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Volver a enfrentar un viejo verdugo
El pasado viernes, el sorteo de la UEFA determinó que Liverpool y Roma se enfrentarán en una de las dos semifinales de la Champions League. En aquel momento, muchos hinchas de la Roma vieron la ocasión ideal para redimir sus fantasmas frente al equipo inglés. Y es que en 1984 se enfrentaron en la final de la Champions (por entonces llamada Copa de Europa) con un triste final para los giallorossos que conviene recordar.
En aquel momento, Liverpool disfrutaba un glorioso momento en Europa, donde desde 1977 a 1981 habían conseguido 3 títulos. Era un vestuario ganador y según Michael Robinson, jugador de los reds por ese entonces, aquel partido se preparó sin demasiadas preocupaciones y en un ámbito relajado. Se sabían superiores y no les afectaba en lo absoluto.
Para la Roma, en cambio, era el partido de sus sueños. Primero, por jugarse nada menos que en su casa, el Stadio Olímpico. Y segundo, por ser su primer final y con un gran equipo, donde jugaban desde los campeones mundiales Bruno Conti y Francesco Graziani hasta los brasileños Falcao y Toninho Cerezo. «Es el partido de mi vida» dijo Agostino di Bartolomei, capitán de la Roma, antes del encuentro. Años más tarde esa frase le condenaría a un triste final.
Ambos equipos demostraron un gran nivel y, pese al apoyo de los locales, llegaron a los 90 minutos empatados a uno. En el tiempo extra, el miedo le pudo a ambos y debían definir quien era el vencedor en tanda de penales. Allí todo se definiría.
El primer penal de cada equipo fue bien diferente. Liverpool empezó de la peor manera, con Steve Nicol tirando la pelota fuera. Mientras, el capitán Di Bartolomei anotó el suyo. Roma ya veía la Copa de Europa en sus manos, pero todo se derrumbaría en poco tiempo. Bruce Grobbelaar, arquero zimbawense de los reds, empezó a hacer extraños movimientos con las piernas. Sea para distraer a los contrarios o por algún otro motivo, los jugadores giallorossos comenzaron a errar sus penales. Solo Bruno Conti anotó el suyo. Con la serie 3-2 para los ingleses Alan Kennedy, jugador que según su capitán Graeme Souness «difícilmente sabía dar un pase de veinte metros» anotó y coronó al Liverpool como nuevo campeón. La tristeza que sintió aquel día el Olímpico nunca más se vivió.
Al año siguiente el DT sueco Sven Goran Eriksson asumió el mando del equipo romano. Su primer decisión fue dejar fuera nada menos que a Di Bartolomei, capitán e insignia del equipo. Agostino terminó su carrera en el Milan, pero nunca más podría olvidar ese partido. Cuando se cumplió 10 años de aquella final, dejó una nota escrita: «Me siento encerrado en un hoyo». Se suicidó pegándose un tiro en el pecho que acabó tristemente con su vida.
Nuevamente, Liverpool y Roma se enfrentaran, esta vez en una semifinal. Para los reds será la gran oportunidad de volver a revivir sus años coperos. Para la Roma, la esperanza de volver a dar el batacazo y, finalmente, alzar su primer Copa de Europa.
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- AUTOR
- Bruno Scavelli
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