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Vuelta a casa
Se fue pateando la puerta del Goodison Park, aquella mítica cancha que le abrió las puertas del profesionalismo, molesto con un club que acababa de terminar en el lugar 17 de una de las ligas más espectaculares del mundo y que, a su parecer era incapaz de acceder a las competiciones internacionales. Era un hecho que el talento incomensurable del joven jugador que tenía maravillada a la isla británica (muy dada a ilusionarse desmedidamente cuando un imberbe player aparece), el del nuevo Michael Owen, le quedaba grande a un equipo como el Everton. Wayne Rooney ambicionaba estar en club de mayor envergadura.
Ni tardo ni perezoso, Sir Alex Ferguson tendió sus seductoras redes sobre el Bad Boy y consiguió montar una dupla que haría las delicias del respetable en Old Trafford. Los jovencísimos Rooney y Cristiano Ronaldo llegaron a lo más alto en el laureado equipo de los «Red Devils». Sin embargo, esa sociedad no perduró por la prematura salida del genio portugués. Wazza sí que haría huesos viejos en el Manchester United hasta constituirse en un ídolo y en el goleador histórico del club, superando a un hito como Bobby Charlton. Fueron 13 años al servicio del United en los que Wayne se cansó de levantar trofeos, primordialmente en el tiempo en que Ferguson estuvo al mando.
Pero como todo principio tiene un fin, la relación del 10 con la afición pasó del amor al desencanto y el ariete mutó de ser un delantero letal a un media punta de rotación. Incluso se le llegó a ver en una posición más retrasada. Con 31 años, el presente y el mediano plazo de Wayne cada vez se veían más lejos de Manchester; dos personalidades tan fuertes como la del Bad Boy y la de José Mourinho, otrora The Special One, no cabían en el vestuario. Y Rooney tuvo que hacer las maletas.
Fue el 13 de abril del 2004 cuanto Wayne meció las redes por 17° ocasión vestido de azul. El rival era el Leeds United en Ellan Road. Ese sería su último gol como Tooffie antes de cambiar el azul por el rojo y poner en pausa una historia de amor gestada desde que tenía memoria hasta sus noveles 19. Había pasado 10 años haciendo inferiores, batiendo récords de goles y promiscuidad hasta alcanzar el debut con apenas 16 y convertirse en la figura de un equipo acostumbrado a sufrir. Rooney se marchó, pero todos sabían que un día volvería.
4,869 días y 181 goles después volvió ya sin la cara de niño, sin la velocidad endiablada y el desparpajo adolescente que acompañaban a su juego; menos cabello y mayor envergadura física. Pero era él, ya no portaba el 18 de una promesa, sino el 10 de un consagrado. Volvió Rooney a donde más se hacia necesario. Delira Goodison Park, el niño ha vuelto. Y lo hizo marcando el gol de la victoria en la apertura de la temporada 2017-2018. 13 años no son nada, estamos en casa otra vez.
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- AUTOR
- Abda Barroso
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