, esa ineptitud para encontrar las palabras de consuelo o tal vez las palabras justas para eludir esa conversación incomoda lo ponían nervioso. «Por suerte salimos adelante Ari, pudimos afrontar los gastos de la enfermedad y mi viejo pasó los últimos años un poco más tranquilo», confesó Gustavo.
Muchas veces un buen amigo solo escucha, deja al otro descargarse, no necesita expresar su opinión o pensamiento y menos cuando un tema es tan profundo. Pero en este caso, Ariel sentía obligación por acompañar la descarga de Gustavo con palabras, dando a conocer su opinión, su sentimiento, al fin y al cabo él conocía como nadie. La amistad es estar, escuchar, ayudar y muchas veces opinar sobre un tema planteado por el otro, aunque esto a veces es delicado. Cuando por fin supo que decir, cuando Ariel por fin había logrado vencer su propio silencio, se escuchó al unísono el pitazo del referí y la voz dulce de Flopi avisando que la picada estaba a unos pasos de distancia.
Por Matias Córdoba.
Relacionado
- AUTOR
- Cultura Redonda
Comentarios