#Rusia2018xCR
Una crítica al presente sin memoria del pasado
Más allá del resultado parecemos olvidar el camino que llevó a nuestra selección a una sufrida clasificación a Rusia 2018. En el inicio de su proceso, Jorge Sampaoli se atrevió a arriesgar ante una superpotencia, y hasta los números estadísticos del partido indican que el resultado no coincide con el desarrollo del partido. Sin embargo, las críticas son prácticamente unánimes y juzgan como un auténtico suicida al entrenador argentino.
Un seleccionado que hace una decena de partidos y nueve meses de calendario no soportaba el menor análisis de rendimiento colectivo, con presentaciones futbolísticamente lamentables que lo dejaron al borde de la eliminación en la carrera hacia el Mundial, hoy pretende imponer condiciones ante uno de los dos mejores seleccionados del mundo a nivel técnico. Y si bien no lo consiguió, logró pasajes de fútbol muy interesantes como punto de partida hacia un futuro mejor. Pero parece que aquellos que recuerdan con nostalgia la era Carlos Bilardo, ahora quieren sobreponer el resultado negativo de un partido amistoso por encima de un mero ensayo que puede aportar muchos datos de valor en la consideración de Sampaoli.
Con el Mundial a menos de un trimestre cabe recordar que, tras caer con justicia por 2-0 ante Francia un 26 de marzo de 1986, Argentina visitó Oslo para enfrentar, el 30 de abril de ese año, a Noruega, una ignota selección europea que deambulaba con poco que destacar en el concierto continental de la época. El seleccionado noruego había finalizado en el último puesto del Grupo 6 su intento por arribar a su segunda Copa del Mundo, siendo relegado por la sorprendente Dinamarca de Michael Laudrup, los hermanos Olsen y Elkjaer Larsen, la Unión Soviética, Suiza e Irlanda. Sin embargo aquel amistoso fue, a priori, un nefasto antecedente de cara a una Copa del Mundo a la que íbamos prácticamente de vacaciones según la consideración general. Argentina, con Diego Maradona y Daniel Passarella en su alineación titular, cayó por la mínima diferencia ante un rival de escasísimo nivel técnico.
Luego sobrevinieron amistosos de compromiso ante clubes como América de México, Junior de Barranquilla y el débil representativo israelí, para recuperar un poco la alicaída imagen de un equipo que futbolísticamente daba pena. Pero con el título mundial conseguido por aquella sólida imagen colectiva y la mejor versión de Maradona, todo aquello quedó en el olvido. Casi como un paso necesario hacia la consagración. La crítica imagen previa a México ’86, con una angustiosa clasificación a cuestas, había quedado tapada por una bandera: “Perdón Bilardo”.
Ahora el tema es muy diferente. Sampaoli lleva una decena de partidos al frente del equipo nacional. Y cuatro de ellos terminaron cosechando, como se pudo y sin variantes de relevancia, los puntos necesarios para viajar a Rusia. Con esa tranquilidad, recién inicia el proceso de mejora. Con los altibajos lógicos del caso. Y tuvo la valentía de querer medir fuerzas con España. De intentar establecer un parámetro de dónde está parado este equipo de cara al Mundial, aún sin Lionel Messi y Sergio Agüero en el equipo. Incluso con jugadores en período de prueba como el chico Maximiliano Meza –de muy buena actuación-, Nicolás Tagliafico o Fabricio Bustos. Para colmo, y con el inobjetable 1-6 en contra, demostró que en algunos aspectos el crecimiento es notorio y que la diferencia entre estas dos selecciones está en la capacidad técnica para decidir ante cada momento del juego. En esa sabiduría que demuestran los futbolistas españoles –prácticamente todos, figuras de equipos de élite del fútbol europeo- que proviene de años de capacitación en el trato de la pelota. Ese poder que uno no le ve al jugador argentino de hoy cuando surge de divisiones inferiores. Se nota a la legua esa diferencia. Incluso en cada control del balón.
Con todo esto, no considero prudente caerle encima al entrenador. Es cierto que en un partido que mira el mundo hay detalles que deben cuidarse. Sobre todo en los últimos minutos cuando dos goles abultan un resultado que ni siquiera en el 1-4 reflejaba con justicia lo que había hecho Argentina por el partido. Pero yo estoy del lado de los valientes. Y prefiero perder así ante uno de los mejores equipos del mundo que no poder sacar ninguna conclusión razonable de cara al futuro por ir a buscar un empate en un amistoso preparatorio. Si el Mundial se juega tres meses antes, devolvamos la Copa del ’86. No nos pertenece.
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- AUTOR
- Nicolás Di Pasqua
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