Historias
Una gira mágica y misteriosa
Eran tiempos diferentes aquellos primeros años de la década del ’80. El fútbol español intentaba sin éxito equilibrar la balanza con el creciente Calcio italiano y con el dominio continental impuesto por los clubes ingleses, que desde 1977 habían arrasado con todo en Copa de Campeones. Barcelona era una sombra que veía con envidia cómo los madrileños primero y los vascos después le arrebataban el sueño campeón. La alegría ‘culé’ se había alejado con las gambetas de Johan Cruyff. Ni el mismísimo Diego Armando Maradona era capaz de revertir la sequía liguera que se estiraba a una década.
Aquella apuesta millonaria para la época por el joven genio de Fiorito no cuajaba. Ni siquiera la mano paternal de César Luis Menotti podía controlar a un Maradona que demostraba sus cualidades pero no lograba explotar en toda su dimensión. Lesiones, enfermedades, sinsabores, conflictos y la noche catalana hicieron estragos y el diez fue ‘Dieguito’ donde necesitaban a ‘Diego’.
La primavera de 1984 trajo consigo el desastre de cierre. La final de Copa del Rey entre el equipo catalán y Athletic de Bilbao presagiaba una noche caliente. Demasiada carga emotiva entre dos adversarios con cuentas pendientes. Aun resonaban los gritos de dolor de Bernd Schuster y del propio astro argentino, lesionados de gravedad con un par de años de diferencia por el mismo victimario, el vehemente Andoni Goicoetxea -o el ‘Carnicero de Bilbao’-.
Un gol de Endika en la primera etapa le dio la ventaja a los bilbaínos, que sería defendida a capa y espada –como mínimo- por el equipo de Javier Clemente. Consumado el título, los jugadores de Athletic se abalanzaron a buscar a un Maradona que había dejado claro ante la prensa su disgusto con el juego de los vascos. Y todo terminó en una batalla campal en pleno Santiago Bernabeu que dejó expuesta la imagen del Barca y del fútbol español, rebalsando el vaso de la paciencia de un José Lluís Núñez extenuado.
La gira que cambió el destino
Tras la escandalosa definición, la pretemporada proponía una gira por los Estados Unidos, una nación sin tradición futbolística que quería imponer el fútbol de la mano del Cosmos. La franquicia neoyorkina había conseguido, a fuerza de millones, los servicios de varias estrellas de edad avanzada, pero el proyecto había perdido peso y sólo aportaban a la causa el holandés Johan Neeskens, el polaco Wladyslaw Zmuda y un promisorio goleador paraguayo de 23 años llamado Roberto Cabañas.
Además de Cosmos, que era dirigido por el italiano Eddie Firmani, participaba de la Copa Transatlántica Fluminense de Brasil, con el paraguayo Julio César Romero y Branco como principales figuras, y Udinese con Zico, Edinho y Pietro Paolo Virdis completaba la nómina del cuadrangular que se adjudicaron los norteamericanos.
En busca de una salida para el caso Maradona, Barcelona invitó al convite a un par de jugadores de Cádiz: el argentino Armando Husillos y el salvadoreño Jorge ‘Mágico’ González, un futbolista con tanto talento para eludir rivales como para gambetear los controles que se proponían evitar sus escapadas nocturnas. El experimento tenía como fin encontrar un reemplazo que aliviane la carga de la salida de Maradona. ¿Cómo prescindir de talento sin un reemplazo acorde?
Quizá la enorme diferencia del césped sintético de aquellos tiempos. Por ahí la tremenda cantidad de agua que la lluvia depositó en el campo de juego del Giants Stadium en la derrota ante Cosmos por 5-3. Muy probablemente el desgano y el fastidio de un plantel en conflicto que necesitaba un golpe de efecto para dar un salto de calidad que sus nombres prometían. Algo de ello o todo junto conformó un cóctel que convirtió la gira en un fracaso, a pesar del triunfo por penales tras un empate en dos goles frente a Fluminense.
Maradona confirmó que Cataluña distaba de ser su hogar. Cada pase de sus compañeros salteando al astro era un empujón más hacia la primera salida posible. La magia de Diego estaba apagada (incluso le atajaron un penal ante Cosmos) y la de González se repartía sin paridad entre los destellos en el rectángulo de juego y la conquista nocturna. En este último apartado fue donde más se destacó en el breve período que lo vistió de azulgrana. De hecho lo encontraron enredado en la cama del hotel con una dama, mientras el complejo donde habitaba el plantel era desalojado por una alarma de incendio. Ni uno ni otro eran lo que necesitaba Barcelona. A ambos les sobraba categoría. Pero uno necesitaba cobijo y el otro extrañaba el calor climático y humano de la noche del sur español.
Francia esperaba al ‘Mágico’. Y aún lo sigue esperando. Paris Saint-Germain era su próximo destino pero el avión llegó sin él. Se había quedado dormido tras una juerga nocturna. Su castigo fue el frío de Valladolid. Poco tiempo bastó para dejar claro que lo mejor era permitirle retornar al Ramón de Carranza. Sin noche no había alegría. Sin alegría no había magia. Sin magia solo quedaba un tal González.
Para Diego el escarmiento fue una bendición. Necesitaba cariño. Contra todo pronóstico un pequeño club del sur de Italia tentaría a Maradona para evitar el descenso. El San Paolo lleno para recibirlo fue el abrazo comprensivo que ‘Pelusa’ pedía a gritos. Fue la cabal demostración de que al fin estaba en casa. El tiempo lo haría leyenda. Sería el Robin Hood del fútbol. El que le quitaría el oro a los ricos para engrandecer a los pobres.
Con el exilio de Maradona, la omisión de González en busca de disciplina y la salida de Menotti, que renunció poco después de la gira, Terry Venables recogió las virtudes de un plantel que había devuelto la estética a Camp Nou. Con mayor firmeza defensiva, los goles del escocés Steve Archibald -adquiridos con una parte de los irrisorios 7,5 millones de dólares que dejó la venta de Diego-, y los jóvenes valores surgidos ante una huelga de profesionales ocurrida en el nacimiento de la temporada, los ‘Culés’ obtuvieron la Liga tras once años de espera.
Aquella gira por los Estados Unidos no dejó huella en lo futbolístico. Nadie querrá recordar el sinsabor de dos amistosos sin éxitos. Pero sin dudas fue el cierre de una etapa y una marca en el destino de los principales involucrados. El fin de la era Menotti dejó más principios de juego que títulos. La partida de Maradona determinó un cambio de rumbo necesario para el club y el inicio de la mejor etapa de la carrera del ‘Diez’. El ‘Mágico’ desechó la oportunidad de su vida. No fue Cataluña ni París. Pero quién le quita lo bailado.
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- AUTOR
- Nicolás Di Pasqua
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